Mucho se habla últimamente sobre la vacuna contra el COVID-19 y del desafío logístico del siglo que significará su transporte y distribución a temperaturas extremadamente bajas, pero a fin de llevar algo de tranquilidad al público general hay que hacer hincapié en una cosa: transportar una mercadería a una temperatura de -70°C no es un gran problema para la industria de carga aérea.
Esta afirmación puede resultar un poco rara para quienes no están relacionados con el mundo de la carga, pero la realidad es que la aviación es una industria que prioriza permanentemente la seguridad y la mejora operacional, y sus áreas de carga no son ajenas a ello. A lo largo de los años se han diseñado procedimientos y equipos para el correcto manejo de carga refrigerada, para el cual existen inclusos certificaciones específicas, y desde hace tiempo se transportan constantemente productos farmacéuticos que deben mantenerse a temperaturas constantes de -70°C o hasta -80°C. En otras palabras, los especialistas en carga aérea saben perfectamente cómo realizar estas operaciones de manera exitosa.
El gran problema no está dado por las bajas temperaturas requeridas por algunas de las vacunas, sino por su masividad. No es lo mismo mover un par de cajas cada semana a -70°C que tener que distribuir millones de dosis de vacunas en pocas semanas, por todo el mundo.
Este punto se ve de algún modo amainado en un principio por el hecho de que no todas las vacunas serán aprobadas al mismo tiempo en todos los países, lo cual generará de por sí una especie de dosificación del suministro. Un efecto similar lo generará el proceso de producción, que llevará su tiempo por la capacidad limitada de los laboratorios. Sin embargo, a medida que avancen las aprobaciones y se sumen empresas y locaciones a la producción habrá más vacunas para distribuir en simultáneo. Allí, además del riesgo de los cuellos de botella, se agrega la complejidad de la diversidad, ya que cada vacuna tiene sus especificaciones para el transporte y almacenamiento, y difieren mucho entre sí.
Por las versiones que se han podido leer en la prensa internacional, la vacuna de Pfizer, por ejemplo, necesita mantenerse a unos -80°C, mientras que hay otras que podrían manejarse en un rango de 2°C a 8°C. En el medio, están las que necesitan moverse congeladas pero no a tan bajas temperaturas. La industria aérea se viene preparando desde hace meses para este desafío pero, con rangos tan dispares y ante la incertidumbre de cuál vacuna viajará a qué rincón del planeta, la cuestión se complejiza aún más. Alguien podría por ejemplo trabajar duro en mejorar sus capacidades para trabajar con cargas a -70°C y que luego, finalmente, las vacunas que le llegaran fueran del rango 2°C – 8°C.
Volviendo al tema de la masividad como problema principal, hay que considerar que todas estas temperaturas se mantienen durante el transporte en base a hielo seco. Tanto los empaques pasivos (que son aquellos que de por sí no producen frío) como las soluciones activas (los contenedores refrigerados que sí lo producen) trabajan en su mayoría con este producto. Es más, los contenedores que se utilizan en carga aérea en general están preparados para mantener rangos de temperatura de hasta -20°C. Sin embargo, algunos de ellos (como informaron los especialistas de Lufthansa Cargo en el Pharma Hub de Frankfurt), podrían llegar a las temperaturas de -70°C requeridas, a base de utilizar más hielo seco que lo habitual. Esto tiene 2 efectos. En primer lugar, a menor la temperatura que se necesita, mayor la cantidad de hielo seco con la que se debe equipar al contenedor, y entonces menor también la cantidad de vacunas que se pueden transportar en él. En segundo lugar, el hielo seco es un material considerado peligroso en la aviación porque las emisiones de CO2 que produce pueden afectar a la tripulación; por lo tanto la cantidad que se puede transportar en un vuelo sin poner en riesgo la seguridad operacional, es limitada.
Si bien la infraestructura aeroportuaria será clave, las previsiones indican que en los grandes aeropuertos internacionales no habrá grandes problemas. En general, todos ellos, incluidos los de Latinoamérica (en general con menores capacidades que los norteamericanos o europeos), están preparados para manejar una cierta cantidad de productos refrigerados en simultáneo, y el flujo de vacunas no debería representar un problema mayor. El gran inconveniente puede darse en aeropuertos más pequeños, o de cabotaje, que deban utilizarse para distribuir las vacunas ya dentro del país. Sin ir más lejos, en Argentina TCA tiene una interesante superficie para almacenamiento refrigerado en Ezeiza, e incluso hay planes de ampliarla con equipos temporales, pensando especialmente en la llegada de las vacunas. Sin embargo, los aeropuertos del resto de las provincias, en general, no cuentan con una buena infraestructura en cuanto a refrigeración de mercaderías.
Y más allá de las capacidades técnicas de los aeropuertos, hay otro factor importante que afectará el correcto manejo de las vacunas. Se trata de los procesos y las formalidades aduaneras. De nada sirve que un aeropuerto tenga una cámara frigorífica de kilómetros cuadrados si los procesos de control de los vuelos y estiba de las mercaderías hacen que, desde el momento en que se descargan del avión hasta que finalmente ingresan a las áreas refrigeradas, transcurran largas horas durante las cuales la cargas están expuestas al calor del ambiente. Y en Argentina, como en otros países de Latinoamérica, este es un punto no menor porque los procesos aduaneros suelen ser engorrosos y lentos. Y eso, los únicos que tienen la llave para cambiarlo, son las autoridades gubernamentales.
Finalmente, está el problema de la última milla, que si bien ya no es parte de la industria aérea, puede llegar a ser el punto más problemático. Una vez que las vacunas hayan llegado al aeropuerto de destino, y hayan sido importadas y liberadas por la aduana, quedará el tramo de cabotaje a fin de hacer llegar las dosis hasta cada vacunatorio diseminado por el país. Cantidades de camiones refrigerados bien acondicionados serán necesarios, como así también una dotación suficiente de hielo seco a nivel local. Además, por supuesto, de lugares aptos para almacenar las vacunas, tanto en depósitos intermedios para las partidas que lleguen en embarques internacionales, como los lotes más pequeños de dosis que deban llegar hasta algún refrigerador en cada punto de vacunación.
En resumen, podemos decir que los desafíos que enfrenta la cadena logística para la distribución de las vacunas son las bajas temperaturas de almacenamiento en relación a la masividad y a la distribución hasta el punto final, la diversidad de tantas vacunas diferentes y la falta de procesos ágiles que permitan que la cadena de suministro fluya sin inconvenientes. Son muchos cabos a atar por muchos actores diferentes, tanto privados como estatales, por lo que para que la operación sea exitosa hay un solo requisito, tan difícil como clave: la cooperación y el trabajo en equipo de cada uno de los actores de la cadena de suministro y de las autoridades intervinientes, todos ellos con un único fin: que las vacunas lleguen en buen estado a la gente.
En el post del jueves profundizaré sobre cómo los diferentes actores de la logística se están preparando para esta operación histórica alrededor del mundo.