Archivo de la etiqueta: Navegación

Nos embarcamos para descubrir toninas en Rawson.

Por suerte en Rawson no todo es playa, porque sino yo en breve me aburriría. Una buena opción para tener algo de aventura es contratar la excursión de avistaje de toninas, que sale alrededor de las 9 de la mañana desde Puerto Rawson, en el extremo sur del balneario.

Habrá que llegar al lugar una media hora antes porque allí te equipan con chaleco salvavidas y te dan alguna que otra indicación antes de abordar. La excursión se realiza en la lancha que se ve en la foto de portada con capacidad para 57 personas, aunque el día que fui yo eramos menos de la mitad.

El paseo consiste básicamente en embarcarse y salir navegando por el Río Chubut hasta su desembocadura en el Océano Atlántico, en el cual la lancha se interna en busca de las tan preciadas toninas. En el interín se ve una lobería además de cualquier cantidad de aves, y el guía va explicando todo constantemente.

Los delfines patagónicos (o toninas como se los conoce en Argentina) son animales que se desplazan muy rápido en el agua. Son muy curiosos y sociables, tanto es así que suelen ellos mismos acercarse a la embarcación y hasta «jugar con ella», nadando a la par yendo de un costado al otro, adelantándose para luego esperarla, o bien perseguiéndola desde atrás. Es por ese movimiento constante y casi frenético que sacarles una foto es tarea realmente difícil. Así lo decía apenas zarpamos el fotógrafo profesional que es parte del equipo de la excursión, y que te recomienda dejar la cámara de lado para disfrutar la experiencia de observar las toninas y tratar de interactuar con ellas. De las fotos se encargará él y luego te las cobrará, obviamente. Al principio parece un chamullo para venderte la foto, pero pronto te das cuenta que algo de razón tiene. Esta es la única foto que pude tomar yo, y es apenas potable.

A bordo la gente se desespera y corre de un costado a otro de la lancha siguiendo a las toninas, que si bien suelen no estar solas, tampoco se presentan en grupos grandes. Si estás preocupado por sacar la foto lo más probable es que en ese frenesí te pierdas de lo mejor, sino del todo. En mi caso, opté por quedarme apostado en uno de los lados, cámara lista en mano, para gatillar en cuanto las viera pasar por allí. Necesitaba el registro propio para ilustrar el blog. Sin embargo, la mejor decisión fue filmar:

Como se ve tanto en la foto como en la filmación, lo que no fue buena decisión es tener la cámara tan expuesta, ya que una ola repentina la empapó con agua salada de mar, algo nada aconsejable para estos aparatitos.

Claro que como uno sale a buscarlas a mar abierto, en plena naturaleza, nadie garantiza que puedas ver toninas. En general, como son tan sociables y juguetonas, siempre se acercan cuando ven la embarcación, pero bien puede pasar que alguna de las salidas sea infructuosa.

Y salir a mar abierto no es sólo un tema por la posibilidad de que el avistaje sea un fracaso. El punto está en que es mar abierto. Uno enseguida nota la diferencia entre río y mar; y no sólo porque la escollera marca el ingreso a la desembocadura, sino porque el color del agua cambia completamente.

Cuando uno sale al mar el viento pega en serio, y si está picado como el día que me tocó a mi la navegación es toda una aventura. Uno ve el horizonte allá lejos, hasta que de pronto el agua enfrente comienza a levantarse y a transformarse en una montaña de líquido azul que no sólo corta la vista, sino que se acerca rápidamente. La lancha la trepa, llega a la cresta y se inclina hacia adelante para volver a bajarla. Y allí adelante está la próxima. Luego de un rato de esas olas uno agradece haberse levantado con lo justo y no haber tenido tiempo de desayunar.

El regreso se hace del mismo modo que la salida, volviendo a entrar al Río Chubut sobre cuya margen está el puerto desde el que se zarpa. Allí las cosas vuelven a estar tranquilas, y pasamos entre los lobos marinos que ni se inmutan por nuestra presencia.

En nuestro caso tuvimos el privilegio además de ver una maniobra poco común, supongo, en el puerto. Un barco pesquero se había quedado sin motor, y un compañero lo ayudaba, remolcándolo «codo a codo», tratando de lograr hacerlo llegar al lugar donde debía ser amarrado.

La excursión para avistar toninas es un imperdible de Rawson. La navegación está supeditada a las condiciones meteorológicas, por lo que es importante averiguar antes y reservar el turno. En mi caso lo hice con la empresa Estación Marítima a un costo de $850 en febrero de 2017, y fue una experiencia recomendable, aunque nos tuvimos que volver a puerto un poco antes de lo previsto ya que varios de los pasajeros se sentían mareados, quién suscribe estas líneas incluido!

Espero que a vos te toque un día de agua calma y puedas disfrutarlo al máximo!

Navegamos el Canal de Beagle en Velero.

La semana pasada te conté sobre la navegación en yate por el Canal de Beagle, una excursión que si bien es un poco cara, no podés dejar de hacer si estás visitando Ushuaia. Pero la verdad es que hay varias formas y opciones para hacerla, y cada una te ofrece algo diferente; tanto es así que durante mi segunda visita a esta hermosa ciudad, en enero de 2016, volví a incurrir en el tema, pero esta vez busqué una variante: tener la experiencia de haber navegado en velero por el Canal.

el-casino-desde-el-beagle

Por supuesto que navegar en un velero no implica ir al timón ni estar ajustando los cabos para izar o arriar la vela principal, como me hubiera gustado, pero ya el hecho de ir en un velero hace que la experiencia sea totalmente diferente. Mientras que en el yate se puede disfrutar de todo momento de la cubierta, el velero cuando agarra velocidad viaja escorado con lo cual uno no puede moverse libremente por la embarcación.

la-ciudad-entre-cabos

La mayor diferencia con respecto a las otras navegaciones es quizá el hecho de que en velero no se llega al Faro Les Éclaireurs, que está muy alejado y en una zona que es casi mar abierto y no es apta para este tipo de embarcaciones. Esto la verdad que es un gran condicionante, pero en mi caso como ya había hecho la navegación en yate y tenía mis fotos en el faro, no fue un factor de decisión. Sí lo fue navegar en esas aguas increíbles, y con una experiencia diferente a la que había tenido anteriormente.

escorados

La salida del puerto la hicimos bajo cubierta y una vez que estábamos adentrados en el canal pudimos salir afuera. Nos sentamos en el costado del velero, que comenzó a agarrar buena velocidad, escorándose fuertemente hacia la derecha y salpicando bastante a los que estaban más cerca de la proa. Según nos comentaron la velocidad crucero de esa embarcación era de 6 nudos y nosotros estábamos yendo a 8.

pies-fuera-de-borda

Tan rápido íbamos que, no sabemos cómo, nos pasamos de largo la isla de los pájaros. Este fue un punto bastante en contra porque si bien a mi tanto no me afectaba porque ya la había visitado la vez pasada en el yate, la verdad es que la isla estaba incluida en el itinerario por el que todos pagamos. Mi suposición es que habíamos agarrado tal velocidad, que los muchachos del bote quisieron aprovecharla y no frenar para luego tener que volver a arrancar desde cero: en fin, se ahorraron algo de laburo.

isla-lobos

Donde sí frenamos fue en la isla de los lobos marinos que como de costumbre aprovechaban el sol para tenderse a descansar. Aunque el macho estaba empecinado en no dejar dormir a sus compañeras de colonia. Allí el guía nos explicó que los lobos machos forman un harén, para lo cual primero deben alimentarse muy bien, ya que luego si se van al mar para comer puede ser que otro macho les haya robado las hembras para cuando vuelvan.

desembarcando

Luego la navegación siguió hasta la Isla H (llamada de esta manera por su forma, parecida a la letra), donde desembarcamos e hicimos una caminata. El desembarco se hizo en un puerto improvisado, en medio de las rocas, como puede verse en las fotos.

amarrado

En la Isla H sí vimos por fin aves. El guía intentaba dar algunas explicaciones, pero la verdad es que parecía que se había estudiado la lección la noche anterior para rendir el examen. No parecía tener un conocimiento basto sobre el tema y la conversación giraba rápidamente de la escueta explicación sobre flora y fauna a lo que conocíamos nosotros, o simplemente cómo habíamos llegado a Ushuaia.

aves-en-la-isla

Igualmente, cuando llegamos a un acantilado donde había una colonia de aves en la que los adultos les daban de comer a las crías de sus propios picos, no hizo falta explicación alguna más, y nos dedicamos a sacar fotos y oír la naturaleza en pleno.

colonia-de-aves

Otros pájaros aparecían más solitarios, sin embargo…

silueta

Luego caminamos hasta el punto que vendría a ser el palito horizontal del medio que une los dos verticales que forman la H, para encontrarnos con esta vista preciosa.

salida-al-beagle

Habiendo cumplido con la caminata volvimos al velero para retornar a la ciudad. La navegación de vuelta fue tan intensa como la de ida, e incluso más porque no había necesidad de parar en ningún lado. El velero se inclinaba hacia la izquierda y avanzaba con gran velocidad, el viento te pegaba fuerte en la cara y había que mantenerse bien agazapado y agarrado. Cada tanto era posible maniobrar con la cámara para sacar alguna foto, pero había que hacerlo con mucho cuidado, no sólo por el riesgo de caerse, sino por el de salpicar la cámara con agua salada. Igualmente, a la velocidad que íbamos los recaudos no fueron suficientes y una ola que trepó por el costado me empapó a mi y a la Canon, por lo que cuando volví a Buenos Aires tuve que llevarla al service para una limpieza completa.

vista-de-la-isla

Igualmente las fotos salieron, aún con la cámara salpicada, y así veníamos navegando durante el atardecer.

todos-sentados-contra-el-sol

Hacia el otro lado, llegando ya a la ciudad, se podía ver claramente el Aeropuerto Malvinas Argentinas.

aeropuerto

Y a un costado el Aeroclub, a dónde habíamos ido a sacarle la foto al DC-3 como te conté en este post.

aeroclub

Y finalmente llegamos, y arriamos la vela para ingresar al puerto y atracar.

arriando-la-vela

Así terminó otra experiencia náutica en Ushuaia. Con altibajos, pero que valió la pena haberla vivido, porque navegar a vela sin el ruido del motor, escuchando apenas la naturaleza, el viento y el agua que golpea contra el barco, es realmente otra cosa. Y claro, es además toda una aventura. Imposible vivirla desde el blog; si es algo que te gusta no dudes, andá y salí al Beagle vos mismo.