San Antonio de los Cobres

Allí donde las rutas nacionales 40 y 51 se fusionan y se hacen una, a 3774 m.s.n.m. que lo convierten en uno de los poblados más altos de la Argentina, y atravesado a lo largo por el río homónimo, San Antonio de los Cobres es el pequeño pueblo del noroeste argentino mundialmente conocido gracias al Tren de las Nubes que para en su estación (la cual desde hace un tiempo funciona como punto de partida del tramo ferroviario de la excursión).

Hasta aquí deberá llegar todo aquel que pretenda subirse al tren y recorrer las vías hasta una de las más impresionantes maravillas de la ingeniería humana: el Viaducto La Polvorilla. Sin embargo, del tren y el viaducto hablaremos en otro post, y hoy nos concentraremos en este puñado de casas bajas de adobe ubicado en la puna.

Su nombre es una combinación de San Antonio, el santo protector de las mulas y el patrono de los arrieros; y del metal que predomina en las explotaciones mineras de la zona: el cobre. A pesar de estar rodeado de montañas ricas en este mineral, y de tener un pasado de desarrollo económico basado en la construcción de la vía ferroviaria que comunicaba Salta con el vecino país de Chile, basta con dar una vuelta por el centro del pueblo para darse cuenta que de eso poco queda, y que hoy San Antonio es una localidad estancada y empobrecida.

A pesar de ser la estación más importante de la actual excursión del Tren a las Nubes, lo que le da una relevancia turística especial, incluso con proyección internacional, San Antonio parece no poder empoderarse de esa situación y aprovecharla en beneficio propio. Sigue siendo un pueblo de paso, donde los turistas apenas almuerzan comidas regionales (principalmente a base de llama) o compran algún tejido o artesanía. Aunque eso no es suficiente para activar el desarrollo económico del lugar, bien vale la pena tomarse un momento para caminar las calles, interactuar con los pobladores y darse una idea de cómo es la vida en este rincón del país.

Dueño de una historia bastante agitada, San Antonio supo tener sus idas y vueltas territoriales, habiendo sido tomada esta región por Bolivia hacia 1816, a quién luego se la quitó a su vez Chile. Solo con el laudo arbitral de 1899 esta zona del país volvió a tener soberanía argentina, y si bien durante todos esos largos años donde se sucedieron las guerras la localidad fue lugar de paso de ejércitos de uno y otro bando, nada de todo eso se pudo descubrir durante el corto tiempo que tuvimos para conocer el lugar.

Lo que sí es una pieza histórica es la parroquia San Antonio de Padua, ubicada sobre la Ruta 40 sobre una plaza en la que se juntan los artesanos para ofrecer sus recuerdos a los turistas. Si bien la iglesia fue objeto de restauraciones, su construcción de piedra a la vista data de principios del siglo XX, época en la que el pueblo era lugar de paso constante.

Si bien la excursión que lo hace famoso no lo permite, el pueblo cuenta con un par de alojamientos para aquellos que quieran pasar la noche. Para los amantes del trekking, una actividad interesante podría ser la de subir a los cerros de alrededor, desde donde se pueden obtener vistas aéreas de la población. Desde aquí se puede ir en vehículo también hasta el Viaducto La Polvorilla (y ver su extraordinaria estructura desde abajo), o tomar hacia el norte para visitar las Salinas Grandes primero, y llegar hasta Purmamarca después, luego de conducir por la hermosa Cuesta de Lipán.

La llegada del tren sin dudas cambia la dinámica del pueblo, y no sólo para los comedores y los artesanos que buscan atraer a los turistas, sino incluso para los niños que se amontonan para ofrecer cantar una coplita o sacarse una foto a cambio de unas monedas, en un tipo de turismo que sinceramente no me interesa. Seguramente valdrá la pena entonces conocer San Antonio de los Cobres sin tren de por medio, para contemplarlo autóctono, sin desvirtuaciones, e incluso, más digno.

 

2 comentarios en “San Antonio de los Cobres

  1. Jazmin

    No te parece una falta de respeto llamar poco digno a un pueblo tan especial , con una calidez humana impresionante y paisajes hermosos? Si no te gustó este tipo de turismo bastaba con decirlo no hacia falta llamarlo poco digno. Una seguidora menos.

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    1. Ahicito Nomás Blog Autor

      Jazmin creo que malinterpretaste mis palabras ya que nunca dije que el pueblo o su gente sean poco dignos. Lo que critico es la situación que genera la llegada de cada tren, que provoca que los nenes que deberían estar en la escuela vayan a la estación a ofrecerle a los turistas sacarse una foto con ellos como si fueran un animal de zoológico. Eso es poco digno y por eso sugiero que para conocer San Antonio hay que visitarlo por fuera de la excursión del tren y apreciarlo en su versión autóctona.

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