Archivo por meses: mayo 2018

Cruzando la cordillera hacia Chile: Reporte del vuelo LA480

Luego de algunas idas y venidas, llegó finalmente el momento de emitir los pasajes para mi viaje laboral al vecino país trasandino. Habitualmente me inclino por el vuelo operado por Latam desde Ezeiza en B787: avión grande y cómodo, y buen horario tanto para salir como para llegar a Chile. Sin embargo, como es sabido Latam está teniendo serios problemas con las revisiones de mantenimiento de los motores Rolls Royce que equipan a este avión, ya que la fábrica no da abasto a nivel mundial, por lo que últimamente son frecuentes las cancelaciones de vuelos y, en particular, llevan ya 7 aviones dados de baja, a la espera de que Rolls Royce cumpla con su parte. Por todo esto, era primordial evitar ese vuelo (que de hecho ya no está más disponible y fue reemplazado por otro con fuselaje angosto hasta al menos el mes de octubre), así que enfoqué mis opciones en los operados con A321, el avión de fuselaje angosto que más me gusta.

Así es como, fiel a mi costumbre para los viajes internacionales, llegué a Aeroparque a las 17:30 horas para tomar el LA480 que despegaba a las 20. Fue la mejor opción que encontré para evitar cortar mi día a la mitad, aunque tuve que pagar el precio de llegar bastante tarde a Chile.

Como no había casi nadie la entrega de equipaje fue muy rápida, y enseguida pude dedicarme a buscar el puesto de aduana para declarar la laptop. Tuve que preguntar, ya que a simple vista no lo veía, y así llegué hasta esta pequeña oficina, casi escondida al lado del Banco Nación ubicado en el pasillo que lleva de una terminal a la otra. Allí dentro se realizan las validaciones para devolución de IVA a extranjeros (de hecho en la puerta están los buzones para depositar los comprobantes sellados), y también la declaración de objetos. Al respecto, tengo que decir que la atención de la guarda fue un lujo: no había hecho a tiempo de imprimir el formulario por internet, así que tuve que sacar la batería y buscar el número de serie alli para que ella emitiera el documento desde cero; y al contrario de otras veces la atención fue muy amable.

Ya con los documentos firmados por aduana, pasé por migraciones y rápidamente llegué al Gate 18 por el que embarcaría. Allí amenicé la espera con café y algo de lectura, hasta que llegó el momento de pasar por la manga y subirse al avión.

En simultáneo al abordaje estaban realizando el reabastecimiento de combustible, por lo que los TCP pedían que nos mantuviéramos sentados con los cinturones desabrochados. En un momento fue el propio comandante el que se presentó por el altoparlante e informó que había pronóstico de turbulencias, razón por la que nos pedía que durante el vuelo tuviéramos abrochados los cinturones todo el tiempo.

Finalizada la comunicación con los pasajeros, el comandante ordenó de inmediato el pase de puertas en automático, crosscheck y reportar. El despegue se realizó por la cabecera 13 y enseguida nos adentramos en las densas nubes que cubrían Aeroparque, pero afortunadamente no hubo noticias de la turbulencia. De hecho, no las hubo en ningún momento del vuelo, salvo alguna muy leve durante el cruce de la cordillera, cuestión más que esperable.

Una joyita: apenas desgado, el fuerte viraje sobre el río que me puso al alcance de la vista (y de mi ventanilla) la vista de una Buenos Aires iluminada en la que se distingue la pista del Aeroparque Metropolitano, que por supuesto, aunque con celular, mereció foto.

El refrigerio de abordo fue escueto y tradicional: una aceptable medialuna rellena de jamón y queso y un chocolate al que yo no le encuentro gran sabor. Considerando que es un vuelo corto se puede decir que es correcto, el gran problema está en el horario, porque al llegar al centro de Santiago pasadas las 23 horas ya no hay lugares abiertos para cenar, por lo que una comida tan liviana a bordo termina teniendo sabor a poco. La bebida es sólo fría, no hay café ni nada caliente.

Ya en suelo chileno toca hacer migraciones, donde las filas para nacionales y extranjeros estaban un poco confusas, y un empleado aeroportuario te indicaba hacia dónde ir. El trámite fue bastante rápido, y sólo consultaron el motivo del viaje. En cuanto a documentos, por supuesto, ingresé simplemente con el DNI tarjeta digital, ya que por ser país limítrofe no es necesario el pasaporte. En ese momento te entregan una tarjeta migratoria que uno debe guardar bien, para presentar luego a la salida del país. A la salida de la zona de recupero de equipaje están los scanners, donde tanto aduana como el servicio de sanidad controlan los productos que ingresan. No hubo consultas ni objeciones; así que tomé mis cosas y salí al hall.

Ya estaba en Chile, una vez más.

 

Santa María Tonantzintla: La Iglesia Indígena Mexicana.

Se sabe que México es un país donde abundan las iglesias, pero no solo llama la atención el gran número y concentración de templos religiosos, sino que algunos de ellos presentan particularidades puntuales que hacen especiales; y en casos como este, únicos en el mundo.

La iglesia Santa María de Tonantzintla se encuentra en el pueblo que le da nombre, a unos pocos minutos de viaje desde San Pedro Cholula, ciudad que visitamos y cuyo post podés leer haciendo click aquí. Fue declarada monumento histórico en 1933 y no podía ser de otra forma, a juzgar por lo que este edificio representa.

Lamentablemente no les puedo mostrar imágenes del interior, ya que la toma de fotografías está prohibida, pero al ingresar uno no puede dejar de sorprenderse. Incluso en nuestro caso el guía nos hizo entrar de la mano, con los ojos cerrados hasta llegar frente al altar, para potenciar aún más el impacto al abrir los ojos.

Al hacerlo, uno inmediatamente se da cuenta que no está en una iglesia tradicional. Santa María de Tonantzintla es la máxima expresión del arte barroco indígena mexicano, conocido también como novohispano, y eso se nota a simple vista, ya que no hay una sola imagen católica tradicional. Muy por el contrario, todas tienen claros rasgos indígenas, destacándose  los niños con penachos y los ángeles morenos, y por sobre ellos uno que cae cabeza arriba desde la cúpula, supuestamente representando a Lúcifer en el momento que es expulsado del cielo por revelarse ante Dios.

El decorado es extremadamente intenso, tanto en lo cargado como en los vivos colores que se utilizaron, y está también muy ligado a la agricultura como dan cuenta las mazorcas de maíz, las flores y los diferentes frutos tropicales típicos mexicanos representados. Esto hace recordar al visitante que en este mismo lugar, antes de la conquista española, los habitantes veneraban a Tonanzin, Nuestra Madrecita, deidad ligada al maíz que luego fue sustituida por la Virgen María.

La construcción de semejante obra de arte tuvo una duración por demás prolongada, extendiéndose del siglo XVII al XX. Incialmente se levantó una pequeña nave rectangular con fachada sencilla, y luego se fueron agregando la torre, la cúpula y las naves, para llegar a la iglesia que vemos hoy día.

Entre todas las iglesias mexicanas, esta es un imperdible de tu próximo itinerario. A agendarla entonces, ya que visitarla en persona será la única forma que hay de admirar este templo con su decoración tan particular.

Y cuando la hayas visitado, acordáte de pasar por el post y comentar con tu experiencia!