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Vuelo a Iguazú en Aerolíneas Argentinas con un bebé.

Después de mucho tiempo, volvimos a subirnos a un avión, y por lo tanto, vuelvo a publicar un reporte de vuelo, aunque esta vez enfocado en la experiencia de volar con un bebé.

Además voy a aprovechar para contarles sobre el aeropuerto de Iguazú, que es de los mejores que conozco en el interior del país.

Arranquemos por los vuelos.

A diferencia de Ezeiza, Aeroparque no tiene sistema de estacionamiento prepago, que te permite ahorrar bastante en la estadía. Dejar el auto me costaba carísimo así que nos fuimos con el remis del barrio y llegamos 2 horas antes del vuelo, tiempo suficiente para despachar el equipaje tranquilos.

Aca hago unas aclaraciones importantes: la franquicia de equipaje facturado de Aerolíneas en cabotaje es de 1 pieza de hasta 15 kg por pasaje. Los bebés menores a 2 años, si bien no pagan nada (y entonces viajan a upa) tienen derecho a despachar un carrito de bebé o butaca, además del equipaje de sus acompañantes. Y si bien depende de cada aeropuerto, tanto en Aeroparque como en Iguazú podés despachar el carrito en el mostrador de checkin, o quedártelo y entregarlo en la puerta de embarque cuando te subís al avión. Como en nuestro caso el nene ya le tomó el gustito a caminar optamos por liberarnos del peso y lo despachamos cuando hicimos el checkin. Luego en destino lo recuperaríamos de la cinta de equipaje.

A pesar de que viajamos a mitad de semana y fuera de la época de vacaciones, tanto el vuelo de ida como el de vuelta estaban llenos. Al regreso, de hecho, Aeroparque explotaba de gente.

Algo que me llamó la atención en cuanto a los vuelos es que los TCP no se frenaron a explicar cómo llevar correctamente al bebé durante el despegue y aterrizaje. Antes se usaba una especie de extensión del cinturón de seguridad, ahora simplemente nos indicaron de sentarlo sobre la falda mirando hacia adelante y sostenerlo bien con ambos brazos. Nunca atarse ambos (adulto y bebé) con el cinturón del asiento. Pero la explicación vino sólo como respuesta a la consulta. Así como se toman un tiempo para hablar con los pasajeros en la puerta de emergencia, no estaría mal que hicieran lo mismo con los padres que llevan bebés en brazos. En definitiva, cuando volas con tu hijo por primera vez, sos pura ansiedad y poco cuenta lo pasajero frecuente que seas. Está bueno que te den todas las indicaciones para cuidar correctamente de tu bebé y viajar tranquilo.

Un detalle: en estos tramos no se incluye servicio de comida a bordo, solo pasa el carrito ofreciendo bebidas. Así que no está mal llevar algo para picar, ya sea desde casa o comprado en el aeropuerto. Nosotros aprovechamos que llegamos con tiempo y nos tomamos un café antes de abordar.

Los controles de seguridad fueron ágiles, incluso en Aeroparque con la cantidad de gente que había. En Iguazú pasamos con el vaso del bebé lleno de agua en la mochila (son más de 100 ml) y no hubo problemas en el scanner.

En cuanto a puntualidad Aerolineas anduvo de 10. Ambos vuelos salieron a horario (sobre mediodía) y el de regreso incluso aterrizó casi 20 minutos adelantado (que luego se compensaron con lo que tardamos en recuperar las valijas).

El Aeropuerto de Iguazú.

IGR es un aeropuerto chico pero cómodo. Aún está en trabajos de ampliación que se pueden ver en la plataforma y en el ingreso.

Cuando uno llega, al salir de la zona de cintas de equipaje se topa con una cantidad de locales de alquiler de autos y de taxis. Pero si querés ahorrar un poco, la empresa Río Uruguay llega con sus colectivos regularmente y te deja en el centro de Puerto Iguazú por $ 400 (precio de agosto 2022). Eso sí, increíblemente se paga solamente con efectivo.

El aeropuerto está ubicado en medio de la selva, muy cerca de las cataratas, por lo que ir y venir a la ciudad es muy pintoresco por una ruta rodeada de un denso follaje. Llegar en auto demora unos 30 o 40 minutos, aproximadamente.

En cuanto a servicios, IGR está bien equipado. Cuenta con cajeros automáticos, varios locales de regionales y souvenirs (por si te olvidaste de comprar los alfajores), y de gastronomía. Hasta hay una joyería justo antes de entrar en los controles de seguridad. Si querés comer algo podes hacerlo en el local del hall, o luego de pasar el control de PSA, algo que no suele pasar en aeropuertos del interior fonde las salas de preembarque suelen ser diminutas y gracias si tienen baño. El área de preembarque de Iguazú es amplia y cuenta con asientos suficientes y bien distribuidos.

Es un aeropuerto que está preparado para dar buen servicio al pasajero. Esperemos que ahora las políticas de los gobernantes logren hacer crecer el número de turistas que lo visitan.

El Viejo Cementerio Judío de Praga

Ubicado en Josefov, el Barrio Judío de Praga, el viejo cementerio es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido siglos atrás. Es de esos sitios que te oprimen el pecho e infunden sorpresa y respeto a la vez. Quizá, un poco de temor también. Pero sin lugar a dudas es una de las visitas más importantes que se pueda hacer en la capital checa, y aún cuando pueda ser un tanto cara a nivel económico, no hay que perdérsela.

Durante siglos este terreno fue el único lugar donde estaba permitido enterrar a los judíos de la ciudad. La primer lápida de la que se tiene registro es la del rabino Avigdor Kara y data del año 1439, antes de que Colón llegara a América. La más reciente es de 1787, y aunque también es muy antigua, lo cierto es que ambas fechas dan fe de que el cementerio se mantuvo en actividad durante casi 350 años.

Sin embargo no es ni su antigüedad ni el largo período en que se enterraron cuerpos allí lo que más asombra al visitante, sino su propia visión y el panorama que aún hoy ofrece a quién se aventure en su interior. En un muy reducido espacio se verán cientos y cientos de lápidas de piedra, unas al lado de otras, algunas incluso inclinadas y a punto de caerse (y por supuesto están las que finalmente cayeron y terminaron contra el suelo). Todas ellas, intactas.

Miles de lápidas unas sobre otras, sin ningún tipo de distanciamiento, son el mejor testimonio de lo que durante años ocurrió en este lugar. Porque siguiendo la tradición judía que impide eliminar tumbas antiguas, y ante la imposibilidad de conseguir otro espacio para los enterramientos, los cuerpos en el Viejo Cementerio Judío de Praga comenzaron a sepultarse encima de sus predecesores, tan solo echando tierra arriba, al punto de llegar a completar un total de 12000 tumbas aproximadamente, dispuestas en hasta 12 capas de tierra.

Tanta historia y tanta muerte reunidas en un mismo lugar, realmente hacen que mientras uno recorre los angostos senderos del cementerio no vuele ni una mosca. Un poco por respeto, un poco por temor y por el clima un tanto enrarecido que hay en el lugar, durante la recorrida casi no se habla y cuando se lo hace, es en voz baja. Incluso los ruidos de la calle parecen contenidos por los muros perimetrales y llegan sordos al interior, muy lejanos, como si estuvieran filtrados.

La recorrida por entre las tumbas es parte de la visita a las sinagogas y todo está incluido en el precio del ticket. Son varias las que se pueden recorrer, pero nosotros no hicimos a tiempo a visitarlas todas. Sí entramos en algunas de ellas, como la sinagoga Pinkas, próxima al cementerio, que alberga un Memorial a las víctimas del Holocausto en el Protectorado de Bohemia y Moravia. Se trata de un lugar casi tan sobrecogedor como el camposanto mismo.

Al principio uno no distingue bien qué es ese arte particular en las paredes interiores, hasta que se acerca para mirar el detalle. Son nombres, en letra muy chiquita, dispuestos uno al lado del otro. Son nombres y números. Los nombres de cada una de las víctimas del régimen nazi, con sus correspondientes fechas de nacimiento y fallecimiento. Y cuando te das cuenta de lo que estás leyendo, es una cachetada sin aviso. Pero no es la única.

La sinagoga Pinkas tiene también una sala dedicada a los niños de Terezin, un antiguo complejo militar levantado por la realeza que luego los nazis convertirían en campo de concentración. En aquél lugar se había logrado que los niños tuvieran cuartos separados de los adultos. E incluso se había logrado instaurar para ellos talleres de dibujo. Y en esa sala, impactantes, están algunos de los dibujos que aquellos niños hicieron durante su cautiverio. En su mayoría se trata de dibujos llenos de esperanza e inocencia. Pero están también los que muestran trenes llenos partiendo, y gente tomando duchas comunitarias. Sabiendo todo lo que sabemos ahora sobre aquellos años, son obras de arte que te hielan la sangre.

Como para distender un poco, visitamos luego también otra sinagoga en las inmediaciones, donde se exponían diferentes objetos y donde pudimos aprender un poco más sobre las tradiciones judías.

La visita a las sinagogas y al cementerio judío de Praga es tan interesante como incómoda. Quizá por eso es que me fascinó tanto, y la recomiendo. La entrada puede comprarse en cualquiera de las sinagogas del circuito, y es válida para todos los puntos del recorrido.