Con apenas algo más de 100.000 km2, Guatemala es un país pequeño de Centroamérica, pero la realidad es que lo que tiene de chico lo tiene también de interesante para el turismo internacional. Son muchas las cosas que el visitante puede hacer y conocer, y seguramente una de las más atractivas sea subirse a una máquina del tiempo y viajar hasta Antigua Guatemala.
Y si bien, obviamente, lo de la máquina del tiempo es una metáfora, cuando uno llega parece no distar demasiado de la realidad. Santiago de los Caballeros de Guatemala es una ciudad donde el tiempo parece haberse detenido a juzgar por sus construcciones coloniales del Siglo XVI, algunas de ellas aún en ruinas, lo que le da un inusual aspecto de veracidad. Allí, entre calles empedradas, todo parece autóctono. Y de hecho, lo es.
Fundada el 10 de marzo de 1543 la ciudad fue proclamada capital de la Capitanía General de Guatemala hasta el año 1776, momento en que los terribles terremotos de Santa Marta la destruyeron casi por completo por tercera vez en menos de un siglo. Esto determinó que se decidiera mudar la capital a la actual Ciudad de Guatemala, y que Antigua fuera paulatinamente abandonada por autoridades reales, municipales e incluso por las eclesiásticas.
Hoy en día Antigua Guatemala es la capital del departamento de Sacatepéquez y un destino turístico por excelencia. Se trata de una ciudad renovada en parte (ya que muchos edificios aún se mantienen en ruinas desde aquella época), pero que mantiene sus raices, arquitectura y cultura originales. En pleno siglo XXI allí se respira un aire que parece salido del 1500 y caminar por esas calles causa una sensación particular, difícil de describir en palabras.
Si hablamos de cultura tenemos que tocar el tema de sus leyendas, por supuesto. La ciudad está virtualmente dividida en cuatro áreas, cada una de las cuales es escenario de una historia distinta. En nuestro caso nos tocó estar alojados relativamente cerca del parque Tanque La Unión, con sus piletones donde la gente solía lavar la ropa, y lugar predilecto de La Llorona.
Según cuenta la leyenda se trató de una mujer de alta sociedad que tuvo un amorío prohibido con un peón de su hacienda, producto del cual nació su hijo ilegítimo. Arrepentida de haber engañado a su marido, la mujer terminó ahogando a su propio hijo en las aguas del río, y por esto fue condenada a vagar por toda la eternidad en las cercanías de los lugares donde hay agua, al grito de «¡Ay, hijo mío!». La Llorona, vestida de luto o de blanco, se le aparece a los hombres solitarios para quitarles el alma, y la forma de evitarlo es que una mujer te tome de la mano. Se dice que si eschuchás su voz cerca, en realidad La Llorona está lejos, y viceversa. Como sea, si la escuchás corré con todas tus fuerzas para salvar tu alma.
Esta leyenda tiene su contraparte en la del Sombrerón, personaje masculino que camina por los barrios de Antigua Guatemala de noche en busca de jóvenes hermosas de cabello largo a quienes enamorar. Caer rendida ante los encantos del Sombrerón significarán la muerte de la mujer en cuanto el espectro le haga una trenza en el cabello, por lo que cuando uno sospecha de su cercanía, el mejor remedio es cortarle el pelo a la muchacha en cuestión. Además de a las mujeres jóvenes, el Sombrerón suele atacar también a las mulas y caballos, que comienzan a ser agresivos. Si se le encuentran las crines trenzadas, el animal ha sido tomado y ya no sirve más para el trabajo.
No solo de leyendas mitológicas está hecha Antigua Guatemala. Con tantos años encima, incluyendo terremotos y erupciones volcánicas, y habiendo sido capital del país durante más de un siglo, la historia está siempre presente en cada rincón de la ciudad. Son muchos los edificios y lugares que el turista puede visitar, incluidos algunos que están semidestruidos. En especial templos y edificios de índole eclesiástico que en la época de esplendor tenían gran importancia y abundaban en la metrópoli.
Sin lugar a dudas el símbolo por excelencia de la ciudad centenaria es el Arco de Santa Catalina. Este pintoresco puente une el edificio original del Convento de Santa Catalina Mártir con el que se encuentra justamente enfrente, adicionado a la institución ante la necesidad de albergar a más monjas que las originalmente previstas. Como se trataba de un convento de clausura, donde las religiosas no podían tener contacto ni ser vistas desde el exterior, se solicitó autorización para cerrar la calle y así unir los dos edificios, pero por supuesto esto fue denegado por las autoridades de la época. En reemplazo del cierre, se les concedió el permiso para construir un puente sobre la calle, por el cual las religiosas podrían moverse de un lado a otro respetando siempre sus votos.
La calle del arco es también la más transitada de la ciudad y en ella se pueden encontrar gran cantidad de locales de comida, regionales y el mercado de artesanías, muy recomendado para quienes quieran llevarse un recuerdo a casa.
Y por supuesto, un imperdible de Antigua Guatemala es la foto aérea de la ciudad desde el Cerro de la Cruz, al que se puede acceder en auto o incluso a pie. La vista del atardecer en ese lugar debe ser impresionante, pero la verdad es que por cuestiones de seguridad no es aconsejable subir en esas horas en que la luz comienza a irse. La foto de la ciudad a pleno sol es más que suficiente.
Patrimonio Cultural de la Humanidad según la UNESCO desde 1979, Antigua se encuentra a 40 kilómetros de la ciudad capital. Es un punto obligado para visitar cuando uno llega a este cordial país centroamericano y mi sugerencia es que se tomen al menos tres días para recorrerla con tranquilidad, visitando sus lugares históricos y quizá, por qué no, haciendo una excursión a alguno de los volcanes cercanos, entre los que se incluye al temible Volcán de Fuego.