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Una noche en el Wombat Hostel de Munich, Alemania.

Mi estadía en la ciudad de Munich fue muy acotada, apenas estuve una noche para viajar al día siguiente hacia el vecino pueblo de Miesbach donde me encontraba con un amigo. Sin embargo necesitaba un lugar dónde dormir y como esta parada la definí a último momento y en época de Oktoberfest (fiesta popular más que importante en Alemania), la realidad es que no fue algo simple encontrar alojamiento. Bueno, terminé resolviéndolo de forma simple en realidad, pagando un poco bastante más caro de lo que estoy acostumbrado.

Así encontré finalmente una cama en habitación compartida de seis personas en el Wombat Hostel, al módico precio de EUR 118 por noche. Sí, una pequeña fortuna ya que habitualmente por un monto así duermo en un buen hotel con habitación doble privada, pero estaba en la temporada más alta de Munich, con muy poca disponibilidad de alojamientos, así que me la tuve que aguantar. Claro que investigué precios en hoteles, pero imagínense lo que salían si una simple cama valía más de 100 euros…

Igualmente, nobleza obliga. El precio era alto, pero el hostel bien vale la pena. Se trata de uno de los mejores hostels que haya yo visitado. Como comprobé en otras localidades de Europa, los hostels allá están pensados y construídos para cumplir esa función, y la verdad es que eso hace una diferencia enorme. El Wombat Munich, además, está diseñado de forma tal que uno pueda descansar sin ser molestado, a la vez que quién quiera estar de joda pueda hacerlo también, sin molestar al resto.

Al ingresar uno se encuentra con un enorme espacio de recepción / living que sirve como punto de encuentro. Allí, al momento de registrase uno recibe una tarjeta que sirve como suerte de llave maestra. Con esa key card se tiene acceso al interior del hostel con sólo pasarla por el lector de las puertas, como si fueras un agente especial en el cuartel general de la CIA. Esa misma tarjeta, además, es la llave para el locker que te hayan asignado en la habitación. Siendo tan importante, es vital no perder la tarjeta, y el Wombat se asegura tu compromiso al pedirte (y retenerte) tu identificación, la cual te devuelven al hacer el check out y reintegrar la tarjeta. En mi caso, dejé mi DNI tarjeta y me quedé con el pasaporte, por supuesto.

El hostel tiene cinco pisos, y en la planta baja (pero separado de la recepción por una puerta que se abre únicamente con la key card) hay una enorme sala de estar, y más atrás el bar, donde por las noches se arma fiesta con buenos precios en los tragos (al menos mejores que los que vi afuera en la calle), y que por las mañanas sirve como desayunador. Las habitaciones están en los pisos superiores, a los que se accede por un ascensor que te deposita en un hall aislado del área de habitaciones por puertas de blindex. Al bajar del ascensor escuchas la música a todo lo que da del bar, al pasar al pasillo (con ayuda de la key card), la paz es total.

Las habitaciones son amplias, y la limpieza (cuestión primordial) es de lujo, incluso en los baños.

El desayuno (que no está incluido en la tarifa por noche y tenés que pagarlo día a día en la recepción a un costo de EUR 4,50) es muy completo. Tiene la particularidad de que se sirve sobre la mesa de pool que tiene el bar. Allí podés encontrar  diferentes tipos de café, té, jugos y leche para los cereales. Para masticar hay pan con manteca y mermeladas, fiambres, budines y hasta frutas frescas.

Una buena opción para alojarse en Munich, aunque claro, si uno pasa por esta hermosa ciudad alemana con intención de visitar (o en fechas de) la Oktoberfest, será conveniente reservar con tiempo para conseguir un mejor precio.

 

Nos tomamos el ferrocarril ICE del DB para viajar desde Bruselas a Munich.

El último tramo de la gira europea me llevó a Alemania, un país que para mi era un pendiente de visitar desde hace años ya. Finalmente pude abordar uno de los vagones de Deutsche Bahn y sacarme el gusto de conocer tierras germanas.

La travesía era Bruselas – Munich, con transbordo en el aeropuerto de Frankfurt, y mi punto de partida era la estación Bruxelles Midi, de la cual mi alojamiento (del cual tenés detalles en el post al que accedés haciendo click aquí) quedaba un poco alejado. Nada que no pudiera solucionarse de forma simple tomando el metro desde La Bolsa hasta la mencionada estación de ferrocarril.

Lo más interesante de tomarte el metro en Bruselas es que, tal como pasa con los trenes, hay más de un ramal, y particularmente por La Bolsa son varios los que pasan. Y todos corren por la misma vía y paran en el mismo andén. El sistema me recordó a nuestros tradicionales colectivos, ya que el tren está marcado con cartelería que marca qué ramal es y hacia dónde va, más allá de los letreros de información con los horarios a partir de los cuales también podés deducir esos datos.

La compra de los tickets, por supuesto, se realiza a través de las máquinas de autogestión dispuestas en las estaciones y en las que podés pagar con tarjeta de crédito.

El traslado hasta Bruxelles Midi se realizó entonces sin inconvenientes. Una vez allí tuve que ubicar el tren que me correspondía en los tableros de información, los cuales están ordenados por horario y por destino.

El mio paraba en el andén 7, que por suerte estaba muy cerca de la entrada por la que ingresé, con lo cual no tuve que caminar mucho arrastrando el equipaje. A los andenes se accede a través de escaleras mecánicas, ya que el hall está por debajo del nivel por el que corren los trenes.

Sin mucho más que hacer subí con tiempo y para mi sorpresa me encontré con el tren ya estacionado. Puntualidad belga, digamos. En ese momento lo estaban limpiando, así que permanecía con las puertas cerradas. Revisé si era el mio realmente, y rápidamente confirmé que era el tren que viajaba hasta Frankfurt. Sólo me restaba buscar mi vagón, ya que como había comprado el pasaje por internet desde Buenos Aires tenía vagón y asientos asignados. Sin problemas ubiqué el que me correspondía, el 22 marcado claramente en el costado.

Previendo que iba a viajar gran parte del día ya me había aprovisionado con una vianda, pero de no haber sido así podría haber comprado algo para comer en el vagón restaurant.

Los vagones son super cómodos. No pienses ni por un momento en los trenes urbanos de Buenos Aires, ni en confort de los asientos ni en gente viajando parada como en una lata de sardinas. Allá cada uno tiene su asiento, y estos son un lujo. Hasta cuentan con tomas para poder cargar el celular o la computadora.

Nótese lo cómodo que viajaban los pasajeros de atrás mio… (y sin que se percibiera olor a pata).

Para acomodar el equipaje (ya que se trata de un servicio internacional de larga distancia) hay un espacio asignado en el centro del vagón.

O si tu valija no es tan grande y la querés tener a mano podes también acomodarla sobre tu cabeza.

El tren es de alta velocidad, y cuando digo alta, creeme que lo es. Los tableros electrónicos en los extremos te la van marcando y llega a los 300 km/h, aunque si no mirás la marcación ni te das cuenta: no hay un sólo ruido que te haga notar lo rápido que vas.

En Frankfurt me encontré con que el tren de conexión estaba marcado para parar en el mismo andén donde me había dejado el que me traía desde Bruselas. Por un momento pensé que quizás fuera el mismo, pero no. De hecho, llegando a Frankfurt, aun a bordo del primer tren, avisaron por altavoz del andén de conexión.

A esta altura puedo decir que los viajes en ferrocarril por Europa fueron una gran experiencia. Se viaja rápido, cómodo y con un buen servicio, ya que hasta hay una azafata que pasa ofreciendo comida y bebida, que por supuesto se paga aparte. Y además, uno llega al centro de la ciudad, ventaja importante con respecto a los vuelos low cost que suelen dejarte en aeropuertos alejados. En mi caso, desde la estación central de Munich hasta mi alojamiento tuve que caminar apenas dos cuadras, con el consecuente ahorro en taxi.

Próximamente te mostraré algo de Munich y de Hamburgo, las dos ciudades que visité en Alemania, y aún restan muchos posts sobre Bélgica y España. Aquí te espero para seguir descubriéndolas juntos!