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El Parque Das Aves, en Foz do Iguazú

Con más de 800.000 visitantes al año, el Parque Das Aves es la atracción turística más visitada de Foz do Iguazú luego de las cataratas. Y tiene con qué.

Se trata de 16 hectáreas de terreno enclavadas en medio del bosque de Iguazú, a apenas 150 metros del ingreso a las Cataratas. En ellas, viven más de 1300 aves de unas 130 especies diferentes, muchas de ellas rescatadas. Aquellas que no se encuentran aptas para volver a la naturaleza encuentran en el Parque un hábitat ideal para vivir. Además, la institución se centra en tareas de conservación, en especial de especies en extinción de la Mata Atlántica, y en la concientización de los visitantes.

El recorrido dura aproximadamente una hora, aunque dependerá del ritmo que le ponga cada uno. Lo que impresiona de este lugar son dos cosas. En primer lugar, está emplazado en el ámbito natural en el que viven estas aves, y para construirlo se cuidó de no tirar abajo ningún árbol autóctono. En segundo lugar, el Parque cuenta con cinco aviarios: ambientes enormes pero cerrados, donde las aves están libres dentro de esos límites dispuestos. Y uno puede ingresar a los mismos a través de un sistema de doble puerta (para que las aves no se escapen) y verlas allí sueltas, bien de cerca y sin alambrados de por medio. Un contacto con la naturaleza difícil de encontrar y que es el gran diferencial.

Para mi gusto, destacan el aviario de las cotorras y el de los guacamayos. Ambos son muy pintorescos y coloridos. Las cotorras son de por sí simpáticas, e interactuar tan de cerca es una expericiencia buenísima, especialmente para los más chicos. El Parque Das Aves, por un pago adicional, da la posibilidad de alimentarlas, cosa que a los peques les fascina. Para ello tienen un sector particular, o bien también hay una seria de bandejas repartidas a lo largo del recorrido donde se les puede dejar el alimento.

El aviario de los guacamayos es impresionante. Ya de por sí estas aves de colores tan vistosos son una delicia para los ojos. Pero además en el aviario impresiona la cantidad que hay, y cuando te vuelan en bandada por encima de tu cabeza es algo que difícilmente vayas a poder vivir en otro sitio.

El recorrido incluye además un sector de aves de ríos y manglares, otro de aves rapaces, lechuzas e incluso hay un mariposario, con la particularidad de que, al menos cuando fuimos nosotros, vimos más mariposas fuera de él que adentro. Además, durante el paseo uno se entera de las actividades de conservación y rescate que hace la gente del parque.

Pero no solo de aves se trata. También se pueden avistar reptiles, como ser la iguana, algunas serpientes, los caimanes y las tortugas.

Hay una zona de refrigerio, y además contiguo a la salida está el restaurante y la tienda de recuerdos, con artículos de muy buena calidad.

El parque está abierto de martes a domingo de 8:30 a 16:30 hs. y la entrada cuesta 70 reales por persona (menores de 8 años no pagan), todo esto en septiembre de 2022. Para precios actualizados les dejo el link a la web del parque. Se puede pagar con tarjetas o en efectivo (incluso en pesos argentinos según nos dijeron, aunque no creo que el cambio sea conveniente). Y la entrada se saca allí mismo en la ventanilla, o también podés comprarla anticipadamente por internet.

Para llegar desde Puerto Iguazú hay que, obviamente, cruzar la frontera y hacer los trámites migratorios. Pero es todo bastante simple. La empresa Rio Uruguay tiene micros que salen desde la terminal hacia las cataratas lado brasileño y te dejan en la puerta del parque. La recomendación es visitar el Parque Das Aves antes que las cataratas. El motivo es que la mayoría de la gente va primero a las cataratas, entonces haciéndolo a la inversa podés recorrer ambos atractivos con más tranquilidad y disfrutarlos a pleno.

No hay duda de que es un lugar fabuloso. El mejor parque de animales que conozco hasta ahora. Por eso, cuando vayas al lado brasileño de las cataratas, no podés dejar de visitarlo.

El Viejo Cementerio Judío de Praga

Ubicado en Josefov, el Barrio Judío de Praga, el viejo cementerio es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido siglos atrás. Es de esos sitios que te oprimen el pecho e infunden sorpresa y respeto a la vez. Quizá, un poco de temor también. Pero sin lugar a dudas es una de las visitas más importantes que se pueda hacer en la capital checa, y aún cuando pueda ser un tanto cara a nivel económico, no hay que perdérsela.

Durante siglos este terreno fue el único lugar donde estaba permitido enterrar a los judíos de la ciudad. La primer lápida de la que se tiene registro es la del rabino Avigdor Kara y data del año 1439, antes de que Colón llegara a América. La más reciente es de 1787, y aunque también es muy antigua, lo cierto es que ambas fechas dan fe de que el cementerio se mantuvo en actividad durante casi 350 años.

Sin embargo no es ni su antigüedad ni el largo período en que se enterraron cuerpos allí lo que más asombra al visitante, sino su propia visión y el panorama que aún hoy ofrece a quién se aventure en su interior. En un muy reducido espacio se verán cientos y cientos de lápidas de piedra, unas al lado de otras, algunas incluso inclinadas y a punto de caerse (y por supuesto están las que finalmente cayeron y terminaron contra el suelo). Todas ellas, intactas.

Miles de lápidas unas sobre otras, sin ningún tipo de distanciamiento, son el mejor testimonio de lo que durante años ocurrió en este lugar. Porque siguiendo la tradición judía que impide eliminar tumbas antiguas, y ante la imposibilidad de conseguir otro espacio para los enterramientos, los cuerpos en el Viejo Cementerio Judío de Praga comenzaron a sepultarse encima de sus predecesores, tan solo echando tierra arriba, al punto de llegar a completar un total de 12000 tumbas aproximadamente, dispuestas en hasta 12 capas de tierra.

Tanta historia y tanta muerte reunidas en un mismo lugar, realmente hacen que mientras uno recorre los angostos senderos del cementerio no vuele ni una mosca. Un poco por respeto, un poco por temor y por el clima un tanto enrarecido que hay en el lugar, durante la recorrida casi no se habla y cuando se lo hace, es en voz baja. Incluso los ruidos de la calle parecen contenidos por los muros perimetrales y llegan sordos al interior, muy lejanos, como si estuvieran filtrados.

La recorrida por entre las tumbas es parte de la visita a las sinagogas y todo está incluido en el precio del ticket. Son varias las que se pueden recorrer, pero nosotros no hicimos a tiempo a visitarlas todas. Sí entramos en algunas de ellas, como la sinagoga Pinkas, próxima al cementerio, que alberga un Memorial a las víctimas del Holocausto en el Protectorado de Bohemia y Moravia. Se trata de un lugar casi tan sobrecogedor como el camposanto mismo.

Al principio uno no distingue bien qué es ese arte particular en las paredes interiores, hasta que se acerca para mirar el detalle. Son nombres, en letra muy chiquita, dispuestos uno al lado del otro. Son nombres y números. Los nombres de cada una de las víctimas del régimen nazi, con sus correspondientes fechas de nacimiento y fallecimiento. Y cuando te das cuenta de lo que estás leyendo, es una cachetada sin aviso. Pero no es la única.

La sinagoga Pinkas tiene también una sala dedicada a los niños de Terezin, un antiguo complejo militar levantado por la realeza que luego los nazis convertirían en campo de concentración. En aquél lugar se había logrado que los niños tuvieran cuartos separados de los adultos. E incluso se había logrado instaurar para ellos talleres de dibujo. Y en esa sala, impactantes, están algunos de los dibujos que aquellos niños hicieron durante su cautiverio. En su mayoría se trata de dibujos llenos de esperanza e inocencia. Pero están también los que muestran trenes llenos partiendo, y gente tomando duchas comunitarias. Sabiendo todo lo que sabemos ahora sobre aquellos años, son obras de arte que te hielan la sangre.

Como para distender un poco, visitamos luego también otra sinagoga en las inmediaciones, donde se exponían diferentes objetos y donde pudimos aprender un poco más sobre las tradiciones judías.

La visita a las sinagogas y al cementerio judío de Praga es tan interesante como incómoda. Quizá por eso es que me fascinó tanto, y la recomiendo. La entrada puede comprarse en cualquiera de las sinagogas del circuito, y es válida para todos los puntos del recorrido.