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Reporte de Vuelo: Regresando de Miami con Latam Argentina

Confiado en la cercanía del hotel con el aeropuerto (básicamente quedaba en frente), para volver a casa llegué a la terminal aérea con solamente dos horas de anticipación con respecto al despegue. Acostumbrado al sistema en Ezeiza encaré directamente la fila para despachar el equipaje, pero allí mismo el personal de tierra de Latam Argentina me frenó: antes debía imprimir la etiqueta del equipaje y el boarding pass en las máquinas de autogestión.

Puse entonces los datos de mi reserva, confirmé la cantidad de piezas que despachaba, y la máquina imprimió la etiqueta que habitualmente colocan en el mostrador del check in. Inmediatamente después hizo lo propio con el boarding. El personal de la aerolínea me ayudó a etiquetar mi valija ahí mismo, y luego sí pasé a despacharla en el mostrador.

El paso siguiente era dirigirme a alguno de los check points para realizar el control del pasaporte (que funciona como migraciones de salida) y el de seguridad, que es exhaustivo. Los electrónicos van cada uno en una bandeja diferente (para mi implicó una para la cámara y el teleobjetivo y otra bandeja para la laptop, además de una tercera para las zapatillas, cinturón y lo que llevaba en el bolsillo), y además allí mismo se realiza el body scan de todos los pasajeros. Si bien hay varios check points y cada uno tiene varios puestos, lo complejo del proceso lo hace bastante lento, así que hay que considerarlo a la hora de viajar al aeropuerto para hacerlo con tiempo.

Ya en preembarque me dirigí hasta la puerta 15 del sector J. Era de las últimas así que hubo que caminar un buen tramo, para lo cual el aeropuerto cuenta con las cintas mecánicas que permiten ahorrar distancias y llegar más rápido. Cada tanto había un centro de carga de baterías de los habituales en los aeropuertos, de los que hay que decir que resultan escasos y bastante incómodos, y allí uno aprecia todavía más las reformas que se realizaron en Ezeiza y les conté en el reporte de vuelo de ida. A eso se agrega que los pocos tomas que estaban libres, no funcionaban, así que no pude cargar la batería.

Con respecto a la terminal J, se la ve vieja y pareciera estar en obras. Llegando a la zona del gate J15 los asientos desaparecen y hay un gran espacio libre que da la sensación de que aún no se terminó de armar. Así que para esperar el comienzo del abordaje tuve que sentarme bastante alejado, y prestar mucha atención a los anuncios de Latam que se oían a lo lejos.

Una vez a bordo me instalé en mi asiento, que esta vez sí era ventanilla. Originalmente había sido ubicado en pasillo pero en salida de emergencia, lo cual en principio parecía muy buena idea, pero enseguida noté que el asiento de atrás mio también era salida de emergencia (el B767 tiene dos en filas consecutivas) lo que implicaba que mi asiento no era reclinable, por lo que decidí cambiar al momento del web check in y mudarme al único asiento en ventanilla que estaba disponible.

Sorprendentemente, el proceso de que los pasajeros se acomoden ellos y sus equipajes no fue tan caótico como suele ser en un vuelo Miami – Buenos Aires, pero aún así llevó su tiempo, con muchas idas y venidas de los TCP. En medio de todo esto, se lanzó el audio de seguridad, sin que absolutamente nadie le estuviera prestando atención, y sin que siquiera los TCP estuvieran realizando la demostración con las máscaras y cinturones. Evidentemente algo no estaba bien, pero finalmente lo corrigieron: se frenó el audio y luego se retomó cuando todos estaban en sus asientos, excepto la tripulación que hacía la demostración en los pasillos.

Para la cena tuve la suerte de estar sentado en una de las primeras filas que atendía la TCP que nos tocó. Y digo esto no por comer antes que el resto, sino porque Latam da un menú con tres opciones diferentes, y ser de los primeros te permite elegir (y que tu elección esté disponible). Cosa que no pasó un par de filas adelante, donde al llegar los TCP se habían quedado sin la opción que los pasajeros querían, por tanto tuvieron que comer lo que había. Las protestas se hicieron oir, comparación con Flybondi incluida, y la verdad que con razón porque si das opciones para elegir tenés que tenerlas disponibles. Sino, no trabajes a la carta, y listo. Mala política de Latam que sin dudas se asegura el descontento de un par de pasajeros por vuelo en lugar de buscar exactamente lo contrario.

Igualmente los que se quedaron sin pollo, tranquilos. Yo lo elegí y por supuesto para mi había, pero no tenía gusto a nada, así que no se perdieron gran cosa. El servicio de comidas de Latam es mucho packaging y pinta, pero cuando hablamos de sabores suele dejar gusto a poco.

Algo que me llamó mucho la atención fue que en medio del vuelo el comandante prendiera la señal de cinturones y lanzara el audio de advertencia por estar entrando en una zona de turbulencias, cuando instantes después aparecieron las TCP con los carritos para hacer el servicio. Me vino a la mente la imagen del avión de Aerolíneas Argentinas con heridos y la cabina hecha un verdadero desastre luego de sufrir una turbulencia severa mientras servían la comida pero nada de eso pasó, el avión ni se movió.

Al momento de aterrizar la jefa de servicio abordo anunció que las valijas se recuperarían por la cinta 5, lo cual fue una información acertada. En migraciones quise repetir lo que hice en el vuelo de ida y pasar por las máquinas automáticas, pero estaban deshabilitadas, así que tuve que hacer migraciones a la vieja usanza. Supongo que fue un tema de horario porque cuando ya estaba por ser mi turno vi como las maquinas pasaron de tener luces rojas a verdes y gran cantidad de gente se mudó de la cola para dirigirse hacia ellas.

El paso final fue pasar el control de aduana, punto donde se concentra mucha gente por lo que hay guardas que agilizan la asignación del canal accionando el semáforo: verde pasás por el centro siguiendo la línea de color que te saca de la zona restringida sin más controles; rojo te indican a qué scanner dirigirte. En mi caso (como casi todos los que pasaban) salió rojo, pero luego de escanear el equipaje no hubo más inspecciones, a pesar de la laptop y la cámara de fotos que me había llevado al viaje, y de las cuales tenía lista la declaración de salida por si aduana la pedía.

Ya estaba nuevamente en casa. Detalles del viaje y el alojamiento en Miami vendrán en los próximos posts.

Reporte del Vuelo 4M7820: De Ezeiza a Miami con Latam Argentina.

Quiso el destino que por motivos laborales tuviera que viajar a Miami, así que allí me embarqué en el Boeing 767 con el que Latam Argentina realiza el vuelo directo entre la capital argentina y la ciudad preferida de los argentinos (al menos hasta hace poco) para hacer las compras.

El 4M 7820 despega a las 21:30 hs. y cuando llegué a Ezeiza, tres horas antes, no había prácticamente nadie. No tardé nada en despachar el equipaje, y enseguida me fui al puesto de aduana para declarar la cámara de fotos y los lentes (llevaba también la laptop pero con la nueva regulación que permite traer una sin declarar ni abonar aranceles, y como no tenía pensado comprar nada de ese estilo, no hizo falta declarar la que  me llevaba).

Luego de una demora considerable ya que en aduana sí que había gente, pasé los controles de seguridad donde me hicieron sacar el cinto, pero no las zapatillas ni poner aparte la laptop que llevaba en la mochila. La novedad del viaje llegó al momento de hacer migraciones, donde una importante cantidad de gente hacía cola para pasar por los puestos, mientras que a un costado se veían solitarias las máquinas automáticas de autoservicio. Consulté a un funcionario de Migraciones y me indicó que andaban, así que me acerqué y scanie mi pasaporte en el primer lector. Luego de una pequeña demora la compuerta se abrió dejándome pasar. Al hacerlo, uno queda encerrado en una especie de exclusa. El segundo paso será escanear la huella digital, a cuyo resultado positivo la segunda compuerta se abre y permite el acceso a la zona de los gates. Rápido, simple y práctico: ya estaba formalmente fuera del país.

Realmente hacía rato que no viajaba al exterior y tengo que decir que, a diferencia de lo que fueron las inversiones en el área de la terminal de cargas, las inversiones que se hicieron en la zona de preembarque dieron sus frutos: ahora el espacio es amplio, luce super renovado y bien iluminado, e incluye asientos en excelentes condiciones, sillones y hasta unas mesas altas que funcionan como centros de trabajo, con toma corrientes para que puedas cargar tus baterías. Eso sí, los tomas USB que probé no funcionaban, así que tuve que buscar el cargador y utilizar el toma normal.

Incluso hay un área de recreación para los niños, en la que destaca por supuesto, el avión.

Cuando uno vuela a Estados Unidos debe considerar que hay controles adicionales, por lo que es conveniente llegar con anticipación al aeropuerto. De hecho los controles comienzan ya antes de entregar el equipaje, donde personal de seguridad te somete a un muy breve cuestionario con respecto al equipaje que estás llevando. Ya en la zona restringida del aeropuerto, antes de abordar en el gate, la gente de seguridad revisa además todo el equipaje de mano, por lo que el embarque demora bastante más de lo habitual. En mi caso, me llamó la atención que no me pidieran ver la laptop, pero en general la inspección es bastante exhaustiva.

Ya abordo del Boeing me encontré con un vuelo que iba full. Mi asiento era el 15D, pasillo izquierdo de la hilera central, y a mi lado viajaba una pareja con su bebé. Pensé que realmente iba a ser una tortura, pero nada más lejos de la realidad: el niño se comportó como un rey, comió y durmió todo el viaje, mejor que muchos adultos.

Aunque sigue sin convencerme el menú gourmet de Latam, los canelones que elegí para la cena estaban bastante aceptables. Para el desayuno, en cambio, elegí el sandwich de jamón y queso que me dejó con gusto a poco. Y entre ambas comidas algo que me sorprendió: una segunda pasada luego de la cena para ofrecer bebidas, entre las cuales hasta había whisky.

El mayor problema del vuelo tuvo que ver (supongo) con el hecho de que los B767 que opera Latam Argentina son bastante viejos. Cada asiento tiene pantalla individual en la cabecera, y si bien es táctil, su lentitud puede resultar algo exasperante. La opción es el control remoto ubicado en el apoyabrazos, pero que en mi caso, no funcionaba. Esto me dejaba además sin poder prender la luz de lectura (y por lo tanto me fue imposible leer nada) como así también sin poder llamar a la azafata, ya que ambas funciones se accionan desde ese aparatito.

El vuelo fue sereno y aterrizamos puntuales en el Aeropuerto Internacional de Miami, donde debido a la ubicación privilegiada de mi asiento (tener en cuenta la hilera 15) estuve entre los primeros en descender del avión y llegar a migraciones. Tipicamente argentino, el que iba adelante mio se mandó de una a la ventanilla de control, y el reto que se ligó fue digno de filmación, aunque claro, en esa zona las cámaras están prohibidas. Pero en el piso la linea blanca indica claramente «Espere aquí a ser llamado», y bien que la policía se lo hizo notar (y perder el turno).

Y allí estaba yo, frente al oficial de migraciones y su tan temido cuestionario de admisión, que para mi sorpresa constó solamente de dos preguntas: cuántos días me quedaba y dónde. Sello, firma, «have a nice day» y ya estaba adentro de los Estados Unidos de América. Retiré la valija que llegó entre las primeras gracias a la marca de «Equipaje Prioritario» y pasé frente a los funcionarios de aduana sin que me consultaran ni revisaran nada más.

Por el ascensor subí al 2° piso de la terminal, donde está el área de «partidas» y por donde pasan los shuttles de los hoteles, que tienen recorridos y horarios fijos. Un punto a tener en cuenta: al momento de reservar el hotel en Miami, conviene chequear si ofrece el traslado gratis desde el aeropuerto. Es un servicio rápido y confiable, además de económico ya que sólo cuesta la propina que uno le quiera dejar al conductor. Y así sí, ya estaba en viaje hacia mi alojamiento, pero eso será cuestión de otro post.