Debo comenzar este post diciendo que el vuelo a Puerto Madryn no fue uno más. Desde hacía tiempo que venía esperando la oportunidad de probar el servicio de Andes Lineas Aéreas y, en particular, de poder viajar en el mítico MD-80. Encima las buenas noticias de planes de expansión por parte de la aerolínea incluyen la renovación de su flota por B737, con lo cual de a poco los MD empezarán a desaparecer del Aeroparque Metropolitano y entonces se acotan en el tiempo las chances de subirse a una de esas viejas máquinas. Pero finalmente, este mes pude darme el gusto.
Llegué a Aeroparque casi con las dos horas de antelación que corresponden, y por supuesto, con el web checking previamente hecho en casa a fin de agilizar los trámites en el aeropuerto. Sin embargo los puestos de Andes estaban tranquilos, con muy poca gente checkeando, así que el trámite de despacho de equipaje fue muy rápido. Si bien tenía el boarding pass digital en mi celular, el muchacho que me chequeó me imprimió uno en papel.
Seguridad fue también un trámite muy ágil ya que los tres scanners estaban funcionando, así que tuve tiempo de comprarme un café a modo de desayuno y sentarme a tomarlo mirando la plataforma. Allí estaban dos MD de Andes, uno al lado del otro, en posición remota bajo la lluvia. Por momentos era impresionante el agua que caía (y sino pregúntenle a la gente de Aerohandling).
A esa altura de la mañana ya tenía la batería del celular medio muerta, así que me puse a buscar dónde cargarlo. Aquí me llevé una sorpresa, ya que recuerdo que antiguamente (o no tanto) había una especie de centro de carga con varios tomas al final de la terminal, pero ya no más. El único lugar que encontré para hacerlo está en el nuevo Hard Rock Café, a la altura de la Puerta 14. Desde allí pude ver cómo se iba formando desde temprano la cola sin sentido en la Puerta 13: apenas apareció el personal de Andes ya todos se levantaron como si tuvieran resortes ya sabemos dónde y armaron una muy prolija fila, aunque nadie había llamado al embarque y la gente de Andes no daba signo alguno de estar próximos a hacerlo.
Luego de una fuerte demora durante la cual los inentendibles pagofacileros de siempre practicaron su deporte favorito de estar parados sin más, inició el embarque y bajamos por escaleras hasta la planta baja, donde los micros de Intercargo nos pasaban a buscar para llevarnos hasta el pie del avión que habríamos de abordar bajo una intensa lluvia.
Se trataba del MD-83 matriculado LV-CCJ, con casi 30 años de edad, que comenzara a volar para Spanair en 1988 hasta que en 2009 fue transferido a Andes Líneas Aéreas. Ya el hecho de abordarlo era emocionante, pero las fotos del momento escasearon por razones climáticas. Las mismas razones por las que el ATC disponía una mayor distancia entre despegue y despegue, lo cual generó que saliéramos con más de media hora de retraso. El despegue fue por cabecera 13 luego de una larga estancia en el punto de espera, mientras se alternaban las salidas de los aviones que teníamos adelante con los aterrizajes de los que iban llegando.
Al momento del despegue los motores del MD se ponen a pleno y suenan como ningún otro (algo que podés comprobar vos mismo si vas a Aeroparque y ves salir o llegar uno de estos aviones), y con la particularidad de acelerar a pleno con los frenos puestos, hasta llegar al punto X en el que el piloto los desactiva y salís impulsado (vos hacia atrás, el avión hacia adelante).
Luego de rotar el ascenso fue pronunciado y constante hasta superar el nivel de las nubes y salir a un cielo limpio y calmo, luego de lo cual el vuelo fue muy sereno y permitió disfrutar del servicio de abordo, compuesto por un paquete de galletitas snack de queso, una magdalena y una galletita de limón recubierta de chocolate, acompañadas por una bebida.
Ya sobre la provincia de Chubut, la aproximación se hizo sobrevolando la Península de Valdés, ingresando desde el mar para atravesar la ciudad de Puerto Madryn y luego virar a la izquierda girando 180° para encarar la pista. En este video que te dejo a continuación puede verse esto, incluida una linda vista desde el aire de la pista de aterrizaje mientras el MD cumplía el circuito de aproximación.
Si bien el vuelo fue sereno, el toque en Madryn fue duro, casi violento. El desembarco se realizó por ambas puertas, y no dudé en dirigirme hacia la trasera para poder bajar por la escalerilla propia del MD e, incluso, sacarle foto al motor izquierdo casi desde abajo, ante los gestos de la TCP que pensaba que yo no sabía para dónde ir y me hacía señas intensamente para que me dirigiera hacia el edificio de la terminal.
Entrar en el edificio es todo un shock. Uno desemboca directamente de la pista a la sala de reclamo de equipaje, la cual es diminuta y prácticamente no da abasto para albergar la cantidad de gente que llega en un sólo vuelo. Identificar tu equipaje y retirarlo en esas condiciones es todo un suceso, y el tiempo que hubo que esperar para que la cinta comenzara a correr fue sorprendentemente largo si uno considera lo chico del aeropuerto y lo cerca que estaciona el avión.
Hay que considerar que el aeropuerto de Trelew en estos precisos momentos está cerrado por reformas en su pista de aterrizaje hasta el 2 de abril, y todos los vuelos que allí operaban regularmente fueron trasladados a Puerto Madryn. Mientras puedan atender uno por vez las cuestión no será nada cómoda pero sí manejable; el problema va a estar si por algún motivo se juntan dos vuelos ya que las instalaciones no están preparadas para manejarlo, tal como se verá en un próximo post cuando te cuente el vuelo de regreso hasta Buenos Aires.
Así fue mi primer experiencia en un MD, y con Andes Líneas Aéreas, una empresa argentina que apuesta al crecimiento de la industria aeronáutica en nuestro país y trabaja en pos de lograr ese objetivo.
Próximamente publicaré los posts del viaje por el sur. Allí te espero!