Si hay una formación natural que llama la atención y enciende el interés al investigar un poco sobre la Rivera Maya, en la Península de Yucatán, México, esos son los cenotes, que en mi caso particular resultan paisajes mucho más emocionantes que la mejor playa caribeña. Es que estas fuentes de agua naturales no son solamente bellas a los ojos, sino que además están íntimamente ligadas a la cultura maya.
Recibiendo su nombre gracias al vocablo maya tz’onot, que significa algo así como «pozo de agua», un cenote es una dolina inundada generalmente de forma más bien circular y con paredes abruptas, y que se formó gracias al suelo calcáreo que hay en aquella zona, que permite entonces la filtración del agua de lluvia que se acumula en el subsuelo. De esta forma, la edad de los cenotes puede medirse por su cobertura, siendo los más jóvenes los que permanecen subterráneos, mientras que los que están sobre la superficie (producto de que su techo se ha derrumbado) son los más antiguos.
La impronta maya de estos lugares tiene un costado religioso, ya que eran considerados lugares sagrados y por tanto se realizaban sacrificios humanos. Pero en definitiva esto tiene una causa muy terrenal y humana: los cenotes eran fuente de agua potable, el elemento básico para la vida, razón por la cual los mayas ubicaban sus ciudades en las cercanías de estas formaciones naturales, a las que agradecían y ofrendaban vidas a cambio de garantizar la provisión de agua.
El Cenote Zací, que visitamos en esta ocasión, tiene una particularidad especial: está en pleno centro de la ciudad de Valladolid, de la cual podés saber más leyendo el post al que accedés haciendo click acá.
Se trata de una impresionante caverna parcialmente colapsada, lo que da una idea de su mediana edad. Tiene un diámetro de unos 45 metros, 29 de alto desde la superficie del agua hasta el techo (que suele ser menos en época de lluvias) y tiene una profundidad de más de 100 metros en su punto más profundo. En las partes bajas, en cambio, tiene apenas unos 25 metros de profundidad. En las aguas cristalinas del cenote se puede nadar, pero mejor que sepas hacerlo bien, porque si hay algo que no vas a hacer ahí es pie!
El acceso al cenote tiene un costo que en nuestro caso estaba incluido en el precio de la excursión, y se realiza por una escalera que desciende desde una plaza de la ciudad hasta las profundidades de la caverna. Habrá que caminar con cuidado, especialmente al ir avanzando, ya que los escalones (que en un momento se convierten en una especie de camino que rodea el cenote y permite recorrer toda la circunferencia) se ponen cada vez más resbalosos.
Bautizado «Zací» por el nombre de la ciudad maya que se levantaba en aquél lugar antes de la llegada de los españoles (y por tanto de la fundación de Valladolid como tal), este cenote nos depara otras sorpresas, como las vasijas que pueden apreciarse en el camino hacia las profundidades, o las estalactitas que cuelgan del techo, formadas a través de los años por los residuos minerales que arrastra el agua.
Por supuesto, no todo en el cenote es turismo. Estos lugares son hogar de muchas especies naturales, como ser álamos, helechos, orquídeas y, obviamente, las algas que te complican un poco al caminar sobre las rocas. En cuanto a fauna se refiere hay murciélagos, bagres, golondrinas e insectos variados. Pero no, los que ves retozando dentro del agua en la foto no son parte de la fauna, al menos no de la autóctona del cenote.
Una maravilla natural más que recomendable para conocer. Y si te animás, bañarte. Incluso hay cenotes en los que se practica buceo, así que es cuestión de investigar un poco y organizarse para conocer el que más te interese. Definitivamente, elijas el que elijas, un imperdible en tus vacaciones por Yucatán.