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Tarde de paseo en el Muelle Luis Piedrabuena de Puerto Madryn.

Hacia el extremo norte de la ciudad de Puerto Madryn, a algunas cuadras del Museo Oceanográfico y a apenas algunos metros del Monumento a los Caídos en la Guerra de Malvinas, el muelle Luis Piedrabuena sobresale de la costa adentrándose en el mar y se constituye no sólo en un punto de acceso a esta ciudad turística mundialmente reconocida, sino también en un espacio de paseo y recreación para toda la comunidad.

Se trata de un muelle con historia: habiendo sido habilitado para el servicio en enero de 1910, está en funcionamiento desde hace más de 100 años.

Fue construído ante la necesidad de contar con infraestructura portuaria donde pudiera operar el Ferrocarril Central del Chubut, principalmente para poder embarcar las mercaderías que debían viajar tanto a Buenos Aires como al exterior del país. La administración del muelle por parte del ferrocarril finaliza en 1957 con la creación de la Administración General de Puertos, que se hace cargo del lugar.

Años después, el muelle fue un hito para la contrucción de la planta de aluminio de Aluar, ya que por él ingresaron gran cantidad de los materiales necesarios para la obra. Lo mismo ocurrió con la represa hidroeléctrica Futaleufú. Recién en 1975 el Piedrabuena pierde algo de protagonismo al levantarse su hermano más joven, el Muelle Almirante Storni a algunos kilómetros de distancia. A partir de ese momento el muelle céntrico de Puerto Madryn queda habilitado para actividades pesqueras y deportivas, exclusivamente.

Hoy en día, y desde hace algunos largos años, el muelle recobró importancia ya que en él atracan los cruceros que todos los años llegan a la ciudad en grandes cantidades, con numerosos turistas (en su mayoría extranjeros) que vienen hasta esta latitudes para conocer Puerto Madryn y, seguramente, divisar alguna Ballena Franca Austral.

También es el hogar del Regina Australe, el crucero con el que se puede dar un paseo por mar, recorriendo la costa de la ciudad y llegando hasta la reserva natural de lobos marinos de Punta Loma, y cuyos tickets pueden comprarse en un puesto ubicado justo al ingreso al muelle.

El acceso al muelle es libre por parte del público, con lo cual también es muy utilizado para actividades de pesca.

Los fines de semana se llena también de gente que simplemente va a caminar, adentrándose en el mar mientras pasea un rato y disfruta de las vistas de la ciudad y sus alrededores desde un ángulo diferente, como por ejemplo la zona de Punta Cuevas donde desembarcaron los primeros colonos de estas tierras.

Seguramente sea por ese constante fluir de gente que los vehículos sólo pueden ir a 15 km/h.

El muelle es un lindo paseo para realizar en familia, pareja o incluso con amigos. No está demás cargar el termo con agua y comprar unos bizcochitos en alguna panadería, así el disfrute será completo. Las medidas de seguridad, por su lado, están a la orden del día, pero aún así es aconsejable no tentar el destino y no perder de vista a los niños. Nadie quiere que se enciendan las alarmas…

Con el cielo cubriéndose de nubes se hace hora de volver al hostel: nos espera una rica merienda bajo techo. Y a ustedes, los espero en el próximo post de Ahicito Nomás.

Visitamos el Ecocentro de Puerto Madryn.

Hacia un extremo de la ciudad de Puerto Madryn, a orillas del mar y cerca del monumento al Indio Tehuelche emplazado en la zona de las Cuevas Históricas de las que te conté en otro post, se encuentra el Ecocentro Puerto Madryn, un lugar que es mucho más que un museo.

Inspirado por su amor al mar, Alfredo Lichter, el naturalista y actual presidente de la Fundación Ecocentro se las arregló para llevar adelante este proyecto con el objetivo de promover en el hombre una actitud más armónica para con el mar. Para eso un simple museo no era suficiente, por lo que Alfredo concibió el Ecocentro como un espacio cultural que estimule la reflexión.

De esta forma, Ecocentro no tiene una simple muestra que te informa sobre la vida en el mar, sino que te lleva a experimentarla, y así busca generar una toma de consciencia más profunda. De alguna forma, busca cerrar el círculo.

La Ballena Franca Austral tiene por supuesto un lugar central en la muestra, que comienza en una sala con información sobre la especie, su forma de vida y las visitas que realizan cada año a la zona de Península Valdés, pero sigue luego de la forma más particular. Uno se adentra primero en una sala oscura donde pantallas simulan ser ventanas de una enorme pecera por las que se puede ver pasar tranquilamente una ballena en tamaño real; mientras que en sala siguiente, también a oscuras, uno puede experimentar en carne propia la comunicación que realizan estos mamíferos en las profundidades del océano a través de los sonidos. Un excelente acercamiento a la realidad diaria de las ballenas.

Otro punto destacado de la muestra es la pileta de invertebrados que simula un pozo de marea natural, en cuyo interior se pueden encontrar diversas especies de invertebrados marinos, tal como uno puede llegar a ver en los pozos formados por las superficies rocosas a orillas del mar. Allí hay, entre otros, estrellas y erizos de mar, que se alimentan principalmente de lo que encuentran en la pileta misma, aunque el personal del Ecocentro refuerza esto con algo de pescado para ciertas especies en particular. Más allá de esa pequeña intervención humana, la pileta de invertebrados se mantiene como si fuera un pozo de marea real, y nos permite observar con detenimiento los diferentes animales y vegetales que allí hay.

Ecocentro da un espacio importante también al arte, siempre relacionándolo con el sentido principal de la muestra. De esta forma diferentes retratos de naturaleza viva pueden encontrarse diseminados por sus pasillos y salas. Cuando pasamos nosotros había fotos realmente fantásticas. Lejos, muy lejos estoy yo de poder retratar algo así con mi cámara, así que de la sana, pero envidia total. ¡Todos los créditos a los autores!

Otro punto destacado del museo es la torre que se alza a modo de faro, desde la cual se tiene una panorámica inmejorable de la costa y el mar.

Al ingresar a la torre uno se encuentra con la réplica de un delfín, con la mitad delantera de cuerpo entero mientras que la mitad posterior muestra únicamente el esqueleto, reconstruido con huesos de un animal real. Esta obra de arte realizada por Luis Benedit busca generar toma de consciencia sobre una problemática puntual: el descarte por parte de buques pesqueros de aquellas especies que quedan atrapadas en sus redes, pero que no tienen finalidad comercial. Así, en general esos animales son devueltos al mar muertos, lo cual es un absoluto sinsentido.

La torre tiene además un mirador de 360º con sillones donde uno podría sentarse cómodamente a disfrutar de una buena lectura (preferentemente relacionada con el mar, claro), si no hiciera tanto calor generado por la enorme superficie vidriada de sus ventanas. Desde allí se puede contemplar un hermoso atardecer con la ciudad de Puerto Madryn de fondo (por lo que se recomienda ir a última hora de la tarde), o incluso espiar a las parejitas de enamorados que disfrutan del sol en un costado solitario de la playa.

Para grandes y chicos, el Ecocentro de Puerto Madryn será una parada obligada para todo aquél amante de la naturaleza y del océano que pase por esta hermosa ciudad patagónica. Los horarios y los valores actualizados de las entradas pueden consultarse en la página web del Ecocentro.

Una muestra sin desperdicio. Absolutamente recomendable. ¡Espero que la disfrutes tanto como yo!