Archivo de la etiqueta: Merlo

Paseamos por Pasos Malos y el Mirador del Peñón Colorado, en Merlo.

El paraje Pasos Malos se ubica en el extremo noreste de la Villa de Merlo, ya alejado del pueblo  y casi sobre el límite con la provincia de Córdoba. Por allí corre el río Pïedras Blancas, el mismo que encontramos en la Reserva Natural El Viejo Molino de la que ya hablamos en un post anterior, que con su agua cristalina invita a pasar el día.

Se trata de un lugar ideal para despejarse del barullo de la ciudad y relajarse con una vianda en la mochila y, por supuesto, el termo para unos buenos mates. Allí el agua corre sobre las rocas por las que uno puede treparse hasta encontrar un punto donde sentarse a, simplemente disfrutar.

Por supuesto que habrá que moverse con cuidado para evitar resbalarse; de hecho el nombre del lugar habla por sí solo. Pero un poco de atención bien vale la pena porque subiendo se pueden obtener unas lindas imágenes panorámicas de Merlo.

Para llegar hasta aquí se debe tomar el Circuito Pasos Malos que nace en la Avenida Dos Venados, y manejar unos kilómetros en subida, por un camino asfaltado muy bien mantenido. El acceso es libre y gratuito, salvo el estacionamiento que es pago, pero a voluntad. Remontando el río a pie (aunque es aconsejable realizarlo con un guía) luego de una no muy larga caminata se puede llegar hasta la Cascada Olvidada de unos 15 metros de altura. En el camino iremos encontrando pozos de agua ideales para refrescarse en verano.

Un detalle no menos importante es el hecho de que Paso Malos es conocido también por ser uno de los corredores gastronómicos más importantes de Merlo, y eso no es por los sandwichitos que te podés llevar en la mochila para comer en el río, sino por la cantidad de restaurantes y parrillas que hay en el camino, casi todas ellas con la particularidad de pertenecer a la familia Godoy (o al menos llevar su nombre).

En nuestro caso frenamos a mitad de camino en No Tire Godoy, que debe su particular nombre a una historia también muy particular. Por largos años las dos familias se venían disputando una parte del terreno; por un lado estaban los Romero y por el otro los Godoy. Mientras que durante el día los de un lado instalaban la alambrada, por la noche los del otro bando la sacaban. Tanta atención tuvo esta pelea que llamó la atención de los medios de comunicación, y no faltó el momento en que los intrusos fueron corridos a escopetazos, a los cuales respondió a los gritos un reconocido periodista «No tire Godoy, yo no soy Romero, soy de la tele!».

Igualmente la anécdota es únicamente ilustrativa. No así lo que se come en No Tire Godoy, que realmente no tiene desperdicio. Totalmente recomendable alguna de sus especialidades. En mi caso probé el chivo al disco y era un manjar.

A la hora de emprender el regreso una opción es tomar un desvío en el camino (más o menos a la altura de No Tire Godoy) y enfilar hacia el Mirador del Peñon Colorado, una elevación en el terreno desde la cual se tiene una vista panorámica de 360°. Para ello habrá que dejar el auto estacionado sobre el camino de tierra y emprender una corta caminata en ascenso por un sendero peatonal que se introduce entre la vegetación hasta llegar a un monolito que marca el punto del mirador.

Un buen paseo para aprovechar un día de sol veraniego, seguramente la mejor época para hacerlo ya que el río tiene más caudal y se puede aprovechar para un buen chapuzón.

 

Caminata hasta el Chorro San Ignacio, en Merlo, San Luis.

Una de las excursiones que se pueden hacer cuando uno pasa unos días en la Villa de Merlo, San Luis, es la caminata hasta el Chorro San Ignacio, una pequeña pero pintoresca cascada que cae desde unos 25 metros de altura en medio de las Sierras de los Comechingones.

Para llegar habrá que trasladarse hasta la localidad de Villa Larca, hacia el sur de Merlo por la Ruta Provincial 1, ubicada a unos 20 kilómetros de Los Molles donde nosotros estábamos alojados. El acceso está señalizado sobre la ruta y está asfaltado y en perfecto estado. La frondosa arboleda a los costados y las sierras allá al fondo casi que obligan a frenar en la banquina para sacar una muy linda foto.

El camino desemboca en el camping que por lo que pudimos apreciar cuenta con muy lindas instalaciones. Hay despensa y pileta, además de zonas de recreo con parrillas. Para acceder se cobra entrada, que al momento de nuestra visita en marzo 2019 era de $40 por persona y por auto, es decir que dos personas en un vehículo pagamos un total de $120. Inflación argentina mediante, estos números sirven sólo como referencia, ya que de seguro para la temporada que viene ya habrán quedado viejos.

El trekking en sí es de muy baja dificultad, apto (e incluso ideal) para hacerlo con niños, aún cuando en varios lados haya que cruzar el arroyo pisando sobre las piedras (o seguramente directamente metiendo los pies en el agua cuando hay más caudal). Si bien no hay mucha señalización que digamos, el camino presenta una única bifurcación donde habrá que elegir, con lo cual no podemos perdernos.

Si se sigue de largo, luego de recorrer unos metros más se llegará hasta el Chorro de San Ignacio. Allí el espacio es bastante amplio y permite sentarse en las rocas, disfrutar de la escasa arena que hay o bien, meterse en el agua que, por supuesto, está helada.

Si en cambio en aquella bifurcación caracterizada por una especie de pasamanos fabricado con un tronco, se decide trepar hacia arriba, el camino crecerá apenas en dificultad y luego de unos minutos de recorrerlo siguiendo de cerca el cauce de agua nos llevará hasta la Laguna Milagrosa, que es una olla de agua donde cae un pequeño salto, mucho menos alto que el Chorro.

En la laguna también hay lugar para sentarse en las piedras, y si llegaste hasta allí no podés dejar de refrescarte con el agua fresca. Es un punto ideal para llevarte una vianda y almorzar unos sandwichitos, o sentarte un rato a tomar unos mates y disfrutar de la naturaleza.

El camino sigue ascendiendo y ahora la subida se hace un poco más intensa, en dirección a la Cueva del Indio, que es una roca donde se supone que tiempo atrás encontraron restos de un aborigen de la zona. A falta de señalización formal suponemos que la roca de la foto, identificada con la bandera de los pueblos originarios y una cruz envuelta en trapos, es la famosa cueva.

Lo que sí vale la pena de aquél último ascenso son los paisajes, porque en lo alto de la sierra se tienen unas espectaculares vistas panorámicas. El sendero sigue, y no ha de extrañar que te cruces con algún jinete a caballo transitándolo, pero sin más idea de hacia dónde nos llevaba, y satisfechos con haber encontrado los tres puntos de interés, desde ahí emprendimos el regreso desandando el camino.