Archivo por meses: noviembre 2016

Las Estatuas de Madrid y sus curiosas historias.

Durante el walking tour por la ciudad de Madrid visitamos los puntos neurálgicos del centro y observamos varias estatuas de las cuales Karen, la guía, nos contó historias sorprendentes.

Quizá la más curiosa sea la de la estatua ecuestre del rey Felipe III ubicada en el centro de la Plaza Mayor. Durante los tiempos de la República se consideró que no era una buena idea mantener ese símbolo de la monarquía en un punto tan concurrido de Madrid, por lo que se trasladó el monumento fuera del alcance del público. Sin embargo, para 1931 durante la Segunda República no sucedió lo mismo, y la estatua fue atacada por los manifestantes.

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En los festejos por la proclamación de la Segunda República uno de los simpatizantes introdujo un petardo por la boca del caballo, única abertura de la estatua. Al estallar, el petardo destruyó el vientre del caballo esparciendo miles de pequeños huesos de pájaros alojados en su interior. De esta forma se descubrió que la estatua había sido durante años un cementerio de pájaros, los cuales entraban por la boca del caballo y luego, impedidos de caminar de regreso o volar por la inclinación del cuello, quedaban atrapados en el interior de una trampa mortal.

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La escultura ha sido restaurada tal como la conocemos hoy, pero aún se pueden detectar signos de la Guerra Civil si uno mira con atención.

Otra estatua ecuestre de importancia es la de Felipe IV, ubicada en la Plaza del Oriente frente al Palacio Real. Según nos contó Karen, Felipe estaba celoso de la magnífica estatua de la Plaza Mayor que retrataba a su padre, Felipe III, y mandó a construir una aún más imponente, sobre la base de un retrato suyo que había pintado el genial Diego Velázquez, y que se puede ver en el Museo del Prado.

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Pero este trabajo fue todo un problema para el escultor Pietro Tacca, ya que la pintura mostraba al monarca sobre el caballo, y este parado sobre sus dos patas traseras, con las delanteras en el aire. Ni Tacca ni Velázquez encontraban forma alguna para montar la estatua en esta posición, y así se lo plantearon al rey, quién no aceptó cambios al respecto. Ambos artistas viajaron a Florencia entonces, en busca del hombre considerado como el más inteligente del mundo en esa época. El mismísimo Galileo Galilei los asesoró indicándoles que la solución era realmente simple: sólo había que construir maciza la mitad de abajo de la estatua, dejando la parte superior hueca. De esta forma el peso quedaría balanceado y el caballo podría ser eternizado sobre sus dos patas traseras.

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Para finalizar la recorrida de monumentos madrilenses, en la misma Plaza del Oriente, a metros de la estatua de Felipe IV, hay una serie de esculturas que representan a diferentes monarcas relacionados con España. En total se construyeron 108 estatuas que estaban originalmente destinadas a decorar la fachada del Palacio Real, pero nunca llegaron a esos balcones. El motivo no se conoce bien, pero la leyenda dice que la reina Isabel era una persona muy supersticiosa, y que vio en un sueño cómo estas estatuas se le caian encima y la mataban. Así fue como se decidió distribuir las obras por diferentes puntos de España, algunas de las cuales se instalaron justo frente al Palacio Real, a metros de lo que era su ubicación originalmente planeada.

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Así descubrimos un poco más sobre la hermosa Madrid y su historia, esta vez, a través de sus monumentos.

Espero que te haya gustado. ¡Hasta la próxima!

 

Conociendo el Museo Acatushun, en la Estancia Harberton de Ushuaia.

Una de las actividades que se pueden hacer en la Estancia Harberton (de la que ya te hablé en este otro post), es visitar el Museo de Aves y Mamíferos Australes Acatushun, que está dentro de las instalaciones de la propia estancia, incluso antes de llegar al casco principal.

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El museo debe su nombre al vocablo indígena con que los yámanas nativos se referían a la bahía Harberton, y funciona desde marzo de 2001 promoviendo la investigación biológica y patológica de mamíferos marinos de la zona.

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Hasta el momento de su muerte, en tiempos recientes, la institución estaba dirigida por Natalie Goodall, una norteamericana de Ohio que se convertiría en la esposa del administrador de la estancia. Resulta ser que seducida por lo leido en «El Último Confín del Mundo», el libro donde su fundador cuenta la historia de la Estancia Harberton, Natalie llegó como turista y convivió con la familia por tres meses. Tiempo suficiente para enamorarse del hijo del dueño y decidir quedarse para siempre.

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Biologa de profesión, Natalie comenzó a coleccionar esqueletos de animales muertos, hasta que unos visitantes llegados de Londres le hicieron ver que de uno de los especímenes del que ella tenía unos 30 ejemplares, sólo había dos en Londres y otro más en Buenos Aires. Con esto Natalie se decidió a comenzar la colección, en un lugar propicio para tal fin, ya que Tierra del Fuego tiene una corriente alrededor que gira y trae los animales muertos a la costa; además de presentar mareas con cambios repentinos que pueden llegar a dejar al descubierto hasta 9 kilómetros de costa mar adentro, sorprendiendo a los animales y dejándolos varados. Ni hablar del frío que ayuda a su conservación como en ningún otro lugar.

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Hoy en día en el museo se exhiben principalmente esqueletos de pequeños cetáceos, entre la que destaca la «falsa orca» con sus dientes afilados, lobos marinos, focas, y algunas aves. Algunos de ellos están colocados sobre las paredes, como si estuvieran nadando, y contra la silueta del animal dibujada en la pared para que uno se de una mejor idea; mientras que los esqueletos más grandes están colocados en el exterior, sobre el suelo a la intemperie, a un costado del edificio del museo.

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Además del museo en sí, en las instalaciones funciona un laboratorio dedicado especialmente al Proyecto AMMA (Aves y Mamímeros Marinos Australes), el cual se basa en el estudio de los animales muertos encontrados en las playas, y ocasionalmente en el avistamiento de animales vivos.

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El museo es realmente pequeño, y la visita cuenta con un guía que te explica y se hace muy rápido. En sí, si fuera exclusivamente para visitar el museo en una zona tan alejada de la ciudad se complicaría un poco, pero siendo un anexo a la visita a la estancia está bueno conocerlo y enterarse un poco en qué se trabaja allí.

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Según la información publicada en la web, el museo puede visitarse de octubre a abril, entre las 10 y las 19 horas. Se puede ir en auto como hicimos nosotros, o sino contratar alguna de las excursiones, como la navegación que incluye la estancia y, por supuesto, el museo.

Espero que cuando andes por el fin del mundo puedas aprovecharlo!