Los seguidores asiduos del blog habrán notado el cambio en la frecuencia de las publicaciones primero, y la ausencia total de nuevos posts desde hace unos 15 días, y se preguntarán ¿qué pasa con Ahicito Nomás? Bueno, en la vida hay momentos disruptivos que lo cambian todo, y personalmente hace 2 meses me tocó vivir el más maravilloso de todos ellos.
Tras una larga espera de 40 semanas, el primogénito Teo llegó y nos cambió la vida de forma rotunda. Estos últimos dos meses fueron de muchísimo aprendizaje para todos, y al menos para los papás, de muy poco dormir. Fueron días cargados de emoción donde el impulso de sentarse a registrar lo que se estaba viviendo siempre estuvo, pero nunca encontré el tiempo, como así tampoco hubo tiempo para seguir alimentando el blog como lo venía haciendo hasta ese momento.
Esa noche de hace dos meses la recuerdo como si hubiese sido ayer, y a la vez ya me parece sumamente lejana en el tiempo. Las contracciones que se iba acelerando con el transcurrir de los minutos, los llamados a la partera y finalmente el salir corriendo hacia la clínica, todo está nítidamente presente en mi memoria.
El nerviosismo estuvo contenido hasta ese momento donde la partera confirmó que nos internaban y me tocó ir a cambiarme para entrar a la sala de parto. Creo que es en ese momento, en la soledad de ese pequeño cuartito donde uno se disfraza de cirujano, cuando se cae en la cuenta de que en realidad está pasando. Llegó el momento, y mientras me cambio el corazón se acelera, me invade la ansiedad y me tomo un minuto para sentarme, cerrar los ojos, respirar profundo y pedir que todo vaya bien. Antes de guardar mis pertenencias en el locker tomo el celular y disparo un par de mensajes de Whatsapp avisando a la familia. Estoy apurado, nervioso, me tiemblan los dedos y los textos que transmite la red de telefonía móvil son ininteligibles pero estoy seguro de que del otro lado sabrán interpretarlos.
Entrar en la sala de parto es un shock. Contrastando con mi ansiedad y expectativas, en el quirófano todo es organización y calma. Y, para mi sorpresa, así lo fue durante todo el proceso que transcurrió casi con precisión de relojero suizo. «En media hora nace» se escuchó la voz experimentada de la partera, y se equivocó tan solo por 2 minutos.
El momento en que Teo se asomó a este nuevo mundo no voy a intentar describirlo; se que sería imposible. Solo puedo decir que ver por primera vez a tu hijo te genera una catarata de emociones que te caen todas juntas, y que me resultó inevitable que los ojos se me empañaran. Momento mágico y único que se extiende mientras él permanece sobre la madre, hasta que finalmente las enfermeras se lo llevan, conmigo siguiéndolas de cerca.
Pero seamos sinceros, el parto es de la madre. Nosotros solamente estamos de invitados. Apoyando, ayudando, dando fuerzas y transmitiéndole calma a la mamá y el bebé, invitados de lujo y fundamentales, pero invitados al fin. El momento del papá está al otro lado del pasillo, una vez que las enfermeras terminan los primeros controles y lo visten. Y finalmente, te indican que lo alces. El bebé llora sin parar. Está aturdido, no entiende qué pasa. Hace un instante estaba dentro de la panza, donde pasó los últimos 9 meses, y de pronto una luz blanca lo enceguece y varios desconocidos lo manosean. En ese estado de excitación extrema tomo a Teo en mis brazos con mucho cuidado, midiendo cada movimiento que imprimo a ese frágil cuerpo, lo poso sobre mi pecho para que sienta mi corazón y le susurro al oído «Tranquilo, Teo. Acá está papá». La fórmula que utilicé para calmarlo cuando se movía sin cesar en la panza, es mágica. Se tranquiliza instantáneamente y se que me reconoce. Y en ese instante el resto del mundo desaparece, ya nada me importa, sólo estamos él y yo.
Eran pasadas la 1:30 de la mañana y afuera diluviaba. La mejor noche de mi vida estaba, literalmente, en pañales.
Felicitaciones!!!!
Hermosísima la etapa que se viene…aunque por pequeños momentos no lo parezca tanto, jeje
A disfrutar mucho que pasa “volando” (descripción nunca mejor usada que en este blog, je)
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Muchas gracias Martín! Y es verdad, hay que disfrutar cada instante porque se pasa volando!
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Te amo! 🙂
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🤗
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