Muy cerca del paso fronterizo con Chile y del ingreso al Parque Provincial Aconcagua, en la ruta hacia Mendoza uno se encuentra con el poblado Puente del Inca, que por supuesto debe su nombre a la famosa y sorprendente formación natural que se halla en aquél lugar.
Se trata de una formación rocosa natural en puente de arco de la cual no se sabe con exactitud su origen. Son dos las principales teorías al respecto, diciendo la primera que se trata de un antiguo puente de hielo que se solidificó y perduró en el tiempo; mientras que la segunda alega la posibilidad de que se haya formado a causa de un derrumbe en la pared sur del Aconcagua acontecida hace unos 14.000 años atrás. Sea cual sea la acertada, todas las teorías coinciden en que las sales contenidas en el agua termal que surge en este lugar son la razón de que el puente se haya formado y perdurado hasta ahora.
Las aguas termales surgen a la superficie a una temperatura de entre 34ºC y 38ºC y con una gran concentración de sales y de dióxido de carbono. Son conocidas desde tiempos ancestrales por sus poderes curativos, tanto que ya los Incas frecuentaban esta zona atraídos por tales propiedades del agua, y el puente le debe su nombre justamente a esto.
Posteriormente, en 1917 se construyó aquí un hotel de lujo, propiedad de la inglesa Compañía Hotelera Sudamericana, el cual convirtió este paraje en la estación más importante del Ferrocarril Trasandino dentro de la zona cuyana.
Junto con el hotel se construyeron los pabellones de baños, que se comunicaban con el mismo a través de un túnel subterráneo de cuyas paredes brotaban numerosas vertientes cálidas y frías. En estos baños se trataban males como el reumatismo crónico, la sífilis y enfermedades de la piel entre otras, aprovechando las propiedades naturales del agua termal. Sin embargo en 1965 un alud destruyó gran parte de las instalaciones, las cuales quedaron abandonadas.
Antiguamente se podía transitar sobre el puente natural y así llegar hasta el hotel y los baños. Incluso se podía pasar no sólo a pie, sino con vehículos. Sin embargo este uso del puente, como así también el hecho de haber desviado las aguas termales por canales para la fabricación de artesanías, hizo que el puente comenzara a agrietarse al no recibir la cantidad de sales necesarias para su normal preservación, motivo por el cual hoy en día el paso está vedado. Sólo quedará observar desde lejos las estructuras de los baños bajo el puente y los increíbles colores amarillentos en la roca por el flujo de azufre.
Lo mismo sucederá con la capilla. Toda una frustración para mi, ya que mis viejos habían estado allí hace décadas atrás, e incluso me habían recomendado entrar en la solitaria iglesia para escuchar el particular sonido del viento en su interior.
No pudo ser, y tuve que contentarme con una foto al máximo zoom disponible.
Hoy en día se está trabajando en la preservación del lugar y en devolver las aguas a su cauce natural. Los artesanos del lugar ya no pueden venderte objetos petrificados en las aguas termales, pero aún así los vas allí ofreciéndote toda clase de cosas.
Puente del Inca sigue siendo una parada obligada. Normalmente es parte de las excursiones de alta montaña, cuyos posts podés leer haciendo click acá. Y si lo hacés en auto, no dudes en frenar un rato para contemplar esta maravilla (y rareza) natural.