Dos heladerías que se reparten Areco.

En un lugar con tantos años de historia, con construcciones de la época de la colonia que aún hoy siguen en pie, no resulta raro que haya también montones de cosas para contar. Esto incumbe también a sus bares, de cuyas historias ya hablamos un poco en el post anterior. Pero en este nos detendremos en una anécdota particular. Es una historia de heladerías, y si bien se remonta a muchas décadas atrás, hoy en día sería un tema de actualidad, y, dependiendo de quienes fueran los protagonistas, un verdadero escándalo.

El Tokio

El Tokio, antiguamente se llamaba «Tokio» a secas.

Del bar El Tokio, ubicado en la esquina de la plaza, ya hablamos un poco. Antiguamente se llamaba Tokio, a secas, y al igual que ahora, no sólo era bar en sí, sino que su dueño fue el primero en conseguir una máquina para fabricar helados, y por lo tanto, oficiaba también de flamante heladería. Pero claro, no era la única. A varias cuadras de distancia está (y lo digo en tiempo presente porque sigue estando) Dell’Olmo, que comenzó como heladería y hoy además cuenta con una pizzería ubicada en el local de al lado. Tan al lado está, que desde el patio de la heladería podés ver cómo preparan los bollos de pizza en la cocina.

Del Olmo

Dell Olmo no sólo es heladería, además tiene pizzería.

Como suele pasar, y no solo en el Areco del 1900 sino también en todo el mundo hoy en día, los comerciantes competidores se conocían muy bien, al punto de que eran buenos amigos. En algún momento se dieron cuenta de que el negocio era mucho más rentable si en lugar de disputarse los clientes entre ellos, se lo repartían en partes iguales. Así es que, según cuenta la historia, cada año antes de la temporada estival, los dos amigos se reunían para «hacer números», lo que implicaba un importante trabajo de costeo del producto y, en definitiva, la fijación de un precio común. Cualquier helado que comieras en Areco, entonces, te iba a salir exactamente el mismo precio. Para que la cosa fuera equitativa, además, dividían el pueblo en dos zonas, y cada uno tenía la exclusividad de la venta de helado en la suya. Y sí, porque entre bomberos no se pisan la manguera, y entre heladeros, no se comen el cucurucho.

El Tokio y Esquina de Merti

Vista de la cuadra de El Tokio, frente a la plaza.

Hoy en día un acuerdo así sería claramente ilegal, sin embargo en épocas pasadas se trataba de algo perfectamente normal. Incluso habría quién lo considerara sano porque la competencia salvaje baja tanto los precios que termina siendo depredadora. Claro que con semejante acuerdo oligopólico los únicos que terminan pagando (demás) son los consumidores, que en otras circunstancias seguramente serían capaces de comprar helado de igual calidad a menor precio. Siendo una historia de tanta vigencia me llamó especialmente la atención cuando la guía la explicaba, y por supuesto, no podía dejar de contártelo.

Plaza de noche

Anochece en San Antonio de Areco.

Lo que tampoco te puedo dejar de contar, es que supongo que ese acuerdo hace rato que no está más vigente, porque durante la visita a Areco pude hacer un alto en Dell’Olmo y probar el helado que, además de ser artesanal y barato para los precios de Buenos Aires, era enorme y de muy buen sabor. ¡Altamente recomendable! Nada mejor que eso para encarar el anochecer de un día por demás caluroso.

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