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Visita a Brandsen, el pueblo que no admite rango militar, pero lo ostenta igual.

A poco menos de 70 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, y muy cercana a la capital provincial de La Plata, se encuentra la ciudad de Brandsen, una tranquila localidad rural que nos decidimos a visitar uno de los últimos domingos de este verano.

Bien fiel al mandato español, con la municipalidad de un lado y la iglesia del otro, la plaza concentra gran parte de la actividad como puede presumirse por las amplias calles que la circundan, con un pequeño cordón que divide las manos y que, incluso se convierte en un pequeño boulevard equipado con dársenas para estacionar a 45°.

La plaza en mediodía de un domingo es extremadamente tranquila, por no decir casi desierta. Apenas unos niños divirtiéndose en el área de juegos y generando por momentos la «ilusión óptica» de un fantasma hamacándose, al bajarse del asiento y dejarlo en movimiento, pero sin nadie a la vista que le imprima el correspondiente vaivén.

Ya sin costado sobrenatural, del otro lado de la plaza también lo asalta a uno una sensación rara, y tiene que ver con los esqueletos desnudos de las gradas, dispuestas a lo largo de la calle a causa de los festejos de Carnaval. Sin público, las gradas peladas dan idea de abandono, pero aunque no nos quedamos para verlo, sabemos que durante la noche eso seguro cambia y la calle se viste de fiesta.

Eso sí, que la iglesia saliera en la foto sin gradas de por medio, fue una misión imposible…

Construida en este lugar en 1896, la Parroquia Santa Rita de Cascia es uno de los edificios más antiguos de la ciudad y alberga en su austero y simple interior la imagen de la patrona del pueblo, la cual es venerada todos los días 22.

Pero quizá lo más interesante de esta ciudad sea su nombre, ya que si bien es popularmente conocida como «Coronel Brandsen», tal como lo explicita el cartel de la estación de ferrocarril que no deja lugar a dudas, el nombre oficial es, a secas, Brandsen.

Originalmente llamada Ferrari, tal como se apellidaba el fundador del pueblo, en 1917 se decidió cambiar el nombre de la estación de tren para unificarla con el del pueblo. Aparentemente fue el encargado de hacer el cartel de la estación quién agregó el cargo de «coronel» a la denominación, cuestión que no está del todo mal si consideramos que el lugar fue bautizado en recuerdo del coronel Federico Brandsen que luchara en el Ejército de los Andes, pero los papeles indican que solo el apellido del militar habría bastado, pues el nombre oficial del pueblo no admite rango alguno.

Así pasamos por este peculiar pueblo del sur de Buenos Aires. Te invito a seguir navegando por Ahicito Nomás para seguir recorriendo el país y el mundo.

 

Conocemos Villa Ocampo, la residencia de Victoria en San Isidro.

Ubicada en la localidad de Beccar, partido de San Isidro, una fastuosa casona del siglo XVIII espera ser visitada. Se trata de Villa Ocampo, actualmente perteneciente a la UNESCO, y que fuera el lugar de residencia de la célebre Victoria Ocampo durante casi 40 años.

Si bien su arquitectura, sus muebles y por supuesto, las historias llenas de cultura que encierran sus paredes le dan un aire a museo, al visitarla hay que considerar que la casa está más organizada como «observatorio cultural» de la UNESCO que como una muestra de la vida de su antigua dueña. En ese sentido, si la intención es visitarla como museo, a la Villa le falta bastante, ya que no hay un orden establecido para hacer la visita, ni cartelería en las habitaciones que expliquen lo que se está viendo, ni mucho menos un folleto o audioguía que nos de alguna ayuda para organizar la recorrida.

Dicho esto, si bien yo la hice por mi cuenta, tengo que recomendar que quién quiera ir para conocer la residencia y el estilo de vida de Victoria, se organice de manera tal de hacer la visita guiada. Para eso lo más recomendable es chequear los horarios actualizados en la página web, así uno puede organizar la excursión.

Inaugurada en 1891, la residencia fue diseñada por Manuel Ocampo, padre de Victoria, y fue visitada frecuentemente por la familia como casa de verano. Luego de heredarla, en 1941 la escritora se mudó a Villa Ocampo adoptándola como residencia permanente y dando comienzo también a la historia fuerte de esta casona, por la que pasaron célebres figuras de la cultura de la época.

Alrededor de la casa un enorme y bien cuidado parque invita a una relajante caminata durante la cual no será difícil toparse con algún que otro pato.

Por las sombras de estos árboles han caminado personajes como el escritor Graham Greene, o Roger Caillois, quién permaneció como invitado por espacio de unos cinco años; y por supuesto personalidades nacionales, especialmente de la literatura, como ser Jorge Luis Borges o Adolfo Bioy Casares, de quién Victoria era cuñada.

Muchas de las habitaciones de la casona contienen aún libros y bibliotecas enteras en las que Victoria almacenaba ediciones en diferentes idiomas, pero sin duda lo más destacado son los ejemplares de Sur dispersos por varios rincones.

Surgida por una sugerencia del Waldo Frank, la revista literaria ícono creada por Victoria Ocampo se publicó de forma irregular a través de largos años, y se convirtió en una fuerte influencia para el movimiento literario nacional de la época. Importantes figuras literarias colaboraron con la publicación dándole un alto prestigio, como ser Borges, Bioy Casares, Frank, Miller, Gabriela Mistral y hasta el premio nobel alemán, Thomas Mann.

Escritora, intelectual, editora y, sobre todo, mujer argentina, Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo (tal como aparecía en su documento) fue una verdadera personalidad de la vida cultural y política del país, cuestión que por supuesto convierte en atractiva la visita a su casa, y el adentrarse en los detalles de su vida.

Mujer independiente (y pionera en esta cuestión) al punto de haberse separado de su primer marido durante la luna de miel por haberle encontrado una carta a un amigo donde le indicaba que los deseos de su esposa de ser actriz desaparecerían cuando quedara embarazada, Victoria fue una figura polémica e influyente. Fue la primer mujer en obtener la licencia de conducir en la Argentina y la única representante femenina latinoamericana en el juicio de Nüremberg contra los jerarcas nazis. Dentro de las fronteras del país era una férrea y activa opositara al peronismo, lo que le valió caer como presa política en 1953.

Hoy en día ese espíritu que la llevó a fundar la Unión Argentina de Mujeres sigue vigente en la residencia de Beccar dentro del marco de la muestra de la UNESCO que, con un estilo que en lo personal considero como raro, con estructuras de chapa haciendo las veces de biombos, promociona el rol de la mujer en la sociedad y la política, en búsqueda de lograr la igualdad de condiciones y oportunidades entre ambos géneros.

Villa Ocampo llega a manos de la UNESCO a través de una donación. Luego de conocer al director general de la organización internacional, Victoria decide legarle su mansión para que «sirva en un espíritu vivo y creador para la promoción, el estudio, la experimentación y el desarrollo de actividades que abarquen la cultura, la literatura, el arte, la comunicación social y la paz entre los pueblos», según reza la página web.

La decisión de que la casa se utilice para la contribuir a los objetivos de la UNESCO queda perfectamente clara al visitarla, ya que hoy en día es más eso lo que se percibe que lo que fue la forma de vida de los Ocampo en este lugar. Igualmente merece la pena conocerla, si es posible aprovechar la visita guiada, y para quién esté interesado en las actividades de las Naciones Unidas, adentrarse en lo que se denomina Observatorio Unesco Villa Ocampo. Todo en Beccar, a pasitos nomás de la Capital Federal.