Volviendo a Londres desde Praga con la low cost EasyJet.

El regreso a casa de la recorrida europea que hicimos a fines de 2019 comenzaba en la hermosa ciudad de Praga, de la que ya hablaremos más adelante, y nos llevaba a hacer una escala en Londres, más precisamente en el aeropuerto de Gatwick. Si bien la mayor parte de los tramos intraeuropeos del viaje los hicimos en tren, por la distancia entre estas dos capitales nos decidimos por el avión, aprovechando los precios de la low cost EasyJet.

El día en Praga había amanecido lloviendo, así que estaba ideal para dejar la ciudad sin remordimientos.

La llegada al aeropuerto de Praga fue algo accidentada. En primer lugar había mucho tránsito, con lo cual aconsejo a los que tengan que tomar un vuelo que salgan con tiempo desde el centro de la ciudad. En segundo lugar, me equivoqué y bajamos del Uber en la Terminal 2, que es la de los vuelos intraeuropeos, mientras que el nuestro, por no ser Gran Bretaña espacio Schengen (y ahora que escribo estas líneas, directamente no es más UE), salía de la Terminal 1.

Cambiamos de terminal sin mayor dificultad, caminando siempre por adentro del edificio hasta llegar a los mostradores de entrega de equipaje de EasyJet. Por supuesto, como siempre que se viaja en una low cost, fue importantísimo llevar el boarding pass previamente impreso, y una vez que despachamos las valijas nos dirigimos hacia el sector de los gates.

Es allí en el acceso a los gates donde se realiza el control de pasaporte para salir de la República Checa, el cual es uno a uno (nada de pasar dos personas al mostrador de migraciones, por más que viajen juntos). Claro que seguramente con menores la cosa sea diferente, pero no puedo asegurarlo. Igualmente, al ser de salida, el cuestionario no es demasiado rebuscado, y lo que más constatan es que uno sea el del pasaporte, y que éste sea válido.

Si bien ya estábamos en la zona de preembarque, hasta ese momento no sabíamos por qué puerta embarcábamos. Sólo teníamos la certeza de que era en el sector A, así que hacia allí nos dirigimos. Resultó ser un pasillo donde uno debe hacer la espera, rodeado de locales de free shop donde aprovechamos a gastar las últimas coronas que teníamos en efectivo comprando algo para tomar.

Chequeando los monitores nos enteramos que nuestra puerta asignada era la A8. Allí hicimos la cola para el control de seguridad, que se hace dentro del gate mismo. Cada uno tiene su propio scanner y detector de metales, que le sonaba a casi todo el mundo por lo que el proceso se hizo lento y engorroso. Cuando sonaba, los agentes de seguridad tomaban un papelito y lo pasaban por las manos y la cintura al pasajero, y luego lo introducían en un aparato que detecta rastros de estupefacientes. Por suerte a nadie se le prendió la luz roja.

La espera siguió dentro de la sala del gate, donde ya no hay ningún servicio a excepción del baño. El abordaje comenzó con 15 minutos de retraso.

Mientras los TCP hacían la demo de seguridad, el capitán tomó la palabra por altoparlante para anunciarnos que por congestión de tráfico aéreo la torre de control nos había asignado turno para despegar recién dentro de 25 minutos. Finalmente, el retraso total fue de una hora.

Acorde al tipo de compañía que habíamos elegido, el avión en el que estábamos era un A320 básico, sin wifi, sistema de entretenimiento ni pantallas. Los asientos no se reclinaban, y EasyJet ni siquiera se molesta en disimularlo: no hay botón alguno para intentarlo.

El día estaba tan gris como cuando dejamos el centro de Praga.

Una vez despegados comienza el servicio de abordo, que es 100% pago. Si no abonás, no recibís ni un vaso de agua, con lo cual no sería mala idea comprar bebida en el aeropuerto, e indicarle al vendedor que es para abordar, ya que así tomarán algunas medidas para que te permitan pasar por el control de seguridad. También pasan ofreciendo free shop, por supuesto. Pero en todos los casos los precios me parecieron bastante caros, así que optamos por esperar y buscar un mejor almuerzo en Londres.

A pesar de lo amanazante de las nubes el vuelo fue muy tranquilo. Claro que fue prácticamente nada lo que pudimos disfrutar de las vistas con el cielo tan nublado.

Cuando llegamos a Gatwick desembarcamos en una posición realmente alejada de la zona de control. Fue mucho lo que tuvimos que caminar hasta llegar al control de pasaportes, y en esa caminata obtuvimos la postal: un avión de la recientemente quebrada (en ese momento) Thomas Cook, convenientemente estacionado en una posición remota.

El segundo ingreso a Gran Bretaña (el primero fue con Norwegian desde Buenos Aires y podes leerlo haciendo click aquí) no tuvo nada de traumático. De dónde veníamos y cuántos días pasábamos en Londres fueron las dos consultas del agente de migraciones. Con la respuesta de que era una sola noche para tomar el vuelo final hacia casa, y que dormiríamos dentro del aeropuerto mismo, fue más que suficiente.

La Reina nos volvía a recibir sonriente, y rápidamente emprendimos la caminata hasta el hotel.

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