El Cristo del Portezuelo: El mirador emblema de Chilecito.

Cuando llegué a la ciudad de Chilecito, luego de manejar largas horas desde Buenos Aires (con una noche intermedia en las sierras de Córdoba), sabía que se trataba de la segunda ciudad más grande de la provincia de La Rioja, que era la cabecera del departamento homónimo y que tenía un atractivo turístico principal (y que me provocaba gran ansiedad y curiosidad): el famoso cablecarril.

Con sus brazos abiertos el Cristo del Portezuelo parece darle la bienvenida a todos los que llegan a Chilecito.

En aquél momento sabía yo también que en Chilecito se alzaba una majestuosa imagen de Jesús, y pensaba que esta era un símbolo tradicional del lugar, pero aquí me equivocaba. Lejos de ser una escultura histórica, el Cristo del Portezuelo se creó en 2011 como parte de los festejos por el Bicentenario Argentino, y pretende simbolizar la gran tradición cristiana que hay en el pueblo riojano.

Durante el atardecer la escultura «cobra vida» a través de un equipo de iluminación que le da brillo y color.

La imponente obra del escultor Alejandro Carrizo mide 16 metros de altura y está colocada entre dos pequeños cerros, en lo que se llama El Portezuelo. Llegar hasta ella es una excelente idea para obtener buenas imágenes del pueblo y los alrededores, desde lo alto, y lo más recomendable es subir durante el atardecer, tanto por las imágenes como por el esfuerzo de remontar los 200 escalones (uno por cada año de historia argentina).

En lo alto de la escalinata, dominando el atardecer en la ciudad, el Cristo del Portezuelo es imponente.

Para quienes se vean impedidos de realizar tal esfuerzo existe un funicular, pero lamentablemente no está en funcionamiento. Ojalá en algún momento logren resolver el problema técnico que lo aqueja así todos tienen la chance de disfrutar de las excelentes vistas desde el mirador.

Es el mejor mirador de la ciudad, desde el que puede apreciarse todo el valle hasta llegar al cordón montañoso.

Al pie de la escalinata hay una confitería que invita a relajarse después del esfuerzo de subir y bajar, y si bien el Cristo se ve durante todo el día desde casi todas partes de la ciudad, por las noches es un espectáculo aparte ya que se ilumina y sus colores van cambiando a medida que avanza la noche.

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