El Museo Soumaya de Plaza Carso, en México.

Tengo que ser sincero y confesar que no soy para nada entendido en cuanto a arte se refiere; sin embargo creo que cuando uno está ante una verdadera obra maestra no necesita ser un especialista en la materia para darse cuenta. Supongo que esas grandes obras tienen un «algo» que de por sí hacen que a cualquiera le parezcan atractivas o interesantes.

Algo de eso me pasó cuando visité el Museo Soumaya de Plaza Carso, ubicado en Polanco, Ciudad de México, y considerado como uno de los museos de arte más completos del mundo. Recorriendo sus salas, no hacía falta que un guía experto en pintura o escultura te fuera explicando lo que veías; simplemente podías pararte delante de algunas piezas con la boca abierta, sin más.

Lo primero que te quita el aliento es el edificio en sí. Con una arquitectura ultra moderna y difícil de definir, esta especie de hongo metálico deforme se alza 46 metros hacia arriba y está compuesta por más de 16000 placas de aluminio hexagonales que no se apoyan en el suelo ni se tocan entre sí. Una genialidad del arquitecto mexicano Fernando Romero que fue inaugurada en 2011 con la presencia del entonces presidente Felipe Calderón y varias figuras ilustres de la cultura, y que según indica la web oficial del museo, con su forma asimétrica hace referencia a una de las colecciones más importantes que alberga en su interior: la obra de Rodín. Pero como describirlo en palabras resulta casi un imposible, les dejo una foto para que lo aprecien ustedes mismos, aunque el tren cruzando me haya impedido utilizarla como imagen de portada.

Un edificio claramente llama la atención en cualquier lugar del mundo, y en México soy de la idea de que sólo podía estar ubicado en Polanco. Para quienes se pregunten quién está detrás de tal diseño, les cuento que el museo es parte de la Fundación Carlos Slim, la institución cultural sin fines de lucro liderada por el empresario multimillonario más importante de México y uno de los 10 hombres más ricos del mundo. Su nombre el museo se lo debe a la difunta esposa de Carlos: Soumaya Domit.

Son un total de 7 exposiciones repartidas entre el vestíbulo y las seis salas, una de las cuales es temporal y va cambiando su contenido cada tanto. En el vestíbulo, imponente apenas uno entra, está La Puerta del Infierno de Rodín, junto con El Pensador del mismo autor y una réplica de La Piedad de Miguel Angel.

La primer sala es más bien de índole histórica mexicana y está dedicada a Maximiliano, Porfirio Díaz, y al dinero en sí, haciendo un recorrido por los diferentes billetes y monedas que circularon en México. La segunda sala mereció toda mi atención y asombro: se trata de la muestra «Asia en Marfil». Les recomiendo que le dediquen tiempo a este piso, donde me apasionó el ajedrez realizado con figuras humanas, las estatuillas erigidas en los colmillos de los elefantes, y los Budas y Cristos, entre otras piezas increíbles talladas en el frío material.

Saqué cantidad de fotos, porque era mucho lo que me llamaba la atención, como ser esta escultura oriental de tinte religioso…

que al dorso de su corona exhibe una cruz esvástica!!

Las dos salas siguientes están dedicadas a la pintura. La primera contiene la muestra «Antiguos Maestros Europeos y Novohispanos» y cuenta con obras de tinte religioso; y en la segunda titulada «Del Impresionismo a la Vanguardia» se ve mucho paisaje.

Una particularidad de estas salas que me entretuvo un buen rato fue el juego interactivo basado en el cuadro «Los Proverbios Flamencos» de Pieter Brueghel. Así, frente al cuadro mismo, hay una pantalla que muestra su imagen también, y en el que van apareciendo uno a uno el texto de 22 de los proverbios representados en la obra. El juego consiste en interpretar el refrán y buscarlo en la pintura, marcándolo en la pantalla táctil. Asimismo, hay que indicar el significado correcto. Nuestro resultado: Ubicamos 20, pero sólo acertamos en la explicación de 13 de ellos.

Luego llegaría el último giro (porque cada sala es un piso del edificio, y uno los va recorriendo hacia arriba por una rampa ascendente en forma de caracol), y con él el punto cumbre del museo: Rodín.

Entremezcladas con sus obras están las de otros escultores europeos, pero claramente esta sala (bautizada Julián y Linda Slim en honor a los padres del magnate) está dedicada al genio de Rodín, y allí se exhiben varias de sus más conocidas obras como «Las Tres Sombras», «El Pensador» «El Beso», que es el que se ve aca abajo.

 

Se exhiben también cabezas de varios tamaños y otros fragmentos de cuerpos humanos entre los que destacan las manos. Rodín hace un pormenorizado estudio de las manos humanas, sus gestos y posibilidades, que queda patente en la muestra del Museo Soumaya. También hay esculturas que se repiten, pero en diferentes tamaños, en lo que habría sido seguramente una muestra (difícil decirles bosquejo por su perfección), que luego derivaría en una obra mucho más grande. En definitiva, se trata de una de las colecciones más importantes de este artista fuera de Francia.

Queda sin embargo pendiente la sala 5, la penúltima que nos hemos salteado para hablar de Rodín. Este espacio está reservado para las muestras itinerantes, por lo que su contenido cambia cada tanto. Si mal no recuerdo durante nuestra visita se exponían pinturas italianas, de Venecia más precisamente.

 

La entrada al museo es libre y gratuita, así que es una excelente opción para los amantes de las artes que estén visitando Ciudad de México, y no menos buena para quienes no entiendan ni medio, pero tengan ganas de dejarse sorprender por los mejores artistas de la historia. Todos los detalles actualizados que necesites, haciendo click acá para ir a la web oficial del Museo Soumaya.

¡Que lo disfrutes!

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