Viajar a Berlin es sin dudas ir a encontrarse frente a frente con la historia. En cada rincón de la capital germana se respira un aire particular, mezcla de modernidad y libertad, con un crudo pasado de sufrimiento y opresión. La ciudad entera está plagada de puntos donde esta sensación se hace presente convirtiéndola en un lugar muy especial, y con seguridad uno de los más emblemáticos se extiende por algo más de un kilómetro a lo largo de la Mühlenstrasse, en la rivera del río Spree.

«Has aprendido lo que significa libertad, y eso no lo olvidas más»
La East Side Gallery es considerada la galería de arte al aire libre más extensa del mundo, y en ella se exponen las pinturas murales de artistas de todo el mundo plasmadas en la cara este del tramo más largo que aún queda en pie del tristemente célebre Muro de Berlin. Mensajes y símbolos de paz, libertad y esperanza cubren la pared que todavía hoy en día es uno de los mayores símbolos mundiales de todo lo contrario.

«Mucha gente pequeña que hace cosas pequeñas en lugares pequeños, puede cambiarle la cara al mundo»
El sábado pasado, 9 de noviembre de 2019, se cumplieron 30 años de la caída del muro, y eso nos obliga a hablar no sólo de las expresiones artísticas que muestra esta galería hoy, sino a hacer un poco de historia y recordar lo que significó esta pared de concreto que durante 28 años dividió no solamente a los habitantes de una ciudad, sino al mundo entero. Porque entender es esencial, necesitamos remontarnos en el tiempo a 1945, el final de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación de la Alemania Nazi por parte de los cuatro aliados.

«Gracias Andrej Sacharow» (Premio Nobel de la Paz 1975)
Con la capitulación incondicional de Alemania los aliados divideron el país en cuatro zonas que serían administradas por cada uno de ellos, quedando los sectores occidentales a cargo de Estados Unidos, Francia e Inglaterra; mientras que el este quedó en manos de la comunista URSS. Más allá de las tensiones lógicas de esta situación, había un punto que era crítico: Berlin, la capital del estado alemán y por tanto, su ciudad más importante y simbólica, con esta regla quedaba totalmente bajo control de los soviéticos, cosa que a las potencias occidentales no les causaba gracia. Por ese motivo se decidió finalmente dividir Berlin de la misma forma que se hizo con el país, aunque con el tiempo las tres zonas capitalistas se unificaron, quedando la ciudad entonces separada en dos: la parte occidental perteneciente a la República Federal Alemana (capitalista) y la zona oriental que era parte de la República Democrática Alemana (nombre realmente curioso para un estado comunista).

«Sucedió en Noviembre». Mural de Kani Alavi.
Más allá de la división política (y económica) entre las dos Alemanias, Berlin era una ciudad donde ambas se mezclaban, con gran cantidad de gente que, por ejemplo, cruzaba de un lado a otro para ir a trabajar o visitar familia o amigos. Y era también el punto donde más patentes se hacían las diferencias entre un sistema y otro, donde los que trabajaban del lado occidental cobraban sueldos más altos que sus pares del lado comunista, y a su vez quienes podían comprar víveres y artículos en el este los pagaban más baratos que si lo hicieran en el lado capitalista. Hacia fines de 1961 esto era un problema grave para la RDA, que perdía recursos económicos y humanos (ya que muchos de sus habitantes más calificados pasaban a la RFA para no volver más) y la solución fue cerrar la frontera con alambres de púa en la madrugada del domingo 13 de agosto de 1961. A partir de allí nada volvería a ser igual.

«El fanstasma es como rastros de los pájaros en el cielo»
Con el correr de las semanas la alambrada fue reemplazada por el muro de concreto que hoy podemos ver en la East Side Gallery. Para entender bien lo que pasaba hay que hacerse una imagen mental del mapa alemán de la posguerra, donde Berlin occidendal estaba totalmente rodeado por territorio de la RDA. El muro, entonces, no es que partía al medio a la ciudad, sino que directamente encerraba a su área capitalista. Solo una parte del muro (unos 45 km) hacía de frontera «intraciudad», mientras que había otros 115 km que separaban el resto de la RDA del enclave capitalista. Lejos de haberse construido para la gente no pudiera «salir» de Berlin, el muro se levantó para que los ciudadanos de la RDA no pudieran «entrar» (en la parte capitalista de la ciudad). Y por eso mismo, unos metros hacia adentro de la zona comunista y lindando con la frontera política oficial, se construyó un segundo muro. Entre el «muro exterior» y el «muro interior» quedó un área conocida como «la franja de la muerte», en la que los guardias armados podían abrir fuego sin previo aviso, y zanjas, barricadas y bancos de arena muchas veces minados dificultaban el paso de quienes quisieran escapar.

Sugestivo e ideal para la ocasión: Un Trabbi (auto popular de la Alemania comunista) atravesando el Muro de Berlin.
Luego de 28 años de tensiones durante la Guerra Fría, el bloque comunista estaba en declive y si se quiere dio paso a una de los momentos más curiosos de la historia. Las presiones sociales se hacían cada vez más fuertes y Berlin no era ajeno al nuevo escenario mundial, tanto que las autoridades de la RDA decidieron flexibilizar las políticas migratorias y levantar las restricciones para pasar al otro lado de la ciudad. Esto fue comunicado en una rueda de prensa por Günter Schabowski que, sin instrucciones claras del partido, ante la pregunta de uno de los periodistas presentes al respecto de «cuándo» entraban en vigor las nuevas medidas, sólo atinó a contestar que «según creía, inmediatamente». Era el 9 de noviembre de 1989 y se había jalado el gatillo que disparó a miles de ciudadanos alemanes a las calles, para abalanzarse contra el odiado muro y traspasarlo. Los guardias, sin información ni órdenes precisas, apelaron a su instinto y conciencia y en vez de masacrar a la multitud, simplemente bajaron la armas. En la práctica, el muro había caído.

Las pintadas callejeras del lado oeste del muro este.
En la actualidad trozos de muro se pueden encontrar dispersos por varios lugares de Berlin, pero el tramo más largo que queda en pie son los 1300 metros de esta obra de arte callejero que nos hace recordar que levantar paredes nunca puede ser la solución a nuestros problemas. Lejos de callar el sufrimiento de los berlineses que quedaron apartados de sus seres queridos por décadas, o de esconder las víctimas asesinadas por intentar cruzarlo, el muro pintado de la East Side Gallery realza su memoria y nos invita a reflexionar para evitar que cosas así vuelvan a pasar.

«Dios mio, ayúdame a sobrevivir esta vida mortal». Mural de Dmitri Vrubel con el beso entre Breschnew y Honecker
El muro te habla, te lo puedo asegurar. Y si lo escuchás bien, te pone los pelos de punta. Para oir su clamor se puede ir hasta la estación Warschauer Strasse, por donde pasan los subtes U1 y U3; y los trenes S3, S5, S7 y S9. Desde ahí solo unos metros te separan del comienzo de la East Side Gallery, un lugar al que hay que ir; no porque sea una visita obligada, sino porque es una visita necesaria.