Hace unos días llegué a Buenos Aires de regreso de las vacaciones, que por supuesto tuvieron en sus últimos días un clima enrarecido por el avance del Coronavirus en el país, con su pico el pasado jueves 12 de marzo cuando el gobierno decretó la emergencia sanitaria y con ello suspendió los vuelos desde los países de riesgo por 30 días.
Estas vacaciones tuvieron lugar en el país, recorriendo lugares que aún no conocía (y de los que ya les hablaré) en las provincias de La Rioja y Catamarca, y sincesaremente en aquellos pagos el tema parecía estar bastante alejado (y aún al día de hoy todavía no hay casos positivos documentados). Solo el último día en La Rioja capital apareció el tema en la conversación. Sin embargo esto no duraría ya que durante la escala en Villa Giardino, Córdoba, el tema ya estaba más instalado, y a partir del DNU pareció haber una explosión de información que se avalanza sobre uno en forma constante.
Si bien el tema evoluciona de forma tan dinámica que es imposible evitar que la información y recomendaciones de actualicen a diario, creo esencial que podamos frenar un poco esa ola de sobreinformación que nos ataca cada vez que prendemos la tele o la radio, y que podamos discernir lo que es cierto, de lo dudoso, y de lo que es realmente falso. Porque en esa invasión mediática, a la que se agregan las redes sociales y las cadenas de Whastapp de orígenes inciertos, viene mucha noticia falsa, como esa que decía que el martes a la noche la FAA iba a fumigar la ciudad con 5 helicópteros… Por eso es importantísimo que nos informemos únicamente con fuentes oficiales y que no caigamos en la tentación de de creer y/o difundir recomendaciones o noticias que no sabemos realmente de dónde surgieron.
Por otro lado, para frenar el avance del virus hay que actuar con responsabilidad. Cambiar hábitos es lo que más nos va a costar, pero si se fijan bien las dos primeras medidas para evitar el contagio no debieran ser tan difíciles de cumplir; de hecho ya nos las enseñaron nuestros padres de chiquitos, porque gripe hubo desde siempre. ¿Quién no ha tosido o estornudado sobre alguien y se ha ligado un reto de su padre? ¿Y cuántas veces nuestros viejos nos habrán repetido que tenemos que lavarnos las manos luego de ir al baño y antes de comer? Bueno, aunque parezca mentira, estas dos medidas no siempre se cumplían. Ahora llegó el momento no solo de cumplirlas, sino de extremarlas: lavarse las manos bien y frecuentemente, especialmente al volver de la calle. Y estornudar sobre el codo, algo que a muchos nos quedó incorporado desde la Gripe A.
Y por supuesto, a quienes les corresponda, respetar la cuarentena. Esto al principio tuvo una grieta importante, porque cuando se implementó la medida para los que volvían del exterior, los extranjeros que llegaban no tenían ninguna obligación al respecto, cosa que se corrigió luego hasta el punto que ahora directamente no se permite la entrada a no residentes. Pero en el interín hubo un hueco que personalmente viví al haber compartido excursiones y hoteles con franceses e italianos durante mis vacaciones. Por eso durante los pocos días que estuve en Córdoba casi no salimos de la cabaña que alquilamos, y cuando llegué a Buenos Aires aprovechando que aún tenía una semana más de vacaciones, me recluí en casa evitando el contacto con mayores hasta ayer en que contabilicé 14 días desde que compartí 8 horas a bordo de una 4×4 al lado (codo a codo) de un francés, mi último «contacto estrecho» con un extranjero.
Por último quiero destacar la importancia de mantener la calma y evitar entrar en pánico. Eso se logra con información correcta y responsabilidad. Si actuamos responsablemente evitaremos el aumento de los contagios y el colapso de los sistemas de salud, lo cual es el principal problema que desnudó el virus. Y es sumamente importante porque hoy paramos los vuelos por un mes, suspendimos las clases por 15 días, y todos los que tienen la posibilidad evitan salir y trabajan desde casa, pero el mundo no puede funcionar así por mucho tiempo (de hecho, no podemos decir siquiera que esté funcionando en estas condiciones).
Si hablamos particularmente de nuestro país, a diferencia de Estados Unidos o Europa, Argentina tiene una importante dependencia de las importaciones, por ejemplo en medicamentos e insumos para fabricar repelente, tan importante para combatir la epidemia de la que todo el mundo ahora parece haberse olvidado: el dengue. Así que lejos de ser un tema meramente económico (que por supuesto lo es), la realidad es que hasta por razones de salud pública, más temprano que tarde los argentinos vamos a tener que volver a la calle y reactivar el país. Y para ese momento debemos estar preparados.