El Castillo de Coral de Homestead, Miami: Una obra hecha por amor.

Al sur de la ciudad de Miami, en la zona conocida como Homestead, uno puede visitar una construcción un tanto particular, difícil de encontrar en cualquier otro lado del mundo. Se trata de una importante y pintoresca construcción levantada en su totalidad con piedra de coral, lo que le da un aspecto poroso y áspero que resulta característico.

Para ingresar al predio hay que abonar un ticket que en el momento de la visita (noviembre 2018) era de USD 18 e incluye un guía. De esta forma uno se entera de la historia de este extraño lugar y, especialmente, cómo es que fue construido (o se supone que lo fue) por Edward Leedskalnin, un inmigrante letón protagonista de una triste historia de amor fallido.

Según se sabe, Edward estaba a punto de casarse con su prometida Agnes en Lituania, cuando la joven, mucho menor que él, lo dejó un día antes de la boda. Destrozado por el rechazo, dejó el país y emigró a Estados Unidos. Si bien se alejó del lugar donde sufrió tanto, en Miami nunca olvidó al amor de su vida, y de hecho este castillo lo construyó en su honor, y con la esperanza de que Agnes se enterara y quedara tan impresionada como para atravesar el océano e ir a su encuentro.

Y de hecho este conjunto de rocas están dispuestas de tal forma que bien podrían ser tomadas como una vivienda. Si uno se fija bien encuentra el living, con sus sillones de diferentes tamaños, diseñados para cada uno de los integrantes de la familia, y por supuesto el comedor, con la enorme mesa que hasta incluye un hueco con agua para lavarse las manos.

Una particularidad interesante es la de la que es considerada, según los guías del lugar, como la mesa más pesada del mundo. En ella, el siempre optimista Edward pensaba volver a proponerle casamiento a Agnes si se le cumplía el sueño de que esta se apareciera finalmente por el lugar.

Por supuesto que la muchacha nunca apareció. Quizá por eso Edward también haya dedicado tiempo y esfuerzo a construir un «telescopio», que no es otra cosa que un lugar de observación astronómica que permite determinar el momento en el que se está, al alinear la vista por un pequeño agujero de la piedra con la cruz formada por dos alambres incrustados en el círculo tallado en lo alto de la columna.

Ahora la cuestión intrigante de todo esto es el cómo. Por que según dicen, el Castillo de Coral está construido con un total de 1100 toneladas de piedra, que Edward colocó tal como se las puede ver hoy en día, él solo. Con rocas que ellas solas pesan miles de kilos, es difícil pensar que un único hombre haya hecho semejante obra; y éste es el punto en el cual aparecen las más locas especulaciones.

Quizá la más extendida de las versiones al respecto sea la que afirma que Edward, estudioso incansable del magnetismo, dominaba el arte de la atracción entre las piedras, y que las colocó en su posición actual haciéndolas levitar. Pero atención, que esta no es la más extravagantes de las teorías, ya que hay quienes afirman que en realidad el castillo se levantó con ayuda extraterrestre.

La realidad no se conoce a ciencia cierta, o quizá no se saca a la luz porque mantener el halo de misterio resulta rentable, pero la verdad es que se sabe que el propio Edward, que trabajaba sólo y de noche, indicó que todo radicaba en conocer el funcionamiento de las palancas y poleas para manejar enormes pesos. De hecho, hasta alguna vez parece haberse jactado de conocer el secreto de las pirámides de Egipto. Porque claro, muchas veces el cómo es más importante que el qué.

Y bueno, a juzgar por lo que se ve, no creo que las herramientas que quedaron guardadas en el taller de la torre hayan servido demasiado para mover tremendas rocas.

En todo caso, quizá, habrán servido para tallar en la piedra el rostro de tono alien que, en palabras del guía, se cree que podría ser una «selfie» del propio Edward, una especie de rúbrica que el autor decidió imprimirle a su obra, así como los pintores firman sus cuadros, o como yo le chanto el «Ahicito Nomás» a las fotos que saco…

Sacando del medio el misterio un tanto artificial en el que se ve envuelto el Castillo de Coral, personalmente me quedo con la historia de amor, y la esperanza de recuperarlo que Edward nunca abandonó, y que lejos de paralizarlo lo motivó a construir algo excepcional.

Desafortunadamente la recorrida terminó abruptamente cuando una fuerte tormenta se desató sobre Miami y, a falta de techo entre las piedras, tuvimos que refugiarnos en la galería donde cambiamos la caminata en el lugar por un video documental que proyectaron en el televisor. ¡Espero que cuando vayan ustedes, el tiempo acompañe!

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