Una semana en el Hotel Prince of Wales de Niagara on the Lake, Canadá.

Durante mi estadía en la ciudad canadiense de Niagara on the Lake me alojé en el impresionante Prince of Wales, un hotel de la cadena Vintage Hotels bautizado así en honor al Duque de York que lo visitara en 1901 y luego se convirtiera en el Rey George V. Sin embargo, a pesar de que pareciera haber pasado mucho tiempo desde entonces, el edificio es más antiguo aún, y data de 1864.

Y digo que es impresionante desde varios aspectos. En principio por el tamaño ya que el Prince of Wales no es un edificio sino un conjunto de estos, uno al lado del otro, tanto que en mi caso para ir hasta la habitación desde la recepción debía salir al exterior y volver a entrar. Luego debería transitar una importante cantidad de pasillos, sorteando escaleras que suben y bajan y puertas que dividen diferentes áreas del hotel, como si más que mi cuarto estuviera buscando la salida de un laberinto. Menos mal que allí no hay minotauro porque las primeras veces resultó complejo recordar todas las vueltas que debía dar, y más de una vez dudé delante de una puerta o incluso encaré algún pasillo equivocado.

Este hotel impresiona también por la cantidad y estilo de su decoración. De aspecto antiguo y victoriano (aunque no original ya que esto se logró en la remodelación de 1997), el lugar está super cargado de cuadros y retratos que en general muestran figuras de la nobleza británica, tanto en los pasillos como en las habitaciones. En mi cuarto, frente a mi cama y mirándome directamente a los ojos, uno de los reyes ingleses (no recuerdo realmente cuál) vigiló mi descanso celosamente cada noche, al punto de ponerme nervioso.

Mi habitación era pequeña y más bien oscura, cosa rara si se piensa que tenía ventana que daba a la calle, pero la verdad que en ningún momento de día el sol entraba de lleno. Además al estar al nivel del suelo era necesario mantener las cortinas opacas cerradas para evitar que la gente que transitaba por afuera pudiera ver hacia adentro. La iluminación artificial, aunque abundante, era de baja tonalidad así que llegaba un momento en que era imperiosa la necesidad de salir al exterior.

A pesar de ser pequeña se trataba de una habitación cómoda, salvo la excepción del mueble que contenía la heladera (porque sí, al principio pensé que no había, pero la heladera estaba disimulada dentro de un mueble de aspecto antiguo) cuya puerta chocaba contra los sillones estilo Luis XV. Dentro de ese mueble se encontraba también la TV, que al estar en un rincón resulta incómoda para verla desde la cama dispuesta al centro del cuarto.

Algunas cosas para destacar del Prince of Wales son la atención y recepción en los cuartos. Cada día que uno ingresaba por la tardecita se encontraba con la música prendida en una emisora de jazz a un volumen suave que realmente ambientaba el cuarto, y con una rosa sobre la cama, acompañando una tarjeta con el pronóstico del clima para el día siguiente. Un detalle de categoría que un poco queda empañado en estadías largas, porque cada día hay una rosa nueva y no retiran la anterior, con lo cual al final de la semana tenía un manojo enorme de rosas (muchas ya marchitas) que no sabía dónde meter. Además, el primer día te reciben con un plato con naranjas.

Eso es algo que no pasa por ejemplo en el baño donde cada día reponen los jabones en pan y retiran el pan usado. El baño es realmente un punto fuerte ya que es amplio y muy cómodo, la ducha es un lujo y además las toallas van colgadas sobre un dispositivo que encendiendo una perilla se calienta, algo que seguramente los huéspedes que se alojen aquí durante el invierno canadiense agradezcan. Ademas hay batas disponibles y la limpieza es excelente.

Los puntos no tan buenos del hotel tienen que ver más que nada con el servicio del restaurante. Si bien la comida es aceptable el servicio tarda mucho (demasiado) y además no viene por partes; es decir que en una misma mesa teníamos gente comiendo y otra que 15 minutos después aún no había recibido su plato. Y eso que éramos un contingente empresarial y ya habíamos elegido el menú con anticipación por la mañana.

Para finalizar, el otro aspecto que impresiona en cuanto a este hotel es su precio. La estadía diaria cuesta CAD 350 (o sea unos USD 265 ) más impuestos y sin desayuno. Definitivamente hay que hacer bien las cuentas antes de reservar, y aún así queda como un hotel para privilegiados, o bien para cuando la que paga es la empresa.

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