Visitamos las cascadas más famosas: Las Cataratas del Niágara.

En el sureste canadiense, en la zona conocida como Los Grandes Lagos, existe un curso de agua que drena el contenido del lago Erie dentro del lago Ontario. Se trata del Río Niágara, y en un punto de este se encuentran las que seguramente sean las cascadas más televisivas del mundo: las famosas Cataratas del Niágara.

Se trata de una serie de saltos que, con aproximadamente 62 metros de altura y un caudal promedio de unos 2800 m3 por segundo, son las cataratas más voluminosas de América del Norte. Si bien en realidad son tres cataratas, casi que a simple vista se ven solo dos, ya que la más pequeña, llamada Velo de Novia, pasa desapercibida al lado de las más amplias Cataratas Americanas. Ambas están, por supuesto, del lado estadounidense del Ni{agara, ya que el río funciona como frontera natural entre ambos países.

Sin embargo, al menos en mi opinión, el mejor lado para visitar las cataratas es el canadiense, ya que desde aquí se tiene una excelente imágen panorámica de los saltos americanos, y casi que podemos meternos dentro de la más impresionante de las cataratas: Las Horseshoes Falls, que deben su nombre a su forma de herradura y son, por lejos, la foto más famosa del lugar (y la que ilustra la portada de este post).

Más allá de lo impresionante en sí de este espectáculo natural, lo que más me llamó la atención fue que las cataratas están casi en medio de la ciudad homónima, y con sólo caminar plácidamente por la costanera uno casi que puede tocarlas. Algo que lo que no estoy para nada acostumbrado, más con la experiencia en nuestras impactantes Cataratas del Iguazú (que dicho sea de paso, nada tienen que ver con estas).

Así uno tiene de un lado el río y sus impresionantes saltos, y del otro lo que se conoce vulgarmente como «Las Vegas canadiense»; una ciudad que a simple vista aparece como absolutamente artificial y levantada casi exclusivamente para que el turismo deje sus dólares canadienses allí. Pasada la mala sensación que me provocó descubrir aquello mientras buscábamos dónde estacionar el auto, podemos volver a apreciar esta maravilla de la naturaleza que sí vale la pena.

Como las cataratas están ahí nomás admirarlas desde la vereda, pegado a la varanda, es totalmente gratis. Pero como en todo lugar turístico hay por supuesto una variedad de opciones para disfrutarlas a cambio de un módico pago. Se puede por ejemplo visitar la parte de atrás de las cataratas y ver «al revés» a través de ellas, algo que me hubiera gustado mucho hacer, pero para lo cual no nos daban los tiempos ya que apenas teníamos un par de horas disponibles. Así que en lugar de eso optamos por el paseo en el barco, que es muy recomendable ya que te permite un acercamiento increíble.

El ticket incluye el poncho de nylon para protegerte del agua, y que funciona muy bien en aquellas partes que te deja cubiertas, pero al embarcarte tenés que tener en cuenta que la parte baja de tus pantalones, las mangas de algún buzo que lleves puesto, y muy especialmente tus zapatillas, van a quedar totalmente empapadas. Y mucho ojo con los electrónicos, tanto teléfonos celulares como cámaras de foto. Si bien parece que el barco no se acerca tanto a la caída de agua, la fuerza del agua, el vapor y espuma que se levantan producto de la fuerza de la choque contra el suelo y el viento puede jugarte una mala pasada y mojarte en el momento menos esperado, cuando parecía que estabas a total reparo.

Un dato impactante es el nivel de erosión que presentan las cataratas. Aunque ahora por medio de adelantos técnicos se ha logrado reducir su retroceso a 30 cm por año, la cifra promedio en los últimos años es de 0.91 cm al año. De hecho hace rato que las cataratas vienen «viajando» de esta forma, y hace unos 10900 años atrás se encontraban a la altura del pueblo de Queenston, es decir que han retrocedido mas de 10 kilómetros.

Las cataratas no solo son un atractivo turístico y una belleza natural, sino que además tienen gran injerencia en la economía y actividad de la región ya que desde hace largos años sus aguas son una fuente de energía importante, tanto para Canadá como para Estados Unidos. Es por eso que ambos países desarrollan un trabajo en conjunto con el objetivo de preservarlas, y el particular suelo del río ha sido objeto de estudios y trabajos. El más importante de ellos se realizó en 1969 cuando el caudal fue desviado por varios meses para que evitara pasar por las Cataratas Americanas, tiempo que los científicos aprovecharon para llevar adelante trabajos de gran importancia.

Hoy en día las cataratas están aquí y pueden visitarse de ambos lados del río. Claro que para cruzarlo habrá que tener a mano el pasaporte, ya que el Rainbow Bridge que se ve al fondo en la foto (por el que incluso se puede ir a pie) es un cruce fronterizo y habrá que hacer migraciones y aduana. Opción interesante para aquellos que quieran verlas desde más cerca, aunque por una cuestión de tiempos (como toda frontera tiene sus demoras) y de evitar burocracias gubernamentales, nosotros no tomamos. Nos pareció una mejor opción quedarnos del lado canadiense y sentarnos a comer una hamburguesa al sol, mientras se nos secaban los extremos de nuestras extremidades que habían quedado expuestas durante la navegación.

Para los interesados, Niagara Falls es un destino tradicional para ir de luna de miel (al menos para los norteamericanos). Pero obviamente no hace falta que te cases para ir hasta ahí. Sus cataratas homónimas son una belleza que hay que conocer cuando uno pasa por esta zona de Canadá.

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