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Alojamiento en Maimará: El hotel Posta del Sol.

Organizando el viaje por el norte resulta ser que en la Quebrada de Humahuaca hay buena cantidad de opciones para alojarse, pero en nuestro caso pretendíamos llegar el fin de semana largo por el feriado del 9 de julio, así que al hacer las búsquedas nos encontramos con que los precios eran irrisoriamente altos y las alternativas se habían acotado considerablemente.

Así es cómo ampliamos el rango de la búsqueda y salíendome de las localidades tradicionales recordé la tranquila y hermosa Maimará que había conocido en un viaje anterior, y así dí con el Hotel Posta del Sol a través de la página de Al Mundo.

En honor a la verdad debo decir que el primer impacto cuando llegamos no fue para nada positivo, sino todo lo contrario. Luego de casi 8 horas de ruta desde la localidad de Cachi en Salta, nos encontramos con que en el hotel no estaban enterados de nuestra reserva. Es más, de hecho estaba cerrado al público ya que festejaban un cumpleaños familiar y el dueño había invitado a toda la parentela a pasar un fin de semana para el recuerdo.

Luego de mucho ir y venir y bastantes nervios de mi parte pensando dónde iba a encontrar un lugar dónde pasar la noche en un fin de semana tan agitado, finalmente lograron desocupar una habitación y nos la asignaron. Eso sí, de dormir y descansar del viaje ni hablar, porque en el patio del hotel se llevaba a cabo el evento a pura música. El bajo de los bafles golpeándome en el estómago sí que quedó para el recuerdo, hasta que al fin no di más y cai rendido al sueño a pesar del alboroto general.

Contada la anéctoda de la desinteligencia (que nunca supe si fue de la agencia online o del hotel), podemos comenzar a contar sobre las instalaciones en sí, que son rústicas pero aceptables. La habitación que nos tocó era amplia pero escueta, con muy pocas comodidades. Apenas una cajonera para guardar la ropa y un perchero sin ningún resguardo como se ve en la foto. En cuanto a los electrónicos, hay un sólo toma corriente con lo cual le dimos buen uso a la zapatilla que siempre llevo cuando salgo de viaje, y la calefacción era a base del radiador eléctrico, que por la noche alcanzaba con lo justo.

La cama era pequeña, lo cual contrasta con lo amplio de la habitación por donde podés moverte sin inconvenientes. Al pie de la misma hay un banquito que nosotros aprovechamos para evitar que las mochilas terminaran en el suelo. La habitación no cuenta con televisión pero sí con wifi.

Lo que sí es destacable es el baño, en particular la ducha. Agua bien caliente, tanto que tenes que mezclarla obligadamente, y buena salida en una bañadera amplia que te permite maniobrar con comodidad.

A la entrada del hotel está el comedor donde se sirve un correcto desayuno, que incluye termos con café y leche que el staff repone constantemente, facturas y tostadas con varias opciones para untar. En el invierno, el salón se calefacciona con el hogar a leña, lo que le da un toque distintivo. Contiguo al comedor está el living donde se puede disfrutar de un poco de televisión, aunque con los paisajes que tenés alrededor con solo salir a la puerta, eso queda relegado prácticamente en exclusividad para los locales.

En cuanto a la limpieza, otro detalle importante, el Posta del Sol es correcto, y en esta apreciación hay que tener en cuenta que el hotel en sí estaba cerrado así que el staff no estaba prestando servicios a full. Y otro punto a destacar es la amabilidad del personal, que incluso mientras corrian con los preparativos de la fiesta se hacían el tiempo para atendernos muy amablemente.

En resumen, me vendría muy bien una segunda visita menos accidentada como para hacer una revisión más certera, pero luego del primer mal trago la percepción sobre el alojamiento fue mejorando. Si te decidís a visitarlo, mi recomendación es que, luego de haber hecho la reserva online, le pegues un llamado de teléfono al hotel en sí para asegurar que la recibieron y está todo en orden.

Visita obligada en Jujuy: La histórica Posta de Hornillos.

El Noroeste Argentino es una zona del país que, personalmente, me fascina. No solo cuenta con paisajes naturales espectaculares y lugares de ensueño, sino que además allí se respiran tradiciones y cultura autóctonas, que datan de siglos atrás y se experimentan a cada paso que uno da. Pero además de todo eso, hay un condimento más: el NOA está lleno de historia.

Este fue el tercer viaje que hice a la Quebrada de Humahuaca y no puedo explicarles mi profunda sorpresa cuando descubrí que había pasado tantas veces, yendo y viniendo en el auto, por la puerta de un escenario tan importante sin siquiera advertirlo. Sobre la Ruta Nacional 9, camino a Tilcara y a apenas unos kilómetros antes del acceso a Maimará se ubica la Posta de Hornillos, y desde ya les digo que amerita una parada.

Como su nombre lo indica, las «postas» fueron puestos de relevo de las caballadas en las rutas de tránsito, que por supuesto en un país tan extenso como el nuestro tuvieron mucho protagonismo. Incluso antes de la llegada de los europeos, los Incas habían construido importantes vías de comunicación que incluían territorios de nuestro país, y en ellas habían instalado los «tampus» o «tamberías» donde sus mensajeros (llamados Chasquis) podían recuperar fuerzas y hacerse de víveres.

La Posta de Hornillos fue creada por el Visitador de Correos y Postas Alonso Carrio de la Vandera en el año 1772 sobre la ruta que unía el Alto Perú (y su puerto de El Callao, en Lima) con el Virreinato del Río de la Plata (y su puerto de Buenos Aires); y a partir de 1810 se convirtió en destacamento militar ocupado intermitente tanto por el Ejército del Norte como por los ejércitos realistas.

La Quebrada de Humahuaca fue el escenario central de las guerras por la independencia que se extendieron durante 15 años entre 1810 y 1825. Numerosos enfrentamientos se dieron en esta zona del país que cambiaba constantemente de manos, a medida que los españoles avanzaban y los patriotas los repelían y recuperaban territorios. Así es como en estas instalaciones de estilo colonial descansaron realistas como José Manuel Goyeneche, Pedro de Olañeta o José de la Serna; y argentinos de renombre como Juan Jose Castelli, Jose Paz y Martín de Güemes (cuyo museo interactivo visitamos en la ciudad de Salta).

Sin embargo, la figura de mayor importancia que pasó por estas habitaciones fue sin dudas el general Manuel Belgrano, creador del pabellón nacional y líder del Ejército del Norte que defendió la independencia en aquellos parajes recónditos. En la Posta se conserva claramente identificada la cama en la que, se supone, descansó el prócer luego de las victorias obtenidas en Salta y Tucumán.

Hoy La Posta funciona como museo histórico donde uno puede conocer un poco más profundamente las raices de nuestro país, imaginarse un poco más concretamente cómo vivían aquellos hombres que peleaban por nuestra libertad, y observar detalles como la cocina, los muebles de época (muchos traídos desde la Estancia Los Molinos) y los armamentos que utilizaban en las batallas.

Al tratarse de un museo instalado en una posta resulta casi obvio que alguna carreta tiene que haber. De hecho, en tiempos de paz, Jujuy era el punto terminal en donde se reemplazaban las carretas por mulas para el transporte de cargas que se dirigían hacia el Alto Perú. Sin embargo no solo de carretas se habla en este lugar, sino que también se hace referencia al ferrocarril y cómo su llegada hasta La Quiaca en 1908 cambiará la vida en estas zonas alejadas, determinando la creación de nuevos pueblos y asentamientos a lo largo de la quebrada.

Separada unos cuantos metros de la construcción principal (tanto que no es visible detrás del denso follaje, aunque sí se ve desde la ruta) dentro del predio de la Posta se halla la Iglesia de Hornillos, que aunque permanece cerrada si uno mira por la rendija que queda en la puerta puede notar que aún está amoblada y equipada con las imágenes correspondientes. Estando allí uno no puede no preguntarse si Belgrano, o cualquier otro soldado de la época, no se habrá arrodillado ante ese altar para agradecer un triunfo, o incluso, para pedir la bendición de la virgen ante la inminencia de un combate.

Al momento de nuestra visita, en julio de 2018, la entrada al museo costaba $20 por persona. Incluso en aquél momento era NADA. Y está muy bien cuidado, con cartelería que te va ilustrando a medida que avanzás. Así que no hay excusa válida, cuando pases por la puerta, una parada en la Posta de Hornillos es obligada.