Cuando uno viaja a Bélgica el probar una buena cerveza local es casi una obligación. Las cervezas belgas, y en especial las trapenses con su alta graduación alcohólica, son sin dudas las mejores del mundo, así que bien valdrá la pena buscar un buen lugar para degustarlas. Justamente frente a la Galería de la Reina se encuentra una de las más tradicionales cervecerías de Bruselas: A la Mort Subite.
Si bien A la Muerte Súbita (como se traduce literalmente su particular nombre al español) fue fundado en 1928 en el mismo lugar donde se encuentra hoy en día, su historia se remonta a 1910, época en la que su dueño Theophile Vossen tenía su establecimiento al que solían ir los empleados del Banco Nacional de Bélgica. Ellos jugaban siempre a un juego llamado 421, en cuya última ronda antes de volver al trabajo el que perdía recibía la denominación de «muerte súbita», algo así como el sistema de «gol gana» que se instauró en alguna época reciente para dirimir compentencias futbolísticas como la Copa Libertadores.
Así es como al mudarse Vossen decidió bautizar a su nuevo emprendimiento con el nombre de aquel último juego. Desde ese momento los herederos siguen la tradición, y llevan adelante el negocio familiar con la decoración original que tenía al momento de su apertura. Casi 100 años después aun podemos disfrutar de un ambiente relajado, excelentes cervezas (entre las que se cuenta la que lleva el mismo nombre que el establecimiento), y un snack o algo para acompañar.
Por supuesto que en A la Mort Subite se puede conseguir cervezas trapenses, pero también hay otras variedades. A sugerencia del mozo, nosotros optamos por probar las Chimay y Affligem, ambas plenamente recomendables. Como en realidad teníamos hambre, y la cena era una excusa para probar buena cerveza, también ordenamos un par de sandwiches, pero cuando nos los trajeron nos llevamos una sorpresa porque no era para nada lo que teníamos en mente.
Una suerte que el mozo nos haya advertido que el «cannival» se trataba de carne cruda, así pudimos por lo menos elegir la opción que era cocida. Igualmente la lámina de pan nos dejó con hambre, así que completamos con una degustación de queso gouda, un plato con una generosa cantidad de dados de queso que nos dejó muy satisfechos.
Además de los sandwiches y los snacks, la carta incluye ensaladas y omelettes. O sea nada de hamburguesas o comida chatarra, lo que hace también que el público sea de un promedio de edad más alto que el de la media. En cuanto a bebidas, no solo hay cervezas belgas sino que también hay importadas (claro que ninguna de Argentina), además de vinos, aperitivos, bebidas sin alcohol e incluso cafetería.
Una de las cervecerías más tradicionales de Bruselas. Vale la pena entrar, sentarse en una de sus pintorescas mesitas de madera y probar alguna de sus delicias.