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Un teatro devenido librería: El Ateneo Grand Splendid.

Se sabe ya que la ciudad de Buenos Aires guarda cantidad de joyas. En cuanto a librerías se refiere, sin lugar a dudas la joya porteña es la hermosa El Ateneo Grand Splendid, cita en la Av. Santa Fe al 1860 en lo que antiguamente supo ser el cine teatro que hoy le da (al menos en parte) su nombre.

Inaugurado el 14 de mayo de 1919, el Grand Splendid contaba con cuatro hileras de palcos, 500 butacas, refrigeración, calefacción y techo corredizo. Diseñado por los arquitectos Peró y Torres Armengol, y construído en el lugar donde anteriormente había funcionado el Teatro Nacional, fue el escenario de las actuaciones de grandes personalidades de la época, incluyendo a Carlos Gardel.

Hoy en día ya no funciona allí el cine teatro. El Grupo Ilhsa se hizo cargo de la administración del lugar a partir del año 2000 e instaló la sucursal más importante de la famosa cadena de librerías El Ateneo. Sin embargo, no resulta difícil imaginarse cómo eran los espectáculos en los buenos tiempos del teatro, ya que todo ha quedado igual. Luego de los trabajos de restauración y remodelación, que demandaron un buen monto de inversiones y se realizaron respetando siempre la obra original, la empresa ha logrado adaptar el recinto a las necesidades de una librería, manteniendo la estructura del teatro original.

Así pueden apreciarse las estanterías de libros distribuidas por el salón principal y por los pisos superiores, con vista al escenario que hoy en día funciona como cafetería donde uno puede tomar algo al tiempo que hojea el ejemplar que le haya interesado. Los palcos, a su vez, sirven como salas de lectura.

La cúpula, intacta, es una verdadera obra de arte del pintor italiano Nazareno Orlandi.

Además del salón principal de la planta baja, donde hay una enorme cantidad de libros organizados por diferentes temáticas, uno puede desplazarse por el teatro – librería en busca de otras ofertas. En el primer piso se encontrarán temáticas específicas, mientras que el segundo está reservado para la música y las películas.

A través de las escaleras mecánicas se accede al subsuelo, donde también hay CDs de música, y se encuentra el sector reservado para los niños: Ateneo Junior.

Definitivamente El Ateneo Grand Splendid es la librería más linda de Buenos Aires. Pero no solo eso, a partir del 2008 ha tomado relevancia internacional, ya que se posicionó en el segundo puesto del ranking de las librerías más destacadas del mundo de la publicación británica The Guardian.

El primero puesto se lo llevó la librería Boekhandel Selexyz Dominicanen de Maastricht, Holanda, emplazada en una antigua iglesia de más de 800 años. Así que el segundo puesto no está nada mal…

El Ateneo Grand Splendid es un punto obligado para todo aquél que ame los libros y pase por Buenos Aires. Y un buen lugar para pasar a visitar y fotografiar para cualquiera que esté de visita (o simplemente viva) en nuestra ciudad. Está abierta de lunes a jueves de 9 a 22 hs., viernes y sábados hasta las 12 de la noche; y los domingos de 12 a 22. Horario super amplio, así que no hay excusa para entrar y sumergirse en la lectura de un buen libro, tomando un café e imaginando las obras que pasaron por aquél escenario histórico.

Tulum: La alucinante ciudad amurallada de los mayas.

A orillas del Mar Caribe, construida sobre la elevación más alta de la zona, y delimitada por tres paredes que la protegían de cualquier ataque por tierra, se alza la ciudad maya de Tulum. Si bien su apogeo se dió ya en el período de decadencia de la cultura maya (razón por la que no hay construcciones de gran altura y por lo tanto sus edificios no son tan imponentes), este emplazamiento resulta fascinante por el grado de planificación con que fue levantado, por lo estratégico del lugar, y por supuesto por las hermosas vistas que desde aquí se obtienen.

El sistema de control se basaba en una muralla exterior con torres vigías que restringían la entrada a la ciudad a sólo cuatro pasadizos por tierra y un único acceso por mar ubicado en la caleta; y una muralla interior que delimitaba el centro donde se desarrollaban los rituales religiosos. De esta forma Tulum lograba estar muy bien conectada, al punto de convertirse en un centro importante de comercio uniendo tierra con mar, al mismo tiempo que era una ciudad muy bien protegida.

Sobresaliente por sobre el resto y fácilmente identificable, el Castillo es el edificio más importante de la ciudad. En su templo superior se realizaban las principales ceremonias religiosas, al tiempo que a ambos costados, a nivel del suelo, dos pequeños templos servían para depositar ofrendas. Hay que remarcar aquí que Tulum era una ciudad 100% maya, a diferencia de otras zonas arqueológicas de México donde se ve una mezcla de culturas, por lo que aquí no se practicaban sacrificios humanos.

Otro punto destacado del Castillo tiene que ver con su costado práctico más que religioso. Siendo Tulum una ciudad portuaria y un importante centro de comercio, y estando flaqueada en el mar por un peligroso arrecife de coral, atracar en la caleta era una tarea muy riesgosa. El Castillo adquiría para los navegantes una importancia sin igual, porque funcionaba como un faro, y una vez divisado en lo alto la iluminación en sus ventanas les indicaba a los marineros el momento justo en que debían virar para tomar el canal de acceso evitando el arrecife.

Otro templo importante en la ciudad era el del Dios Descendente, o Dios de la Miel. Justo sobre su puerta se aprecia la escultura de una figura con alas, pero que está de cabeza como descendiendo del cielo. Lleva un tocado sobre la cabeza y con las manos sostiene un objeto que podría ser un panal de abejas.

La miel era un elemento importantísimo para los mayas ya que le daban múltiples usos, desde utilizarla en las comidas como endulzante hasta usarla como medicina. Se entiende entonces que le rindieran culto dedicándole un dios puntual.

Algo que llama la atención del Templo al Dios Descendente es que ni las puertas ni la paredes son totalmente verticales, sino que se encuentran inclinadas; pero no esto fue construido así originalmente. Se levantó sobre otro antiguo templo al que se rellenó para que funcionara como base.

Tulum era una ciudad independiente y su gobierno tenía el control sobre otras áreas portuarias cercanas. Sin embargo no todos los habitantes vivían dentro de las murallas, sino que el recinto protegido estaba reservado para la elite de la sociedad, mientras que el resto del pueblo quedaba fuera de las paredes. Así es que en la zona arqueológica pueden verse algunas que otras casas, entre las que se encuentra la del gobernante.

Otro de los templos que pueden apreciarse en Tulum es el de las pinturas, llamado así por la gran cantidad de elementos decorativos que se encuentran en su interior. Consta de dos niveles y es en el inferior donde se concentra la decoración. Se destacan las figuras de estuco en relieve y la pintura mural que tenía varios colores como protagonistas. El rojo y el negro provenían de tierras y minerales, mientras que el verde y el azul se obtenían de las plantas.

Aún hoy en día se pueden encontrar vestigios de las pinturas y los colores en las edificaciones, especialmente en los interiores. Sin embargo, para resguardar y preservar estas reliquias, el acceso a los edificios está prohibido para el público.

No así para las iguanas.

Tal como pasaba en Chichén Itza, a cuyo post podés acceder desde acá, los mayas de Tulum también le daban gran importancia a la astronomía. Estratégicamente ubicada en una elevación del terreno, la ciudad era un punto ideal para la observación del cielo, ya fuera de día o de noche. Así los edificios están intencionalmente orientados para registrar el paso de los solsticios y equinoccios, ambos fechas importantes en la actividad agrícola.

A diferencia de otras zonas arqueológicas, Tulum tiene mucho espacio verde. Esto, y las espectaculares vistas hacia el mar, crean una sensación de libertad que no se obtiene en otros lugares. Imprescindible caminar hasta el acantilado, para apreciar la vista de las playas, y sacarse una foto con el solitario Templo del Dios del Viento detrás.

Entre la humedad y la fuerza del sol la excursión puede volverse bastante calurosa y por tanto, pesada. No hay que olvidarse por nada del mundo un gorro para proteger la cabeza, agua para hidratarse, lentes de sol y en caso de que se animen, el traje de baño para aprovechar el acceso a la playa, que ahí es casi paradisíaca. Pero así y todo, aunque se esté preparado para el sol, si hay algunas nubes en el cielo se agradecen.

Un paseo imperdible para todo aquél que esté visitando la Rivera Maya. Historia y paisajes naturales en el mismo lugar, sin desperdicio.