Puede sonar raro, pero no estaría faltando a la verdad si dijera que en nuestras últimas vacaciones nos alojamos en una farmacia. Y no en cualquier farmacia, sino en una con mucha historia.
Ubicada en pleno centro histórico de Chascomús, apenas a media cuadra de su palacio municipal, La Botica de 1852 es un novedoso hotel boutique cuyo nombre debe entenderse en el sentido más literal. Es un edificio histórico, no solo por su antigüedad (data de 1852 y es la segunda construcción más antigua de la ciudad, después de la Casa de Casco), sino porque aquí se estableció la botica de don Fernando de Arenaza, la primer farmacia de la provincia de Buenos Aires, que funcionó hasta el año 1910.

Hoy en día La Botica se convirtió en un hotel muy especial, donde los trabajos de restauración encarados por sus dueños Matías y Lucrecia mantuvieron la arquirectura y el estilo del lugar, a la vez que lo adaptaron para implementar todas las comodidades modernas que un alojamiento requiere. El resultado es un lugar donde da gusto no solo alojarse, sino pasar el tiempo, ya sea mateando en alguno de los patios coloniales, disfrutando de algún buen libro en la cálida sala de lectura, o simplemente tratando de imaginar qué historias pudieron haber tenido lugar en cada uno de los rincones de esta casa centenaria.

Pero hablemos del hotel en sí, y los servicios de alojamiento que ofrecen. Son pocas habitaciones, y las que dan al patio trasero donde nos alojamos, sin ser muy grandes resultan lo suficientemente amplias y bien luminosas. Cuentan con aire acondicionado frío / calor, TV por cable y un wifi que funciona muy bien en todo el hotel, al punto que pude hacer videollamadas sin inconvenientes.

Un detalle no menor son los tomacorriente. Considerando que es una construcción tan antigua imaginé que podrían llegar a ser un problema, pero la verdad es que no. Cada cabecera de la cama tenía el suyo propio, más otro par que había en otros lugares de la habitación. Más que suficientes para conectar los dispositivos con los que viajen 2 personas.

Al baño se accede por una puerta corrediza de madera, y es super amplio y cómodo. El lavabo de época es el tipo de detalles que encontraremos en la decoración de todo el lugar. Todo muy prolijo y pulcro. En cuanto a limpieza, La Botica también se lleva una nota destacada, y no solo en las habitaciones sino en también en las áreas comunes.

El desayuno es un 10. Super abundante y completo, incluye medialunas (grandes y sabrosas), tostadas con mermelada y queso crema, y hasta yogures de la tradicional marca Gándara. En cuanto a las infusiones podés elegir entre té, mate cocido y café, además del jugo de naranja. Para el niño, Hernán preparó una riquísima chocolatada.

Una particularidad de La Botica es el equilibrio que logra entre los conceptos de hotel y de hostel. Tanto los patios como las salas de lectura y la cocina funcionan como puntos de encuentro para los diferentes huéspedes, quienes pueden hacer uso de la heladera, la pava eléctrica, la cafetera y la vajilla y utensillos, en caso de que, por ejemplo, quieras comprar algo para cenar y comerlo ahí. Luego, al mejor estilo hostel, habrá que lavar todo y dejarlo de vuelta en su lugar.

Matías y Lucrecia se fijan mucho en la atención y en que te sientas a gusto. Están atentos a cualquier consulta, tanto del hotel como de la ciudad, te hacen sugerencias gastronómicas y hasta se encargan ellos de gestionarte el estacionamiento, ya que tanto en el casco histórico como en la Costanera es pago, pero vos no tenés ni que preocuparte. Todo esto manteniendo la mayor privacidad ya que La Botica no cuenta con recepción permanente, entonces el contacto es mayormente por Whatsapp, y si los necesitas para algo ellos siempre están disponibles.

Fue un placer alojarnos en un lugar con tanta historia, tan bien cuidado y tan lindo. Con detalles a cada paso y en cada rincón al que mires, desde las rejas de entrada hasta la exquisita iluminación de los ambientes durante la noche, pasando por supuesto por la preciosa escalera caracol que es todo un símbolo del patio trasero, y el crujir de los pisos de madera que parece transportarte a otra época. Todo pensado para que tengas una estadía diferente.
La Botica de 1852 se ubica en Cramer 223, Chascomús.
Para conocer más y comunicarte con ellos, podés entrar a su Instagram.
