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El LA-532 de Ezeiza a Santiago: Reporte de un vuelo lleno de emociones.

Volar, al menos para mi, es un placer apasionante. Trabajando con aviones he aprendido a quererlos al punto que hoy les dedico también mi tiempo libre a través de uno de mis hobbies: el spotting. En general disfruto de cada instante del vuelo, pero hay que decirlo, aunque todos tienen lo suyo algunos son más especiales que otros, y este que me dispongo a contarles en esta nota es uno de esos.

El LA532 marcaba el comienzo de mis vacaciones veraniegas y comenzaba el día anterior, cuando hice el checkin online para subirme a bordo del hermoso B787 de Latam que me haría cruzar la cordillera. Seguía por supuesto en Ezeiza, donde a pesar de haber llegado con 3 horas de anticipación (como corresponde) me esperaba una larga cola para el despacho del equipaje.

Llevaba conmigo (dentro del equipaje de mano, por supuesto) mi cámara reflex Canon que, con sus correspondientes lentes, yo ya había declarado en el formulario de aduana al que se puede acceder en la web de AFIP. Papel completo y en mano, sólo faltaba validarlo con el guarda de aduana apostado a un lado de los mostradores de check in en la Terminal A.

En ese sentido yo siempre recomiendo ser precavido y llevar el formulario ya completo e impreso, por duplicado. Esto hará que el trámite en aduana sea más ágil y le ahorra tiempo y trabajo al guarda que se sentirá más propenso a firmar el papel, mientras que si lo tienen que hacer ellos de cero me ha pasado que no lo quieran firmar porque «no hace falta». Nunca tuve problemas para volver a entrar al país con la cámara, pero una vuelta me pidieron el formulario de salida y, por supuesto, yo lo tenía listo y reluciente.

A un costado del puesto de aduana un cartel que «desinforma» a los viajeros al respecto de las franquicias, ya que no está actualizado con el último cambio de la del free shop que pasó a USD 500 tal como comentamos en este otro post.

Con tanta gente para hacer el check in nos demoramos más de una hora en completar esa fase, así que sin tener idea de cuánto íbamos a tardar adentro preferimos ingresar a la zona restringida sin perder tiempo. La precaución resultó no ser tan necesaria ya que tanto migraciones como seguridad fueron muy ágiles; sin embargo nunca está demás. Antes de entrar nos encontramos con el flamante local de Hard Rock Café en Ezeiza, inaugurado hacía muy poco.

Ya en zona de preembarque compramos unos jugos de naranja con medialunas a modo de desayuno, revisando por supuesto el precio previamente para no ser sorprendidos con una cuenta usurera. Mientras nos encaminábamos hacia el gate correspondiente me dediqué a sacarle fotos a los aviones en plataforma, y por supuesto la espléndida Reina de Lufthansa tuvo su retrato en la versión livery retro que tanto me gusta.

Ya sentado, mientras revisaba las fotos sacadas me llamaron la atención: «Qué es ese avión que viene allá? No reconozco los colores…» Se imaginarán que al levantar la vista no me daban las patas para correr hasta la ventana, setear la cámara y gatillar. Era el B737-800 de Norwegian que arribaba por primera vez al país, con el eximio Astor retratado en su estabilizador vertical. Lo «maté» a fotos desde la Terminal, y así lo comunicaba vía Twitter.

Y así salió la primer foto que le tomé a un avión de Norwegian Argentina:

Con semejante inicio el viaje se auguraba de la mejor forma. Tuve que dejar de fotear al «37» porque ya habían llamado a abordar. Así lo hicimos aunque el piloto informó por altoparlante que tendríamos una demora de media hora debido al intenso tránsito aéreo que había en Santiago de Chile. No era para menos, en ese preciso momento estaba llegando el avión del Papa Francisco al país vecino.

El despegue se realizó por pista 11 y enseguida los TCP comenzaron con el servicio de abordo que constaba de un sandwich de jamón y queso acompañado por un Bon o Bon «made in Chile» que tiene un sabor algo distinto al nuestro.

Ya saciada el hambre de los pasajeros (sin contar quizá a nuestra vecina de asiento oriental que le seguía dando a las mandarinas que se había llevado consigo), una de las tripulantes anunció que había un pasajero que quería decir unas palabras, y le cedió el intercomunicador. La propuesta de matrimonio a 30000 pies de altura sería entonces la segunda emoción del viaje.

Por supuesto que imaginando lo que se venía, hay video del momento clave donde incluso se ve que la novia abraza y besa a su amado, pero no atina a dar el «sí». Sólo en los segundos finales nos sacamos la duda…

El capitán anunció el cruce de cordillera unos doce minutos antes de comenzarlo, para darle tiempo a todos de ir al baño y volver a sentarse con los cinturones abrochados. Por mi lado me dio tiempo de preparar el celular para captar uno de los más bellos paisajes que puedan ver los ojos humanos: los Andes nevados desde el cielo.

Les dejo otra más, porque sobrevolar las montañas con luz solar lo amerita!

Casi inmediatamente después de que los Andes quedaran atrás, el avión hace su circuito de aproximación para encarar la pista 17L por la que aterrizamos.

Así finalizaba la primer fase de este vuelo, ya que el destino final era México y aún nos faltaba el tramo más largo. Pero eso es cuestión que queda para el post del lunes que viene!

 

Vuelo de Regreso con Latam: San Juan – Aeroparque, pasando por Mendoza.

En abril pasado, durante mi viaje a San Juan tuve la oportunidad de vivir uno de los últimos vuelos internos de Latam con servicio a bordo. Momentos después, y como ya anunciado desde hacía tiempo, la aerolínea cambió su modelo de negocios para migrar a algo más parecido al low cost, donde todo adicional se paga adicional (valga la redundancia). Así nació Mercado Latam, que es el servicio por el que podés comprar comida y bebida a bordo, ya que en los vuelos de cabotaje ya no se expende incluído en el valor del pasaje.

Para regresar a Buenos Aires hicimos el web checkin desde el celular, ya que durante todo el viaje tuvimos problemas con el wifi en los diferentes alojamientos donde paramos, y fue realmente una tarea complicada, ya que desde la carga de datos hasta la selección de asientos a través de una lista acotada a un par de opciones es muy poco práctico.

Aun cuando llegamos al aeropuerto con buena anticipación el cambio de asientos nos fue imposible: el vuelo estaba full así que no me quedaba otra que volar en la última fila. Esperamos en el hall del aeropuerto de San Juan hasta que Latam anunció el vuelo, y recién allí pasamos por los controles de seguridad de PSA que fueron dentro de todo bastante ágiles. Una bendición inesperada: la sala de preembarque de UAQ es lo suficientemente amplia como para que se pueda esperar el abordaje con cierta comodidad, incluyendo asientos, algo desconocido en los preembarques de otros aeropuertos del país.

Aquí quiero destacar una primer particularidad de interés para todos aquellos que viajen a San Juan, pero también a Mendoza por avión. Si bien subir con líquidos a la cabina está restringido a envases de 100 ml, esta norma tiene una excepción en las provincias vitivinícolas, donde se permite abordar los aviones con hasta 6 botellas de vino por persona. Al respecto no habrá inconvenientes ni en el checkin, ni en los controles de PSA ni tampoco con la tripulación del vuelo. Simplemente ténganlo en cuenta al momento de hacer las compras. Si se pasan de seis, el excedente tendrá que volar en bodega con el equipaje despachado.

Abordamos el A320 matriculado LV-BRY por escalerilla, accediento a través de la plataforma lo cual nos permitió sacar algunas buenas tomas del avión estacionado. Para mi sorpresa la cabina estaba bastante vacía, pero eso se debía a la particularidad de que el LA7658 es una especie de «bondi». Se trata de un vuelo compartido con Mendoza que realiza un round trip AEP –  UAQ – MDZ – AEP, motivo por el que salía de San Juan medio vacío, pero luego de apenas 15 minutos de vuelo estaba aterrizando en Mendoza donde se produce el mayor recambio de pasajeros.

La escala mendocina es bastante prolongada ya que se realiza el refueling del avión, dotándolo del combustible necesario para el regreso. Como los pasajeros en tránsito desde San Juan no bajan, la tripulación solicita que durante este proceso se permanezca con los cinturones de seguridad desabrochados y que no se utilicen los equipos electrónicos. La seguridad ante todo, y la agilidad de poder correr fuera del avión sin ataduras en caso de un incendio, antes que nada.

En Mendoza el avión terminó de llenarse y ahora sí, para el tramo más largo no cabía un sólo pasajero más. Fue para destacar la actitud de la tripulación durante el taxeo hasta la cabecera en uso, ya apunto de despegar y habiendo el comandante dado la orden de ubicarse en sus puestos, cuando una pasajera comenzó a sentirse mal y la azafata del galley trasero corrió «literalmente» para poder servirle un vaso de agua antes de que el A320 levantara el morro al cielo. «A ver si llego, porque estamos por despegar» le dijo a la pasajera, y llegó.

El resto del vuelo transcurrió sin mayores novedades. En el tramo entre Mendoza y Buenos Aires se realizó el servicio a bordo que consistió en la tradicional cajita infeliz, pero esto ya es historia como les comenté más arriba, ya que ahora es todo pago. El aterrizaje en Aeroparque se produjo con 10 minutos de adelanto, y las valijas fueron entregadas por las cintas de forma muy rápida, coronando lo que fue una buena experiencia de vuelo con Latam.