Archivo de la etiqueta: Praga

El Viejo Cementerio Judío de Praga

Ubicado en Josefov, el Barrio Judío de Praga, el viejo cementerio es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido siglos atrás. Es de esos sitios que te oprimen el pecho e infunden sorpresa y respeto a la vez. Quizá, un poco de temor también. Pero sin lugar a dudas es una de las visitas más importantes que se pueda hacer en la capital checa, y aún cuando pueda ser un tanto cara a nivel económico, no hay que perdérsela.

Durante siglos este terreno fue el único lugar donde estaba permitido enterrar a los judíos de la ciudad. La primer lápida de la que se tiene registro es la del rabino Avigdor Kara y data del año 1439, antes de que Colón llegara a América. La más reciente es de 1787, y aunque también es muy antigua, lo cierto es que ambas fechas dan fe de que el cementerio se mantuvo en actividad durante casi 350 años.

Sin embargo no es ni su antigüedad ni el largo período en que se enterraron cuerpos allí lo que más asombra al visitante, sino su propia visión y el panorama que aún hoy ofrece a quién se aventure en su interior. En un muy reducido espacio se verán cientos y cientos de lápidas de piedra, unas al lado de otras, algunas incluso inclinadas y a punto de caerse (y por supuesto están las que finalmente cayeron y terminaron contra el suelo). Todas ellas, intactas.

Miles de lápidas unas sobre otras, sin ningún tipo de distanciamiento, son el mejor testimonio de lo que durante años ocurrió en este lugar. Porque siguiendo la tradición judía que impide eliminar tumbas antiguas, y ante la imposibilidad de conseguir otro espacio para los enterramientos, los cuerpos en el Viejo Cementerio Judío de Praga comenzaron a sepultarse encima de sus predecesores, tan solo echando tierra arriba, al punto de llegar a completar un total de 12000 tumbas aproximadamente, dispuestas en hasta 12 capas de tierra.

Tanta historia y tanta muerte reunidas en un mismo lugar, realmente hacen que mientras uno recorre los angostos senderos del cementerio no vuele ni una mosca. Un poco por respeto, un poco por temor y por el clima un tanto enrarecido que hay en el lugar, durante la recorrida casi no se habla y cuando se lo hace, es en voz baja. Incluso los ruidos de la calle parecen contenidos por los muros perimetrales y llegan sordos al interior, muy lejanos, como si estuvieran filtrados.

La recorrida por entre las tumbas es parte de la visita a las sinagogas y todo está incluido en el precio del ticket. Son varias las que se pueden recorrer, pero nosotros no hicimos a tiempo a visitarlas todas. Sí entramos en algunas de ellas, como la sinagoga Pinkas, próxima al cementerio, que alberga un Memorial a las víctimas del Holocausto en el Protectorado de Bohemia y Moravia. Se trata de un lugar casi tan sobrecogedor como el camposanto mismo.

Al principio uno no distingue bien qué es ese arte particular en las paredes interiores, hasta que se acerca para mirar el detalle. Son nombres, en letra muy chiquita, dispuestos uno al lado del otro. Son nombres y números. Los nombres de cada una de las víctimas del régimen nazi, con sus correspondientes fechas de nacimiento y fallecimiento. Y cuando te das cuenta de lo que estás leyendo, es una cachetada sin aviso. Pero no es la única.

La sinagoga Pinkas tiene también una sala dedicada a los niños de Terezin, un antiguo complejo militar levantado por la realeza que luego los nazis convertirían en campo de concentración. En aquél lugar se había logrado que los niños tuvieran cuartos separados de los adultos. E incluso se había logrado instaurar para ellos talleres de dibujo. Y en esa sala, impactantes, están algunos de los dibujos que aquellos niños hicieron durante su cautiverio. En su mayoría se trata de dibujos llenos de esperanza e inocencia. Pero están también los que muestran trenes llenos partiendo, y gente tomando duchas comunitarias. Sabiendo todo lo que sabemos ahora sobre aquellos años, son obras de arte que te hielan la sangre.

Como para distender un poco, visitamos luego también otra sinagoga en las inmediaciones, donde se exponían diferentes objetos y donde pudimos aprender un poco más sobre las tradiciones judías.

La visita a las sinagogas y al cementerio judío de Praga es tan interesante como incómoda. Quizá por eso es que me fascinó tanto, y la recomiendo. La entrada puede comprarse en cualquiera de las sinagogas del circuito, y es válida para todos los puntos del recorrido.

El Grand Hotel Praha: Alojamiento frente al reloj medieval.

Ubicado en pleno centro histórico de la ciudad, justo frente al Ayuntamiento, el Gran Hotel Praha de 4 estrellas es por momentos difícil de encontrar debido a la enorme cantidad de gente que se aglomera en ese lugar a todas horas del día, y por el hecho de que no tiene una fachada que resalte, sino que queda escondido entre las mesas y el ir y venir de los mozos y comensales en los locales gastronómicos de su planta baja, muchos de los cuales están asociados al él.

Sin embargo, el esfuerzo de encontrarlo en plena plaza de la Ciudad Vieja valdrá la pena, ya que se trata de un alojamiento excepcional. La ubicación, frente al histórico reloj astronómico de Praga (link al post), del que se tiene una vista casi exclusiva desde el salón comedor donde se toma el desayuno, es inmejorable.

El salón comedor está decorado con gran cantidad de diferentes relojes. Pero el más importante se ve por la ventana.

El hotel consta de dos edificios que no se comunican entre sí. El principal es donde está la recepción y el Café Mozart en cuyo salón se desayuna, además de algunas habitaciones. Y el segundo edificio, cuya entrada está a unos metros del primero, es en el que están la mayor cantidad de habitaciones y, punto importante, las más tranquilas.

El personal del hotel es sumamente amable y servicial. Frente al mostrador de la recepción se encuentra el conserje, siempre dispuesto a darte consejos sobre qué visitar en la ciudad. Además, una tarjeta que te entregan al momento del check in te da descuentos para varios de los restaurantes de la zona, aunque en nuestro caso luego de chequear las opciones, rankings y comentarios en internet, terminamos optando por conocer otros lugares diferentes.

Hay varios tipos de habitaciones disponibles, por supuesto cada una con su precio. En nuestro caso habíamos reservado una de las habitaciones históricas, que se caracterizan por los muebles de época, techos de madera y pinturas originales. Estas se encuentran en el segundo edificio, la parte más tranquila del hotel, lo que es muy bueno a la hora de descansar, pero que también obligará a recorrer una gran cantidad de pasillos, y subir y bajar escaleras y más escalerillas hasta dar con la puerta correcta. A la hora de salir a la calle, no se te ocurra olvidarte nada en la habitación, porque te aseguro que no vas a querer volver!

El cuarto es grande (en realidad, enorme). Se accede primero a un pequeño living que hace de ambiente comunicador entre el baño y el dormitorio, ambos separados entre sí. Los muebles y la decoración parecen remontarte siglos atrás, y la cama en particular es tan grande como el cuarto, y parece un cajón. El colchón, si bien está bien, no es el mejor en el que he dormido, y lo más llamativo son las colchas que, en una cama matrimonial, son igualmente individuales.

Espacio de guardado no te va faltar porque en vez de un armario, el cuarto cuenta con dos. Incluso las cajas fuertes eran dos, de diferentes tamaños. Hacia un costado una mesa con dos sillas y al fondo un modular con la TV. También cuenta con frigobar, disimulado dentro de un mueble de estética antigua para no perder la compostura, y cuyos precios están al mismo nivel que los que podés conseguir en un restaurante.

La limpieza fue excelente durante toda la estadía, y el baño, al igual que la habitación, es amplio y hasta cuenta con bidet. Para salir de la ducha hay batas y pantuflas, todo debidamente provisto en bolsitas de plástico.

El desayuno es muy variado, y cuenta con una parte caliente, con salchichas, huevos, tocino y hasta verduras asadas. También tienen una buena variedad de panificados, pero algunos me resultaron un tanto raros, con sabores a los que no estoy acostumbrado, como uno que probé con enormes granos de sal incrustados. Mejor hacerse unas tostadas, aunque hay que armarse de paciencia porque la tostadora se toma su tiempo. Lo más destacado, en mi opinión, eran los fiambres que eran realmente exquisitos, y los yogures naturales con cereales y frutos secos.

El Grand Hotel Praha es una excelente opción para alojarse en la capital checa. Como servicios adicionales dispone de traslados desde y hacia el aeropuerto, y para quienes lleguen en su vehículo propio tiene también garage subterráneo, aunque ambos son arancelados. Lo que sí es totalmente gratis, es ingresar a su página web para ver la cámara web on line que apunta a la plaza y el reloj y transmite en vivo las 24 horas del día. Cosa que podés apreciar de este link de acá, como aperitivo al viaje para verlo personalmente.