Las últimas vacaciones que hicimos fueron bien ruteras, y camino hacia las provincias de La Rioja primero, y Catamarca después, atravesamos buena parte del país y gran cantidad de localidades. Entre ellas, dato proporcionado de antemano por un colega, a quién agradezco, una de ellas mereció un alto para estirar las piernas mientras fotografiábamos lo que para nosotros ya es un clásico: una estación de ferrocarril abandonada.
Si bien a esta altura la Ruta Nacional 38 corre paralela a la vía del tren, la estación de Serrezuela no se divisa claramente desde la calle, o al menos no mientras uno va manejando, así que habrá que avanzar con atención para en el momento correcto desviarse hacia la derecha (si uno está en viaje de ida hacia La Rioja) y llegarse hasta esta construcción caracterizada por su pintura rosa, que evidentemente en otros tiempo fue mucho más llamativa.
La localidad cordobesa está ubicada muy cerca del límite provincial, a escasos kilómetros del comienzo de las Salinas Grandes, punto en donde político-geográficamente se cruza hacia la provincia vecina. Es de hecho el último pueblo en territorio cordobés antes de pasar a La Rioja, y supo ser un lugar destacado del recorrido del ferrocarril. Esto se nota en su infraestructura, vías y cartelería.
El cartel de hecho te lo dice, literalmente. Se trata de una estación de empalme, desde donde se conectaban trenes hacia Mendoza y San Juan. De ahí la gran cantidad de espacio abierto frente al andén, y las numerosas vías y desvíos que se despliegan hacia varios lados, entre ellos uno en el que aún permanece estacionado – abandonado – algún vagón de carga.
Es una localidad extremadamente tranquila, donde los habitantes se extrañan al principio cuando ven el auto aminorar la velocidad, pero te saludan con alegría cuando te cruzan cámara en mano apuntando la lente hacia la estación. Por supuesto, no falta algún chiste o comentario al respecto. Como no habrán faltado tampoco en el año 2009, cuando Serrezuela tuvo la particularidad de ser el punto de lanzamiento del cohete Gradicom I, curiosidad de la que no tenía la más pálida idea en el momento que anduve por allí.
A juzgar por nuestro fugaz paso, de aquél lanzamiento nada queda hoy en día. Tampoco queda mucho más que el recuerdo del paso del tren, ya que el Ferrocarril General Belgrano abandonó el servicio de pasajeros por estos parajes allá por la década del ’80. Ahora tan solo quizá pasa algún tren de carga cuyo maquinista podrá contemplar estas construcciones que parecen estar esperando la llegada de alguna producción cinematográfica para revivir.