Archivo por meses: junio 2019

Antigua Guatemala, la hermosa ciudad donde el tiempo se detuvo.

Con apenas algo más de 100.000 km2, Guatemala es un país pequeño de Centroamérica, pero la realidad es que lo que tiene de chico lo tiene también de interesante para el turismo internacional. Son muchas las cosas que el visitante puede hacer y conocer, y seguramente una de las más atractivas sea subirse a una máquina del tiempo y viajar hasta Antigua Guatemala.

Y si bien, obviamente, lo de la máquina del tiempo es una metáfora, cuando uno llega parece no distar demasiado de la realidad. Santiago de los Caballeros de Guatemala es una ciudad donde el tiempo parece haberse detenido a juzgar por sus construcciones coloniales del Siglo XVI, algunas de ellas aún en ruinas, lo que le da un inusual aspecto de veracidad. Allí, entre calles empedradas, todo parece autóctono. Y de hecho, lo es.

Fundada el 10 de marzo de 1543 la ciudad fue proclamada capital de la Capitanía General de Guatemala hasta el año 1776, momento en que los terribles terremotos de Santa Marta la destruyeron casi por completo por tercera vez en menos de un siglo. Esto determinó que se decidiera mudar la capital a la actual Ciudad de Guatemala, y que Antigua fuera paulatinamente abandonada por autoridades reales, municipales e incluso por las eclesiásticas.

Hoy en día Antigua Guatemala es la capital del departamento de Sacatepéquez y un destino turístico por excelencia. Se trata de una ciudad renovada en parte (ya que muchos edificios aún se mantienen en ruinas desde aquella época), pero que mantiene sus raices, arquitectura y cultura originales. En pleno siglo XXI allí se respira un aire que parece salido del 1500 y caminar por esas calles causa una sensación particular, difícil de describir en palabras.

Si hablamos de cultura tenemos que tocar el tema de sus leyendas, por supuesto. La ciudad está virtualmente dividida en cuatro áreas, cada una de las cuales es escenario de una historia distinta. En nuestro caso nos tocó estar alojados relativamente cerca del parque Tanque La Unión, con sus piletones donde la gente solía lavar la ropa, y lugar predilecto de La Llorona.

Según cuenta la leyenda se trató de una mujer de alta sociedad que tuvo un amorío prohibido con un peón de su hacienda, producto del cual nació su hijo ilegítimo. Arrepentida de haber engañado a su marido, la mujer terminó ahogando a su propio hijo en las aguas del río, y por esto fue condenada a vagar por toda la eternidad en las cercanías de los lugares donde hay agua, al grito de «¡Ay, hijo mío!». La Llorona, vestida de luto o de blanco, se le aparece a los hombres solitarios para quitarles el alma, y la forma de evitarlo es que una mujer te tome de la mano. Se dice que si eschuchás su voz cerca, en realidad La Llorona está lejos, y viceversa. Como sea, si la escuchás corré con todas tus fuerzas para salvar tu alma.

Esta leyenda tiene su contraparte en la del Sombrerón, personaje masculino que camina por los barrios de Antigua Guatemala de noche en busca de jóvenes hermosas de cabello largo a quienes enamorar. Caer rendida ante los encantos del Sombrerón significarán la muerte de la mujer en cuanto el espectro le haga una trenza en el cabello, por lo que cuando uno sospecha de su cercanía, el mejor remedio es cortarle el pelo a la muchacha en cuestión. Además de a las mujeres jóvenes, el Sombrerón suele atacar también a las mulas y caballos, que comienzan a ser agresivos. Si se le encuentran las crines trenzadas, el animal ha sido tomado y ya no sirve más para el trabajo.

No solo de leyendas mitológicas está hecha Antigua Guatemala. Con tantos años encima, incluyendo terremotos y erupciones volcánicas, y habiendo sido capital del país durante más de un siglo, la historia está siempre presente en cada rincón de la ciudad. Son muchos los edificios y lugares que el turista puede visitar, incluidos algunos que están semidestruidos. En especial templos y edificios de índole eclesiástico que en la época de esplendor tenían gran importancia y abundaban en la metrópoli.

Sin lugar a dudas el símbolo por excelencia de la ciudad centenaria es el Arco de Santa Catalina. Este pintoresco puente une el edificio original del Convento de Santa Catalina Mártir con el que se encuentra justamente enfrente, adicionado a la institución ante la necesidad de albergar a más monjas que las originalmente previstas. Como se trataba de un convento de clausura, donde las religiosas no podían tener contacto ni ser vistas desde el exterior, se solicitó autorización para cerrar la calle y así unir los dos edificios, pero por supuesto esto fue denegado por las autoridades de la época. En reemplazo del cierre, se les concedió el permiso para construir un puente sobre la calle, por el cual las religiosas podrían moverse de un lado a otro respetando siempre sus votos.

La calle del arco es también la más transitada de la ciudad y en ella se pueden encontrar gran cantidad de locales de comida, regionales y el mercado de artesanías, muy recomendado para quienes quieran llevarse un recuerdo a casa.

Y por supuesto, un imperdible de Antigua Guatemala es la foto aérea de la ciudad desde el Cerro de la Cruz, al que se puede acceder en auto o incluso a pie. La vista del atardecer en ese lugar debe ser impresionante, pero la verdad es que por cuestiones de seguridad no es aconsejable subir en esas horas en que la luz comienza a irse. La foto de la ciudad a pleno sol es más que suficiente.

Patrimonio Cultural de la Humanidad según la UNESCO desde 1979, Antigua se encuentra a 40 kilómetros de la ciudad capital. Es un punto obligado para visitar cuando uno llega a este cordial país centroamericano y mi sugerencia es que se tomen al menos tres días para recorrerla con tranquilidad, visitando sus lugares históricos y quizá, por qué no, haciendo una excursión a alguno de los volcanes cercanos, entre los que se incluye al temible Volcán de Fuego.

Una parada en el Parque Estatal de Arrecifes de Coral John Pennekamp.

Todo un nombre para un parque público, no? Pero lo que más llama la atención de este predio ubicado en Cayo Largo, uno de los que se pueden visitar al recorrer la ruta de los cayos al sur de Florida, es la singularidad de tener el único arrecife de coral vivo en los Estados Unidos continentales.

El tan extenso y llamativo nombre se lo debe a la interesante historia de su establecimiento, allá por el año 1960 cuando el presidente Eisenhower definió esta zona como un área de reserva, protagonizada por un científico y un periodista que unieron esfuerzos al luchar por la causa.

Por aquellos años el turismo abundaba en Los Cayos de Florida y las actividades asociadas al mismo se abocaban lisa y llanamente a destruir la naturaleza del lugar. Todo servía para promocionar el turismo y cualquier cosa se tomaba para entregar como souvenirs a los visitantes, sin reparar en el daño que se estaba haciendo a las estructuras de coral al saquearlas de semejante forma. Esto fue detectado por el Dr. Gilbert Voss, un biólogo que estaba estudiando el ecosistema en 1957, y quién recibió un gran apoyo del periodista del Miami Herald, John Pennekamp. Ambos hombres trabajaron codo a codo para organizar una coalición de conservacionistas que se dedicara a proteger los recursos marinos del lugar, y así finalmente llegaron las actuaciones gubernamentales que convertirían el predio en un parque estatal que homenajea a uno de los hombres que lo hizo posible, llevando su nombre.

El parque cubre aproximadamente unas 78 millas cuadradas marinas de arrecife de coral, extendiéndose 3 millas hacia el Océano Atlántico y unas 25 a lo largo de la costa. Hoy puede ser visitado y la concesión a cargo cuenta con varias atracciones como para poder disfrutarlo sin dañar la naturaleza. La más interesante es quizá los paseos en el bote con suelo de cristal que zarpa tres veces al día y realiza tours de 2 horas y media en los que puede apreciarse la belleza del coral y la fauna y flora marina sin mojarse ni un pelo. Para los más aventureros la mejor opción sea quizá el tour de snorkel, donde uno puede nadar en las aguas admirando también el paisaje que el mar ofrece, o directamente salir a bucear.

Otra actividad disponible es el paso en kayak, e incluso el parque tiene un muelle donde se puede atracar el yate propio, ya sea para pasar el día o la noche, y para los que tengan un presupuesto más holgado hasta se pueden alquilar botes. Obviamente también se puede acampar de la forma más tradicional (y barata), pescar (siempre y cuando cuentes con la licencia correspondiente), o simplemente pasar el día tirado en las arenas blancas de la playa. Y por supuesto, allí también podrás admirar algo de la fauna autóctona del lugar!

El parque abre todos los días del año, desde las 8 de la mañana hasta el atardecer y el acceso tiene un costo módico que depende de la cantidad de personas y cómo lleguen (si en auto, caminando, etc), por lo que lo mejor es revisar la información actualizada en la web.

Y eso sí, cuando vayas, tené cuidado con el cocodrilo!