Archivo de la etiqueta: Aeropuertos

Corriendo el Aeropuerto de Miami para conectar de regreso desde Guatemala.

Conectar en Miami no es cosa fácil, y menos si se viaja por compañías distintas, aunque el pasaje sea el mismo y corresponda a una de ellas a través de la magia del código compartido. Primeramente hay que contar con VISA para entrar a Estados Unidos, luego hay que hacer migraciones, y por último volver a embarcar. Este es el reporte de dos vuelos con conexión agitada.

Como es costumbre, hice con anticipación el web checking desde el fabuloso Hotel Camino Real de Antigua Guatemala, y me bajé al celular la versión digital del boarding pass. Esto me ahorró algo de tiempo en el aeropuerto donde pude pasar directo a entregar el equipaje para despachar. En el desk de checkin me entregaron los boardings para los dos tramos (GUA – MIA y MIA – EZE) con el asiento que había elegido por web para el primero y con el 23D para el segundo. Claro, el pasaje era de American Airlines pero el vuelo de regreso en realidad era el directo de Latam desde Miami, y por ser una compañía distinta el sistema no me dejó elegir asiento en el B767. La buena noticia es que la valija la retiraba directamente en Buenos Aires.

Algo a tener en cuenta es que para hacer migraciones de salida en Guatemala hay que llenar un formulario idéntico al de entrada, que te dan en el mostrador de checkin. Si bien había bastante gente distribuida en varias filas, tanto eso como seguridad fueron relativamente rápido y enseguida pudimos liberarnos para comparar los precios de Zacapa, el ron por excelencia guatemalteco. El dato: comprarlo en el Museo del Ron de Antigua salía más barato, y además, si uno conecta en Miami no puede comprar el líquido en el free shop de Guatemala, salvo que recupere la valija allí y la pueda volver a despachar.

El aeropuerto de Guatemala no es muy grande pero se las arregla para tener varios locales de comidas e, incluso, un área de juegos para niños. Como en la zona de preembarque no hay casas de cambio aproveché los últimos Quetzales que me quedaban en consumir algo antes de abordar. Mientras caminaba hacia el gate, la rigurosidad de la autoridad fiscal me llamaba la atención…

Luego de hacer algo de spotting para matar el tiempo, el embarque se tornó muy lento. El 737 de American Airlines iba realmente full y la gente se tomaba su tiempo para encontrar el asiento, acomodar el equipaje de mano en los compartimientos superiores y hasta para sentarse ellos mismos. Ante la pasividad de los TCP que solamente pedían celeridad sin intervenir en los claros focos de atascamiento que se presentaban, el cierre de puertas se atrasó más de media hora.

Una vez arriba, el servicio fue bueno y el trato muy cordial. En ese momento disfruté de la bebida de cortesía y los mini Pretzels. Las preocupaciones llegarían luego, una vez aterrizados.

Contra todo lo planificado, y sin darme cuenta en un principio a causa de la diferencia horaria, cuando toqué suelo americano tenía menos de una hora para abordar el vuelo de conexión. Como las veces anteriores, realicé el primer paso del trámite migratorio en las máquinas del Aeropuerto de Miami, pero cuando me acerqué a los puestos de control me encontré con una cantidad impensada de gente. Se ve que eran muchos los arribos a esa hora de la tarde, todos juntos. Cuando salí de ese embrollo tenía menos de media hora para presentarme en el otro Gate, que no tenía la más pálida idea de dónde estaba. Cuando pregunté a un guardia de seguridad se me cayó el alma al suelo: la terminal H está en la otra punta del aeropuerto con respecto a la Terminal de American Airlines. Sin dudas, había llegado la hora de correr en serio.

Con la ventaja de no tener que despachar equipaje llegué al Checkpoint H agitado y absolutamente transpirado. Con pasaporte en mano y como pude, comencé a pedir permiso a la gente para que me dejaran pasar, explicando que perdía el vuelo: «Sorry, first flight delayed, I’m missing my conection» repetía una y otra vez. No hacía falta en realidad, creo que con verme la cara ya me dejaban pasar. Así llegué al puesto de control de pasaportes, donde la oficial, luego de verificar  mi boarding pass y la hora en su reloj me dijo que me iba a ayudar. Por indicación de ella salteé a todo el mundo en el control de seguridad, y mágicamente quedé primero frente a las cintas del scanner.

Luego del bodyscan y el posterior palpado por parte del personal de la TSA, y de que por suerte no requirieran mayores inspecciones de mi equipaje de mano, me calcé y con cordones sin atar y cinturón en mano en vez de abrochado a la cintura, hice la corrida final hasta el Gate 11 donde el embarque, aunque algo retrasado, ya había comenzado. Me acomodé la ropa, me sequé la transpiración con un pañuelo de papel (o dos, o tres) y ya algo más presentable, abordé el 767 de Latam Airlines que me traería de nuevo a casa.

El vuelo a Buenos Aires en sí no tuvo nada relevante que merezca ser contado, más considerando que lo hice varias veces ya. El único detalle fue que mi kit no tenía auriculares, pero en este caso no me importó demasiado porque ya con alcanzar el vuelo estaba más que contento, y por otro lado tenía trabajo que hacer, así que gran parte del viaje la pasé concentrado en la laptop. Hubiese querido dormir un poco (algo que por lo general me cuesta en los aviones) pero el stress de la corrida me había puesto en un estado de alerta que no me dejó pegar un ojo durante largo tiempo. Ya tendría tiempo para eso en mi propia cama.

La lección de todo esto es que para conectar en Miami lo mejor es hacerlo siempre con la misma aerolínea. En segunda instancia, con ambos pasajes comprados a la misma línea, para que en caso de que se demore el primer vuelo nos reconozcan y reubiquen en el próximo avión. Y siempre considerar posibles demoras en migraciones y el tiempo que tomará además llegar hasta el nuevo gate. En el caso de volar en distintas aerolíneas y con pasajes separados habrá que recordar que lo recomendable es estar en el aeropuerto tres horas antes del vuelo para tramos internacionales. Sin embargo, conectar de esta manera siempre conlleva un cierto grado de stress. Por eso, la foto final del post es la del local del mejor ron guatemalteco, como para relajar un poco.

Un momento de relax: el Salón Vip del Aeropuerto Internacional de Tucumán.

El viaje de un solo día a Tucumán es muy cansador: te levantás a la madrugada para abordar el vuelo de ida y el de regreso despega recién pasadas las 20 horas, con lo cual bien amerita que quien pueda y llegue con el tiempo suficiente, pase por la sala VIP para relajarse un poco.

El Benjamín Matienzo cuenta con una sala Aeropuertos Vip Club ubicada en la zona de embarque, que aunque pequeña, logra ser muy confortable. La tarjeta Priority Pass (que algunos bancos brindan de forma gratuita como parte de sus paquetes de productos) permite el acceso al vip, incluso con un acompañante sin abonar cargo alguno. A diferencia con lo que pasa en otros aeropuertos como el de Ezeiza, donde los horarios habilitados por Priority Pass son irrisorios y no le sirven casi a ningún viajero, en el Aeropuerto Internacional de Tucumán se puede ingresar de 7 a 22:30 y permanecer un máximo de 3 horas.

Para acceder hay que anunciarse por un teléfono ubicado sobre la pared que divide la zona de mostradores de check in con la zona de embarque. De esta forma personal del Vip se acercará hasta el acceso a las puertas de embarque, donde se chequearán los boarding pass, los DNI, y la tarjeta Priority Pass en sí. Con esto en orden, nos acompañarán a realizar los controles de seguridad, y luego nos indicarán cómo llegar a la sala Vip en sí.

La sala es pequeña, pero esos sillones valen oro luego de un día arduo de mucho trabajo y poco sueño. El vip está climatizado, obviamente, y al entrar te entregan la clave del wifi para que puedas navegar tranquilo sin usar datos. Un detalle: hay algún que otro toma, donde de hecho yo aproveché a cargar mi celular, pero en sí no parecieran estar pensados para la comodidad del pasajero que necesita, por ejemplo, trabajar con su laptop, ya son pocos y están distribuidos contra las paredes, en ocasiones lejos de los sillones.

La parte de servicio gastronómico parece pequeña, pero está bien atendida. Para comer tenés disponibles alfajorcitos, medialunas, galletitas, maní y snacks; mientras que para tomar podes prepararte café con la máquina, o abrir la heladera donde hay gaseosas, cervezas, aguas, chocolatada y también yogurth.

Al personal se le puede pedir copas de vino de los que se ven en el mostrador que hay para elegir, y también sandwichitos de miga, aunque estos no están a la vista, así que dato importantísimo para tener en cuenta cuando vayan.

Para pasar el tiempo hay revistas y una televisión, y por supuesto está la pantalla con la información de los vuelos, aunque cuando fuimos nosotros eramos muy pocos y la misma chica que estaba a cargo del vip nos avisaba cuándo teníamos que embarcar. Para los #avgeeks o enfermitos de los aviones como yo, el ventanal con vista a la plataforma es glorioso, y por supuesto sirve para darte cuanta cuando llega el avión que tenés que abordar, como el BFO de Latam.

Una vez que se hace la hora, el personal del Vip te avisa y te acompaña hasta el gate en la sala de embarque. De hecho hay acceso a la plataforma directo, así que en realidad se sale por ahí y se vuelve a entrar a la terminal, por la puerta por donde minutos después, luego de haber hecho el control del boarding en el gate, saldremos para finalmente abordar el vuelo.

Es una muy buena opción para estar algo más cómodo mientras se espera el vuelo (ni hablar si este se atrasa) y para tener una visión hermosa de la plataforma. La contra: aparentemente está solamente disponible para vuelos de cabotaje. Quizá algún lector pueda confirmar o corregir esta información. De ser así, considerando que Tucumán recibe vuelos regionales y que quizá esto se vaya ampliando cada vez más por la política aerocomercial del gobierno, sería bueno ver la forma de poder brindar este servicio diferencial a pasajeros que vayan a embarcar en vuelos internacionales.