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Comenzando el regreso con Latam: Reporte del vuelo LA621 hasta Santiago.

El vuelo de regreso desde México lo tomamos un sábado de fin de semana largo en el país azteca, así que en principio se podría haber supuesto que el insoportable tránsito de la ciudad amainaría un poco; pero eso resultaría una presunción errada. Por suerte salimos con tiempo y llegamos al aeropuerto sin inconvenientes en el Uber que contratamos.

El check in de Latam estaba con muy poca gente así que me tomé un momento para sacar la foto habitual que ilustraría este reporte de vuelo. Allí me tomó por sorpresa un policía que se me acercó raudamente para sermonearme, porque la toma de fotos estaba prohibida, aunque tal prohibición no está indicada en ningún lado. Sinceramente no lo podía creer, ni en Argentina con la PSA que es tan celosa de las fotos me pasó nunca algo así, y no veo cómo una foto tomada en el área libre del aeropuerto puede afectar la seguridad aérea, pero no pude volver a apuntar la cámara hacia los mostradores de check in, así que la única foto tomada es la que ilustra el post.

Una particularidad de esta entrega de equipajes (ya que estábamos previamente chequeados por internet) fue que volábamos con exceso de equipaje, así que una vez controlados los documentos e impresos los boarding pass, el muchacho de Latam nos acompañó hasta el último mostrador donde el personal de ventas de la aerolínea nos cobró los USD 200 que salía la valija extra. Una vez pagado el importe le hicimos señas al muchacho del checkin y no me quedé tranquilo hasta ver que tomó la valija que había quedado a un costado y la despachó por la cinta. Ahora sí, estaba todo listo para embarcar.

Quizá por ese ir y venir y cuidar que todo el equipaje fuera a subir al avión no noté en ese momento el cambio que se había producido en el checkin. Algo rarísimo, ya que al hacerlo online había elegido asientos en la fila 28 (así me lo confirmaba el boarding digital que tenía en el celular), pero el empleado de Latam me había impreso boardings con asientos en la fila 40. Es el día de hoy que no se ni entiendo por qué Latam no respetó los asientos elegidos originalmente, así que si algún lector pasó algo parecido lo invito a dejar su comentario.

Ya una vez a bordo pasó una típica en un vuelo de regreso a Argentina, pero no por eso menos exasperante. Un grupo relativamente grande de pasajeros (que entiendo eran una familia que volvía de vacaciones) se debatía sobre a qué asientos cambiarse, ya que estábamos en la parte trasera del avión y entendían que los que abordaban ahora se sentaban únicamente en la parte delantera. Tuvo que intervenir un TCP para poner orden e indicar que una vez finalizado el abordaje se podrían ver qué asientos quedaban libres y eventualmente hacer algún cambio, cuestión que finalmente no se pudo porque el avión voló prácticamente completo.

Tal como conté en el reporte del vuelo de ida, Latam implementó su nuevo menú a bordo, y considerando la mala experiencia con los sorrentinos opté por el pollo, que esta vez sí estaba bueno. Venía con espinaca y vegetales asados y realmente fue una muy buena elección. Más tarde llegaría el momento del desayuno, para el cual quería pedirme un sandwich de jamón y queso, pero cuando el TCP llegó a mi fila, se habían acabado. No quedó otra que tomar el hotcake con salsa de frambuesa que a diferencia de la cena, no tenía gusto a nada.

Explorando el sistema de entretenimientos para matar el aburrimiento hice lo impensado. Navegué las opciones de juegos donde encontré uno que no recuerdo el nombre, pero que se trataba de adivinar los lugares del mundo que el programa proponía con una descripción genérica. Me atrapó e invertí una buena cantidad de tiempo seleccionando ciudades de los lugares más remotos, pero por sobre todas las cosas, prestando especial atención a los lugares de la Argentina que el juego incluía.

Iban a dar las 5:30 de la mañana cuando aterrizamos en Santiago de Chile, pero aún era noche cerrada. Allí debíamos esperar un par de horas para tomar la conexión que finalmente nos traería hasta Buenos Aires, pero ese vuelo es cosa de otro post.

Reporte del LA-622: Vuelo sobrevendido entre Santiago y México.

La escala en Santiago iba a ser en teoría de unas 3 horas, pero como el LA-532 se había demorado un poco se hizo algo más corta. Igualmente tuvimos tiempo para buscar dónde tomar algo y probar alguna de las amenidades del aeropuerto chileno, principalmente el wifi gratis que realmente funciona muy bien.

El Nuevo Pudahuel (como se lo denomina al aeropuerto) está muy bien preparado para cumplir sus funciones. Locales comerciales por todos lados que amenazan con destruir cuanta tarjeta de crédito pase por allí, pantallas táctiles de información, buena cantidad de asientos con puestos para recarga de celulares y laptops y hasta un espacio de juegos para los más chicos, con temática aeronáutica. Gran parte de la oferta gastronómica está concentrada en una especie de patio de comidas donde, inédito al menos para mi, los cocineros realizaron una coreografía al ritmo de las palmas de los pasajeros.

Ya sobre la hora de embarque nos acercamos al gate 15 donde se dió una situación inesperada, aunque bastante usual durante la temporada alta. Nuestro vuelo estaba sobrevendido, así que el personal de tierra de Latam buscaba voluntarios que quisieran quedarse a dormir en Santiago a cambio de una compensación económica. Un par de personas se acercaron al mostrador para llegar a un acuerdo, y el resto comenzamos el abordaje.

La aeronave que nos esperaba era el B787-9 matrícula CC-BGC que con menos de 3 años de antigüedad tiene un mayor espacio para las piernas que sus hermanas versión -8, al menos eso fue lo que surgió de comparar el avión del que recién me había bajado con este al que me subía ahora.

Mientras el resto de los pasajeros seguían abordando apareció taxeando por plataforma un B777 de Alitalia. Si bien no lo sabíamos a ciencia cierta, ante la fuerte probabilidad de que fuera la misma aeronave que hacía instantes había trasladado al Papa Francisco hasta Chile, salió foto a pesar de la noche, los reflectores del aeropuerto y el reflejo propio del interior del B787.

Ya despegados fue el turno de la cena, así que debuté con el nuevo menú para vuelos largos que implementó Latam hace poco. Producto de un buen trabajo de marketing, se lo muestra más que interesante, con una presentación muy cuidada y platos de estilo gourmet que buscan realzar la categoría, pero sinceramente mi opinión es que sólo es eso: un laburo de marketing bien hecho, ya que la comida en sí no estuvo ni cerca de satisfacerme.

La novedad es que ahora uno puede elegir. Entre las opciones había ravioles de queso con salsa de tomates y albahaca, salmón con risotto de cereales andinos, tomates cherry y espárragos, y por último pollo asado con bocados de quínua y habas. En mi caso elegí los primeros que resultaron imposibles de individualizar y separar: los ravioles venían convertidos en una masa uniforme de pasta que hubieran sido una vergüenza para cualquier cocinero que medianamente se precie de ello. Además, es eso que ves en la foto y punto, ni un pancito para empujar el último raviol te dan (si fueras capaz de hallarlo en el plato, claro). La cena resultó escasa y de mala calidad. La antigua y querida bandeja era más burda si se quiere, pero al menos uno no se quedaba con hambre…

Luego de comer me dispuse a investigar un poco el sistema de entretenimiento. Latam ofrece una amplia variedad de películas y series para ver en vuelo, incluyendo películas no demasiado viejas y con buenas críticas; mezcladas con opciones para el olvido. Así que hay de todo, y algo que te interese seguramente vas a encontrar. Para nuestra sorpresa hay varias comedias argentinas disponibles, que, claramente no fueron de mi elección. En cambio la música responde al sistema cada vez más de moda de evitar poner a disposición discos completos de los artistas, y se los reemplaza con playlists de diferentes temáticas que, en mi opinión, al buscar ser aptas para una gran diversidad de público no terminan de complacer a nadie.

Mientras sobrevolábamos el océano llegó el momento del desayuno cuyas opciones eran el clásico omelette con papas asadas (en serio eso califica como «desayuno»?), o crepés rellenos de manzana. Por descarte, ya que la segunda opción me resultaba odiosa, elegí el omelette, aunque no soy nada amigo de engullirme ese tipo de platillos a tan tempranas horas de la mañana. Se podía acompañar con yogurt o frutas frescas, y opté por estas últimas.

Casi no tengo fotos del arribo de madrugada a México porque el sistema de iluminación interna del B787 hace que ante la oscuridad de la noche en el exterior, en las fotos salga más el reflejo interno que las luces de la cuidad. Pero lo que sí dí en retratar con una foto fue el extraño sistema para dormir de nuestra vecina de asiento, que estimo equivale a cuando uno pone el cartelito de «no molestar» en la puerta del hotel…

Igualmente hay que decir que la «pasajera fantasma» se despertó a tiempo para tomar su desayuno, y acto seguido volvió al «mode ghost» ante la lamentable falta de antifaces para conciliar el sueño…

Ya estábamos aterrizando, así que con esta anécdota de color cierro el reporte del vuelo a México. Quedan por delante todos los posts de este increíble viaje por tierras aztecas, así que estate atento a las próximas publicaciones!