El día estaba lindo y hacía tiempo que veníamos con ganas de salir a la ruta, así que desde temprano comenzamos a buscar opciones para disfrutar de un almuerzo de campo. Elegir un restaurante en Tomás Jofré no es fácil, ya que las opciones que hay son muchísimas, pero en tiempos de Covid-19 el simple hecho de salir a comer implica un riesgo para la salud, así que nos enfocamos en buscar lugares donde la gente comentara que se cumplían los protocolos.

De entre los que encontramos con comentarios positivos en este aspecto y fotos de mesas espaciadas, elegimos Lo del Tata, y a la hora de apertura nos comunicamos para saber si tenían disponibilidad. Podían guardarnos una mesa en el quincho semicerrado, pero el horario era hasta las 13:30 y según el Maps no llegaríamos a tiempo. Por suerte en Lo del Tata se coparon y nos guardaron la mesa hasta las 14:30 hs. Y menos mal, porque había una buena cantidad de gente haciendo cola para entrar cuando llegamos.

Estaban en pleno servicio y con el restaurante lleno, con lo cual la atención se demoró un poco, pero pasados algunos minutos arrancamos con todo. El menú es libre y consiste en una entrada de fiambres, empanadas fritas, y berenjenas al escabeche. Luego llega el principal, con la parrillada en su correspondiente brasero. También podés optar por las pastas, nosotros probamos tanto los sorrentinos de muzzarella y jamón como los ravioles de ricota y verdura. Ambos muy buenos, al dente como nos gustan. Pero ojo, la porción es muy pequeña, es más bien para acompañar la carne. Claro que si querés comer solo pastas no hay problema, podés repetir el plato, pero para saciarte vas a tener que hacerlo 2 o 3 veces.

Por último llega el momento del postre, que junto con 1 bebida grande, están ya incluidos en el precio del menú. El postre es lo único que es uno por persona, el resto de los platos podés repetir todas las veces que quieras. Para cuando pedimos el postre ya se habían hecho más de las 16 hs y se había acabado el helado, así que optamos por el budín de pan con dulce de leche. Gran elección, estaba muy bueno, ideal para un día fresco de invierno.

El espacio en Lo del Tata es amplio. Además del salón (al que no ingresamos) cuenta con un gran parque al aire libre por el que se distribuyen las mesas, y un muy lindo quincho con cerramiento de plástico. En el parque hay algunos juegos para los más chicos, e incluso hay una pileta aunque claro, en julio a nadie se le ocurre tirarse un chapuzón.

Ahora llega el momento del párrafo Covid, ese que si hubiera escrito este post en otra época, no existiría. Como se ve en la foto de arriba había un buen distanciamiento entre mesa y mesa. Aún cuando había bastante gente esperando para entrar, y una opción para no perder ningún comensal hubiera sido agregar mesas ya que espacio había, en Lo del Tata el protocolo se respetó y no hubo lugares agregados a último momento. Además, cada mesa contaba con su alcohol en gel.

Pagamos la cuenta cuando ya caía la tarde y eran pocos los comensales que quedaban. La mesera muy amablemente nos ofreció agua para el mate y tortas fritas para llevar, que nos vinieron muy bien para el viaje de regreso en una ruta por demás cargada.