Vuelta a Cachi: Hermoso pueblo colonial en los Valles Calchaquíes.

Todavía recuerdo como si fuera ayer mi primera visita al hermoso pueblo de Cachi. Habíamos salido de Cafayate y tomado la mítica Ruta 40, yo al volante del Fiat Palio. Transitamos con cuidado una ruta en bastantes malas condiciones producto del viento que formaba interminables «pianitos» y el agua. Era época de lluvias y a pesar de ir con cuidado, en dos oportunidades el auto quedó atascado en el barro y tuvo que ayudarnos un baqueano para salir de la situación.

Fue un viaje mágico en el que por momentos la ruta se convertía en un angosto camino de cornisa donde sólo entraba nuestro Palio, que iba rozando la vegetación del costado procurando mantenerse en el ripio. Y así de mágico era también el pueblo al que llegamos. Casi sin gente en sus calles adoquinadas, de veredas singularmente angostas y altas, Cachi se alzaba ante nosotros con sus casas de adobe, pintadas casi todas ellas de blanco, y con claro tinte colonial español.

Aunque dicen que al volver a un lugar que nos fascinó en el pasado esas sensaciones nunca se repiten, Cachi era un punto obligado de mi nueva recorrida por el NOA. Y debo decir que quizá llegar al mediodía del primer fin de semana de vacaciones de invierno quizá no haya sido buena idea, ya que ya ante de entrar, el quedar embotellado en el camino de ingreso al pueblo por la increíble cantidad de micros estacionados por todos lados (que por otro lado se ven totalmente desubicados en esas pequeñas calles norteñas), me desilucionó un poco.

 

Más allá del fuerte contraste entre mis recuerdos y la nueva realidad, al pie del Nevado de Cachi el pueblo sigue conservando ese encanto especial. Originado en la distrubución de encomiendas que se dio en Salta en el año 1673 y e incluido luego en lo que se conoció como «La Hacienda de Cachi», el por qué de su nombre sigue siendo un misterio. Mientras que la palabra quechua Cachi significa «sal», y no se encuentra mucho sentido a tal denominación, otros dialectos podrían dar una explicación más factible. Para los diaguitas, por ejemplo, «kak» significaba piedra, mientras que «chi» era silencio. Pero lo cierto es que aún hoy no hay un acuerdo al respecto.

La Plaza 9 de Julio, cerrada con una baja medianera y cuyos accesos están demarcados por pintorescos arcos, constituye el centro de la actividad del pueblo. Frente a ella se encuentra el Museo Arqueológico, una casona del 1920 muy distinguible por su recova, en cuyo interior se puede visitar la muestra que ilustra los procesos sociales de la región, desde el poblamiento de América hasta la llegada de los españoles.

Entre el museo y la plaza, y cerrando la calle en una de sus extremos, la Iglesia San José data del siglo XVIII y en épocas de la Hacienda se la destinó a la catequesis y la enseñanza de la lengua española entre los campesinos de la finca. Su característica exterior más relevante es su fachada con tres campanas, que aunque típica del siglo ya nombrado fue restaurada en 1947. El interior cuenta con una larga nave de 35 metros y llamativos techos construidos con madera de cardón.

Un punto también casi obligado es el cementerio, al que se accede cruzando el Río Las Trancas para tomar el camino que sube hacia la derecha y desemboca en esta construcción elevada desde la cual se tiene una vista panorámica de todo el pueblo. Alumbradas por el sol, sus arcos blancos se ven nítidos desde la plaza central incluso, desde donde más que un cementerio el edificio parece un hotel de lujo. Según nos comentó el secretario de turismo, una experiencia asombrosa es subir hasta aquél «último hotel» por la noche (lo cual debe hacerse con mucha precaución) para contemplar el cielo estrellado. Importante llevar abrigo porque, si bien durante el día en Cachi se puede estar en mangas de remera aunque sea pleno invierno, por la noche refresca en serio.

Y para aquellos que suban al mirador de día, si se fijan hacia el lado opuesto al pueblo verán algo que no podrán creer. Imperdible para cualquier #avgeek que se precie, Cachi cuenta con una hermosa, muy cuidada y absolutamente intrigante pista de aterrizaje. en el medio de la nada. Por supuesto que no está en uso (o al menos eso creimos nosotros) así que la gente aprovecha para ir a andar en bicicleta, acelerar la moto, o como en mi caso, estacionar el auto en la cabecera como si fuera a despegar. Pero la verdad es que llama la atención el buen estado del pavimento, al que a todas luces se le hacen trabajos de mantenimiento, para un aeródromo sin actividad. Al respecto hay comentarios de todo tipo, desde que se la utiliza para la llegada de aviones sanitarios, hasta que es una pista ilegal para uso de los traficantes.

No lejos de allí, y camino a las cabañas donde nos alojamos nosotros, se encuentra el otro gran misterio de Cachi: el Ovnipuerto. Este aeropuerto para platos voladores no estuvo siempre allí; de hecho es relativamente nuevo. Construido en 2012 con piedras blancas dispuestas en forma de estrella de 36 puntas en un círculo de 48 metros de diámetro, es obra del suizo Werner Jaisli, quién dice haber seguido las instrucciones de extraterrestres que le encomendaron la misión telepáticamente, para poder aterrizar sus naves voladoras en la Tierra. Aunque un poco raro, hoy en día el ovnipuerto es una atracción más para los turistas que lleguen hasta este pueblo salteño.

Producto del turismo Cachi ha crecido mucho en los últimos años y el acceso por la RN40 se ha mejorado notablemente, siendo fácil de transitar, especialmente en meses de invierno que es la época seca. Caminar por sus calles coloniales disfrutando del paisaje y la arquitectura de época es una sensación realmente placentera. Sentarse en sus veredas de piedra a descansar bajo el calor del sol, de seguro que también lo es. Sólo tengo una recomendación para vos: no te lo pierdas!

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