Cuando uno visita la ciudad de Barcelona todo parece haber sido tocado por el lápiz del célebre arquitecto Gaudí, casi como si este hubiera sido el dueño de la metrópoli toda. A cada paso se ven señales de su obra, y si bien hay muchas distribuidas por la ciudad, algunas son más interesantes que otras. Su obra cumbre, la Sagrada Familia, es claramente EL imprescindible. Y dentro de la amplia carta de otras obras, la del Park Güell fue la que más me llamó la atención.
Ubicado a las afueras de la ciudad, un buen día de sol me interné en el metro para llegar hasta la estación Lesseps y a partir de allí seguir la cartelería a pie. La tarea no sería fácil ya que tenía conmigo un ticket de ingreso con una hora establecida, lo que me obligaba a apurar el paso en calles que iban cuesta arriba de forma furiosa, tanto que en algunos tramos hay directamente escaleras mecánicas funcionando para subir.
Finalmente llegué al parque y me interné en él. No hay personal en los accesos y, sinceramente, la cartelería dentro del parque me pareció no del todo clara, con lo cual uno se siente un poco perdido: con un ticket de entrada en la mano no hay nadie para recibirlo ni dónde presentarlo. El punto está en que el ticket es para ingresar a la «zona monumental», allí donde puede verse la obra de Gaudí, y hay que medio adivinar hacia dónde ir para llegar hasta allí caminando por entre la vegetación.
A las 9:50 llegué a la zona monumental, con un ticket de ingreso para las 9:30 hs. Justo a tiempo, ya que según me indicó el personal de seguridad, la validez de la entrada es de media hora. Así pude acceder a la Plaza de la Naturaleza, que fue planificada para albergar espectáculos al aire libre que pudieran ser vistos desde las terrazas cercanas.
Bajando por los jardines uno entra a la Sala Hipóstila, cuyas enormes y singulares columnas sostienen el techo que, a su vez, le hace de suelo a la Plaza de la Naturaleza. En un principio, cuando originalmente se diseñó el parque como urbanización, esta estructura se había destinado a ser el mercado de la misma. No solo sus columnas son singulares, sino que su techo con los mosaicos a todo color también llama la atención.
Por supuesto que la Escalinata del Dragón, tal como se la ve en la foto de portada del post, es el símbolo del Park, su imagen más conocida. Si bien su mejor vista es la que se tiene desde las ventanas de la lindera Casa Museo Gaudí, eso es lo único que ésta tiene. La verdad no encontré nada interesante en el museo y entrar requiere aguardar un buen rato haciendo cola, por lo que mi recomendación es saltearla (salvo que quieras la foto de la escalinata).
En toda al área monumental uno puede ver la huella de Gaudí. Las columnas del Pórtico de la Lavandera no tienen nada que ver con las de la Sala Hipósila, pero son igualmente singulares.
Y permiten fotos singulares también…
Una vez que se sale de la zona monumental no se puede volver a entrar, pero como no hay restricciones de tiempo, eso no es un problema. Uno puede permanecer todo lo que quiera y necesite, y recién salir una vez que se siente conforme. Esa es sólo una pequeña porción del parque, que se puede seguir recorriendo, y desde el cuál se tiene una excelente vista de la ciudad y, al fondo, del mar.
Las entradas se pueden comprar en la puerta del parque, pero como siempre, para evitar filas lo ideal es hacerlo previamente a través de la web del Park Güell, y llevarlas impresas. Eso sí, revisen con cuidado el tiempo de viaje para no tener problemas en el acceso. Y también tengan la precaución de llevarse algo de comer y tomar, porque si lo recorren todo y tranquilos, la estadía será larga.
Una buena salida por Barcelona para aprovechar un día de sol al aire libre y sorprendiéndose con las rarezas del genio Gaudí.