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AR1456: Reporte de un vuelo cancelado por niebla.

Es la noche del sábado 30 de junio y estoy sentado en la butaca del teatro, esperando que se levante el telón y aparezca el groso de Enrique Pinti para hacerme morir de risa (o de llanto tal vez) con su monólogo sobre la actualidad argentina, que bien podría ser también uno sobre historia nacional. Como tengo por costumbre, antes de silenciarlo doy una rápida revisada al celular, para enterarme de la noticia vía el twitter de @diazpez.

Nada que hacer en ese momento, terminada la función vuelvo a la carga y entra la notificación de Tripadvisor. Con el último aliento de esperanza, como queriendo torcer el destino, reviso la web de Aerolíneas Argentinas y me queda claro que mis chances de volar el día siguiente como estaba previsto se habían esfumado. Todos los vuelos hasta las 16 hs del domingo habían sido cancelados por niebla.

Como se pudo ver en todos los noticieros, y como se podía percibir al salir uno mismo a la calle, la niebla era realmente intensa aquella jornada. Con Aeroparque bajo mínimos, obviamente toda la operación aérea queda cancelada, y esto repercute no solo en el momento sino también en los vuelos siguientes.  En primer lugar por el vencimiento de las tripulaciones que deberán tomar su descanso correspondiente; en segundo lugar porque las aeronaves que iban a operar esos vuelos no podían llegar al aeropuerto que permanecía cerrado.

Es importante destacar que el cierre de los aeropuertos por condiciones meteorológicas es ajeno a las líneas aéreas que operan en ellos, y por tanto estos eventos no habilitan a ninguna compensación ni indemnización por parte de las empresas; aunque sí deben disponer de los medios necesarios para informar a sus clientes y asistirlos en reacomodarlos en los próximos vuelos disponibles, lo cual, por supuesto, requiere de una logística importante.

En mi caso intenté constantemente hablar al 0800 que informó Aerolíneas Argentinas en su comunicado oficial, pero sin suerte. Tanto sábado por la noche como domingo todo el día o era imposible ingresar al call center, o cuando lo lograba nadie contestaba el teléfono a pesar de dejarlo sonar durante largos minutos (en una ocasión casi 10). Intenté reprogramar mi vuelo a través del Facebook oficial de la línea vía Messenger, pero al día de hoy la compañía tampoco contestó aquél mensaje. Aplazado entonces para Aerolíneas en materia de comunicación y atención al cliente, que evidentemente es un aspecto en el que deben trabajar fuerte y mejorar.

La información sobre mi nuevo vuelo llegó finalmente vía TripCase, que el amigo Sir Chandler me confirmó que es una aplicación de Sabre, el sistema de reservas que utiliza Aerolíneas Argentinas, por lo cual lo podía tomar como información oficial a pesar de no haberme podido comunicar nunca con la empresa. Dicho y hecho, quedé asignado para el mismo vuelo, pero del día siguiente al previsto, tal cual el mensaje de la aplicación que luego fue reconfirmado vía mail oficial de la línea.

Si bien habíamos hecho el web checkin, eso era válido para el vuelo que nunca salió, por lo que llegamos con tiempo a Aeroparque para ver cómo había quedado todo en el vuelo reasignado. Finalmente, y como era de esperar, nos dieron otros asientos según la disponibilidad que tenía el avión.

Como abordamos por plataforma, mientras subía la escalerilla tuve oportunidad de fotear al ATR de Avianca que taxeaba hacia su posición de estacionamiento.

El LV-GKS que abordamos estaba en excelentes condiciones. Con menos de dos años de antigüedad, está muy cuidado y lucía impecable. Además está provisto del sistema de entretenimiento a bordo por wifi, por lo que lamenté no haber tomado la precaución de descargar la aplicación BRAVO para probarla, pero tomé nota mental de hacerlo antes del vuelo de vuelta.

Con unos pocos minutos de atraso nos dirigimos a la cabecera 13 por donde despegamos. El día aún estaba nublado y el ascenso fue algo movido hasta lograr traspasar el techo de nubes. Cuando el comandante anunció que estábamos a altitud de crucero los TCP comenzaron con los trabajos para preparar el servicio abordo.

Correcto, el mix de frutos secos y el alfajor fueron acompañados por un café con crema. Hay que tener en cuenta que el vuelo a Salta es de aproximadamente dos horas, y por esto se da refrigerio. Desde hace un tiempo Aerolíneas no da servicio a bordo en vuelos de menos de una hora.

El resto del vuelo fue muy tranquilo, y a falta de BRAVO pasé el tiempo sumido en la lectura (siempre embarco con un libro en la mochila) y en la contemplación de los paisajes desde el aire.

Las nubes sobre las montañas son siempre un espectáculo hermoso, pero en este caso pudimos observar además el Dique Cabra Corral desde al aire, ya en aproximación de aterrizaje al aeropuerto de Salta.

El aterrizaje fue muy suave y se dio en la pista secundaria del aeropuerto internacional, ya que la principal aún estaba con trabajos de mantenimiento. A pesar de estar en pleno invierno y haber abandonado Buenos Aires con frío, en Salta la temperatura era de unos agradables 18°C.

Se trata de un aeropuerto pequeño y el acceso al sector de cintas de equipaje se realiza por una muy angosta escalera mecánica, que de hecho complicó a una señora a la que terminé ayudando a bajar. Esto me llamó la atención porque hace unos meses atrás la terminal aérea estuvo cerrada por obras y los vuelos fueron derivados a Jujuy por 3 semanas, pero por lo que pude ver me dio la impresión que no se llevaron adelante las refacciones en el área de pasajeros. De hecho, las cintas son cortas, provocando que la gente se amontone a su alrededor y que el proceso de recupero de valijas se haga bastante lento.

Como estamos habituados, en las salidas del  hall se agolpan las diferentes ofertas de taxis y transportes hasta la ciudad. Para tener de referencia, hasta el centro histórico el precio del viaje en julio 2018 era de ARS 200 aproximadamente.

Así volví una vez más al Noroeste Argentino, un viaje que me debía porque es una zona del país que me sigue fascinando. Pero de eso iremos hablando en los posts que vienen próximamente.

Regreso desde Córdoba con tormenta: Crónica del turbulento vuelo AR1571

Mi último viaje a Córdoba fue un tanto «accidentado» en cuanto a materia de vuelos se refiere. Como ya les conté en la crónica del AR1510 (link al post) el vuelo de ida me lo cancelaron. Y ahora para la vuelta la hora de presentarme en el aeropuerto me agarró finalizando una reunión a varias decenas de kilómetros de la capital cordobesa.

Ese día el viento estaba particularmente fuerte, al punto que los objetos livianos volaban por la calle, y ya en la ruta el polvo que se levantaba complicaba mucho el manejo ya que obstruía considerablemente la visibilidad. Si bien esto obligaba a ser muy cuidadoso al manejar por la posibilidad de un accidente (de hecho nos cruzamos con uno), por otro lado el mal tiempo era mi esperanza de que el vuelo se demorara. Sin embargo al chequear el status en el celular el AR1571 figuraba «on time» así que apretamos los dientes y le pusimos la mejor onda para llegar lo antes posible.

Finalmente llegamos al Taravella a las 19:25 para abordar un vuelo que estaba programado para despegar a las 20:20. En condiciones normales ya tendría prácticamente un pie afuera del avión. Sin embargo respiré cuando al acercarme a los mostradores un empleado de Aerolíneas me pregunta si estoy para el 1571, y me indica que pase: aún estaba a tiempo.

En realidad luego me enteraría de que por la tormenta (que no solo estuvo en Córdoba sino que fue muy fuerte en Buenos Aires) el vuelo se había atrasado en su salida desde Aeroparque, y por lo tanto el avión ni siquiera estaba en plataforma cuando yo llegué al aeropuerto. Sin embargo al momento del check in el personal de Aerolíneas no me aclaró nada de esto, así que hice seguridad e ingresé al área de preembarque apurado.

Con las demoras en los vuelos esa zona del aeropuerto quedó bastante justa. Eran pocos los asientos libres y las colas pagofacileras de quienes querían abordar antes de que el avión atracara en la manga dificultaban el paso de quienes querían ir al baño, en la punta del salón. Por otro lado un único local expende comidas rápidas y bebidas; y no hay siquiera un kiosko. Si uno quiere una golosina tendrá que caer en la muy escueta oferta del free shop. Por mi lado me compré una gaseosa y me senté a dejar pasar el tiempo mirando cómo los vuelos que arribaban a Buenos Aires daban varias vueltas antes de aterrizar. Así hacía espera el vuelo anterior al mio.

Finalmente, con más de una hora de retraso, abordamos el B737-800 a las 21:35, mientras el personal de tierra hacía el reabastecimiento de combustible. Por supuesto, las TCP anunciaron la maniobra e instruyeron a los pasajeros a mantenerse sentados con los cinturones desabrochados y a no utilizar equipos electrónicos, indicación esta última a la que nadie le hizo caso.

El servicio de abordo dejó bastante que desear. No porque sólo sirvieran bebidas (algo ya sabido y aceptado) sino por la calidad de la atención por parte del personal de la aerolínea. La jefa de abordo hacía los anuncios por parlante como si estuviera corriendo una carrera: hablando a mil por hora, se trababa, se equivocaba y corregía sobre la marcha, con el resultado de que se entendía poco y nada. Si no hablabas castellano y tenías que esperar el anuncio en inglés, te la regalo! ¡No tengo idea de dónde aprendió inglés esa chica!

Otro punto que me llamó la atención, y hasta me preocupó un poco, es que nunca pasaron a asegurar la cabina para el aterrizaje. Que no retiraran los vasitos luego del servicio en definitiva termina siendo un detalle menor del servicio, pero habitualmente los TCP hacen el anuncio de que comienza la aproximación al aeropuerto de destino y pasan controlando que los asientos estén en vertical y las mesas rebatidas. Nada de eso pasó en este caso y casa pasajero tocó tierra dispuesto como mejor le vino la gana. Algún lector experto en la materia podrá quizá comentar qué tan importante es asegurar la cabina para el aterrizaje y por tanto, qué tan o poco grave fue esta falta de los TCP del 1571.

Aunque supongo que esto es una falla en la seguridad del vuelo (en cuanto a la integridad física de los pasajeros) no pasó a mayores porque el que sí se lució fue el comandante. El tipo no habló en todo el viaje, que fue bastante movido tanto en el ascenso como en la aproximación, donde se puso realmente difícil con las turbulencias. Los movimientos bruscos del 737 tenía a gran parte del pasaje en estado de tensión (ni les cuento la chica que viajaba al lado mio agarrada al asiento de adelante con las dos manos) y yo de hecho pensé que lo iba a abortar, porque por la ventanilla se notaba cómo el avión se balanceaba de un lado a otro muy cerca del suelo. Pero a pesar del fuerte viento cruzado el comandante lo estabilizó y lo apoyó (no lo tiró , lo apoyó) sobre la pista con una suavidad increíble. Por tema de convicción propia no fui de los que aplaudió, pero bien que si los pilotos salían del cockpit para despedir a los pasajeros iba a buscar felicitarlo.

Para no desentonar, el vuelo finalizó con una importante demora de parte de Aerohandling, la empresa de rampa del Grupo Aerolíneas, que tardó una media hora en acercar la escalerilla hasta el avión, acentuando aún más el atraso que habíamos tenido por la cuestión climática. Igualmente nadie se quejó: todos estaban contentos de haber tocado tierra sanos y salvos.