En mi último viaje laboral a Córdoba podemos decir que no tuve suerte en materia de vuelos. Originalmente había reservado mi lugar en el AR1502 que partía de Aeroparque a las 8 de la mañana, pero un día antes del viaje me llegó la mala noticia a través de un mail: Aerolíneas había cancelado mi vuelo y por lo tanto me habían reasignado al anterior, el AR1510 que salía a las 7. Imaginarán por supuesto la amplia sonrisa que esbocé al calcular que para llegar a tiempo, tenía que levantarme a las 4 de la mañana…
Como corresponde me conecté para hacer el check in online, con idea también de estirar lo más posible el horario en que debía presentarme en el aeropuerto, pero no hubo caso, el sistema no estaba disponible, supongo que a causa de mi cambio de vuelo. Así me lo hacián saber.
Sin más alternativas, y con algo de malhumor, a las 5:30 de la mañana estaba en Aeroparque haciendo el check in presencial, donde no había prácticamente nadie. Sin embargo, y como era de esperar, el vuelo iba full y no había mucha disponibilidad de asientos: iba a tener que viajar en la butaca del medio. Al menos el muchacho que me chequeaba me dio la opción de ir en salida de emergencia, la que por supuesto acepté agradecido.
Despaché el equipaje y me dirigí a los scanners donde a todo el mundo le hacían sacar los zapatos. Como tenía tiempo me dispuse a desayunar, y de haberse hecho el anuncio antes me habría podido quedar más, pues el AR1510 se atrasó por mantenimiento, y terminó reprogramándose para… las 8 de la mañana!!!
Al momento del embarque fue de los últimos en abordar. Por suerte mis dos compañeros de fila eran tipos flacos e incluso simpáticos, así que no viajé tan incómodo y hasta cruzamos algunas palabras mientras nos acomodábamos.
Al ser salida de emergencia no podía dejar nada en el suelo, así que saqué el libro y los auriculares y guardé la mochila en los compartimientos superiores.
Antes de la demostración de seguridad (que la tripulación realiza de forma manual, al viejo estilo), una de las TCP se acercó para darnos la charla correspondiente al lugar en el que nos sentábamos. Nos explicó cómo abrir la puerta de emergencia, y que debíamos aguardar la orden de la tripulación para hacerlo. Asimismo nos indicó que si no queríamos sentarnos allí, con la responsabilidad que ello implica, le avisáramos y nos cambiaba de asiento. Ninguno de los tres se movió, felices como estábamos de poder estirar las piernas a nuestras anchas.
El vuelo fue tranquilo, y en el servicio de bebidas se ofrecía café, agua y gaseosas. Pedí jugo de naranja pero como no había me tuve que conformar con una Coca. El comandante Fernández se presentó por altavoz y pidió disculpas por la demora, aunque la atribuyó no a mantenimiento sino a una desinteligencia en la carga de combustible.
Arribamos a Córdoba arrastrando la hora de retraso que tuvimos en la partida, pero sin mayores novedades, salvo los aviones de la quebrada Southern Winds abandonados a un costado de la pista. Afortunadamente tanto el desembarco como el recupero del equipaje se hizo muy rápido, y pronto estuve listo para comenzar mi día laboral.
Próximamente, el post con las vicisitudes del regreso a Buenos Aires!