Archivo por meses: abril 2018

Entre sierras y pampa, una ciudad que honra a Cervantes: Azul.

Fue por orden de Juan Manuel de Rosas que el coronel Pedro Burgos fundó el fuerte San Serapio Mártir del Arroyo Azul el 16 de diciembre de 1832 para contener el avance de los malones sobre la «civilización» de la época. Y fue en 1895, 63 años después de aquél suceso, que Azul fue declarada ciudad.

Evidentemente llena de historia, y como veremos ahora muy rica en cultura también, la ciudad de Azul se levanta orgullosa en el centro de la Provincia de Buenos Aires, en plena pampa húmeda que le permite desarrollar una importante actividad agropecuaria como pilar de su economía, aún en estos días donde la sequía viene golpeando fuerte a los productores locales.

Esta privilegiada ubicación le permite a su vez gozar de una muy buena conectividad. A solo unos cuantos kilómetros de Tandil, cuenta con autopista hasta Mar del Plata, y se conecta con la metrópoli por excelencia, Buenos Aires, a través de la ruta nacional 3 para la que está ya planificada su conversión a autopista. Si bien se muestran algo preocupados por las malas influencias que les puedan llegar desde la capital federal, los habitantes de Azul reconocen la necesidad de una vía rápida que conecte su economía y al turismo con la ciudad más importante del país.

Pero la verdad es que Azul no necesita de nadie para destacarse, pues es una ciudad con brillo propio. Emplazada en las cercanías de las sierras que cortan la llanura pampeana, se trata de una localidad donde los paisajes y la cultura invitan al turismo. Y a juzgar por lo limpias que se ven sus calles, lo cuidada que está la plaza, la variada oferta gastronómica y de actividades para realizar, y por supuesto, la calidez de su gente; se trata de una invitación con todas las letras.

A nivel cultural, Azul es una parada realmente imperdible. Considerada como la «Ciudad Cervantina de Argentina», aquí se puede encontrar una de las colecciones de ediciones del Quijote de la Mancha más importantes del mundo. Los ejemplares pueden verse en la Casa Ronco, que por supuesto visitamos y tendrá post exclusivo próximamente. Pero no es sólo en este museo donde se respiran aires literarios, sino en la misma calle, a través de las esculturas de Carlos Raggazoni que retrata escenas del famoso libro a través de una perfecta combinación de, digamos, chapas descartadas.

Claro que si hablamos de arte en Azul no se nos puede escapar la obra del genial Francisco Salamone, que más que ingeniero era todo un artista. Estructuras por demás imponentes como la entrada del cementerio, el matadero o la misma Plaza San Martín potencian la fama de Azul y, por supuesto tendrán también su post aparte.

Y algo que también me llamó personalmente la atención, más allá de las obras de Salamone, Azul es una localidad con arquitectura atractiva de por sí. Recorriendo la calle Bolivar en la zona céntrica hay construcciones que llaman la atención, como la de esta esquina de acá abajo.

Pero aún para aquellos que no estén interesados en la literatura, la arquitectura ni la escultura, esta ciudad tendrá después de todo algún atractivo. El Parque Sarmiento es enorme y ofrece la posibilidad de pasar una tranquila tarde de mates y aire libre, como también podría hacerse en el balneario municipal donde, durante el fin de semana de Pascuas en que fuimos nosotros, había un encuentro de motocicletas con mucho cuero negro y remeras de Harley Davidson. Por supuesto que el turismo rural es una posibilidad también, y hasta el religioso, ya que a algunos kilómetros se encuentra el Monasterio Trapense, del que también ya hablaremos.

Y si  estamos pensando en salir de la ciudad perfectamente se puede planificar una salida a la zona de Boca de las Sierras, donde el paisaje asombra por los cambios de colores y, por supuesto, de topografía. Uno no puede evitar preguntarse: qué hacen estas montañas en medio de la Pampa bonaerense? Bueno, allí están, así que a disfrutarlas.

Mucho por hacer, recorrer y conocer en Azul. También se puede aprovechar la buena oferta hotelera de esta localidad para utilizarla como base, y recorrer desde allí los pueblos de los alrededores. Todo eso se los iré mostrando en los posts que se vienen, así que vayan respirando profundo, que se vienen aires de campo!

Como despedida, la nota de color (o de colores), como lo fue la caravana de Citroen que finalizó su pintoresco recorrido en la estación de tren de Azul. Y ahora sí, los veo en la próxima nota de Ahicito!

 

Conocemos el Museo Nacional de Antropología, en Ciudad de México.

Emplazado en los bosques de Chapultepec, el Museo Nacional de Antropología es definitivamente uno de los imperdibles para todo aquel amante de la historia y la arqueología que esté de visita por Ciudad de México.

Se trata de un predio realmente enorme, por lo que aconsejo ir con mucho tiempo y tranquilidad, en el que el visitante podrá apreciar piezas históricas y conocer detalles sobre las diferentes culturas que habitaron México a través del tiempo, de forma muy clara y didáctica; y con un grado de detalle importante.

Tan importante, diría yo, que el recorrer el museo íntegro en una sola visita será prácticamente imposible si queremos profundizar en absolutamente toda la muestra. Quienes quieran entrar en todos los detalles, deberán elegir la temática que les interese y enfocarse en ella, para lo cual de seguro tendrán material más que de sobra en el museo.

Por nuestro lado hicimos una visita rápida a todas las salas para tener una idea general de las muestras, deteniéndonos un poco más en aquellos puntos que nos llamaban la atención, como ser por ejemplo la famosa Piedra del Sol de los mexicas, a la que por contener los nombres de los días se la conocer erróneamente como Calendario Azteca, siendo que en realidad se trata de un altar de sacrificio que finalmente nunca fue concluído.

Como cada sala tiene su temática propia, es fácil dirigirse a la que uno más le interesa. Incluso hay salas que tienen parte de su exposición al aire libre, como ser la de Teotihuacán donde se muestra una maqueta de gran tamaño de lo que es esta ciudadela, o la de los mayas donde el visitante puede apreciar réplicas de las construcciones que levantaba esta antigua cultura.

También hay representaciones de las deidades, como ser el Dios de la Muerte.

Sin embargo, sabiendo que durante nuestro viaje íbamos a visitar ruinas de diferentes de estas culturas y a ver tales edificios con nuestros propios ojos, estas réplicas en algún punto perdían un poco de interés. Lo que sí se convertía en un capítulo aparte y apasionante, era el Inframundo de los mayas.

Para los mayas la vida después de la muerte transcurría en un mundo paralelo, que se unía con el terrenal a través de las aguas y las cuevas. Al morir un hombre, su alma iniciaba su camino hacia el Inframundo, el cual está poblado por seres tenebrosos que aterrorizan a los difuntos, por lo que sus familiares solían quemar incienso para alejar los malos espíritus. Además durante el trayecto es necesario satisfacer las necesidades básicas del muerto, para lo cual en las tumbas se depositaban diversas clases de alimentos.

Otro punto alto de la muestra es el dedicado a la ciudad de Aztlán, donde los relatos mitológicos ubican el origen de los mexicas. Cercana a Chicomóztoc, sitio de las siete cuevas donde se habría formado la humanidad, Aztlán sería el lugar desde el cual las tribus iniciaron una peregrinación de más de 200 años para poblar el resto del mundo.

Y por supuesto, en una muestra arqueológica mexicana no pueden nunca faltar las serpientes emplumadas. Quetzalcóatl está presente en la religión de casi todas las culturas de Mesoamérica, y tuvo su mayor esplendor en Teotihuacán. Para los mexicas, por ejemplo, la serpiente emplumada desempeñó un papel fundamental en la creación del universo y del hombre, siendo uno de los hijos de la pareja creadora, y habiendo penetrado en el Inframundo para obtener los huesos de la humanidad antigua y mezclarlos con su sangre, mezcla con la cual luego poblaría el universo.

No todo es cultura e historia en el Museo de Antropología. En algún momento hay que hacer una pausa para comer algo, y si bien el ingreso a las salas con alimentos y bebidas no está permitido, el museo cuenta dentro de sus instalaciones con un restaurante absolutamente recomendable, con precios módicos y gran variedad de platos que incluye comida no mexicana, para aquellos que quieran evitar el picante.

Las visitas se realizan de martes a domingo, de 9 a 19 horas, permaneciendo cerrado los lunes. Igualmente, para mayor información, les dejo el link a la página web donde encontrarán todo lo que necesitan para organizar su visita.

El Museo de Antropología será una excursión larga, pero que bien vale la pena, ya que realmente no tiene desperdicio. La organización de las salas lo hace dinámico e interesante, ya que uno puede seguir un hilo durante la muestra e ir entiendo un poco más cada una de estas fascinantes culturas prehispánicas.

Una visita más que recomendada cuando estés en CDMX. ¡A no perderselá!