Un atardecer en el Templo Egipcio de Debod, en Madrid.

Los atardeceres que nos regala la Naturaleza suelen ser espectáculos imponentes, no importa dónde estemos. Incluso en plena ciudad, el sol escondiéndose detrás de los edificios merece una foto que seguramente será de antología, cuánto más si se está en el marco de una maravilla natural como el mar, o en un paisaje montañoso. Pero pocos lugares combinan al mismo tiempo varios factores, como lo hace el Parque de la Montaña, en Madrid. Allí se conjugan una espléndida vista de la ciudad en un lugar privilegiado para ver la puesta del sol, con lo que parecería imposible en suelo español: un templo egipcio.

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El Templo de Debod tiene más de 2200 años y proviene del Antiguo Egipto. Llegó hasta la capital española como regalo de Egipto, en agradecimiento por la ayuda que brindó el país para salvar los templos de Nubia, ante la construcción de la Gran Presa de Asuán que amenazaba con dejarlos bajo el agua.

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Sólo un par de fotos en internet me bastaron para saber que ese era uno de mis puntos imperdibles en mi viaje a Madrid, y que no iba a volverme al Nuevo Mundo sin haber pasado por allí a sacar mis propias fotos. Así fue que durante  mi última tarde en la ciudad antes de partir a Barcelona, caminé hasta el Parque de la Montaña, en el extremo oeste de la ciudad.

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Me encontré con un espacio elevado y enorme, lleno de gente que había ido a pasar el día haciendo picnic, andando en bicicleta, jugando a la pelota o incluso, disfrutando de una clase de yoga al aire libre. Hacía calor, así que no me sorprendió encontrarme con los que aprovechaban la fuente central para refrescar los pies en el agua.

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Claro que cuando comienza a caer el sol todos empiezan a levantarse y a dirigirse hacia adelante, pasando el templo, hacia la barranca que muestra la ciudad y, más allá, el antiguo dios que comienza a despedirse regalándonos un espectáculo sin igual.

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Vista a través del agua de la fuente, la puesta del sol es una verdadera obra de arte.

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Y cuando uno logra deshipnotizarse y apartarse de ese momento y lugar que tienen una energía especial que, les juro, puede sentirse, es hora de volver atrás a ver el templo, que ha cambiado drásticamente de cuando lo vimos aún con la luz del sol. Ahora, con su singular y delicada iluminación, nos hace olvidar que estamos en Madrid.

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Y mientras más anochece, más imponente se hace el templo iluminado artificialmente, dando matices totalmente diferentes a los que vimos hacía apenas un rato. Los colores del cielo, en pleno atardecer, son por supuesto impagables.

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La mejor hora para visitar el Templo de Debod es claramente el atardecer. Será cuestión de revisar cuándo se da la puesta de sol el día que se quiera ir, y estar allí una hora antes para poder disfrutar todo con tranquilidad. No se confíen, porque la puesta en sí dura unos minutos apenas, así que no vayan tan ajustados. Pero sin duda, es un lugar que no hay que dejar de visitar. Espero que les haya gustado tanto como a mi, y que saquen buenas fotos!

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