Una rápida recorrida por los caracoles de la Reserva Natural Villavicencio, en Mendoza.

Cuando estuve en Mendoza hace unos años atrás, uno de los imperdibles a realizar era la excursión de Alta Montaña, cuyo punto cumbre es la visita al Cristo Redentor. Sin embargo, averiguando y buscando precios y opciones, apareció la alternativa de combinarla con una pasada por la Reserva Natural Villavicencio. Era una excursión larga y algo más cara, pero bien que valía la pena, así que la tomamos y bien temprano por la mañana estábamos firmes en la puerta del hostel esperando la camioneta que nos llevaría.

Pero como decía Tusam, «puede fallar». Y falló nomás.

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En la Reserva Natural los guanacos están protegidos de los cazadores que los pusieron al borde de la extinción.

La camioneta nunca pasó. Eran las 8 de la mañana y ya llevábamos un retraso considerable, pero los llamados a la agencia de turismo fueron infructuosos hasta pasadas las 9 en que comenzaban a trabajar. Recién ahí, después de varios idas y vueltas, nos blanquearon que el transporte había registrado mal la reserva y nos habían dejado de garpe. Imagínense la calentura mia, hasta que llegó Rubén para sacar las papas del fuego.

Rubén era un remisero al que llamaron de apuro para que nos pasara a buscar urgente y nos llevara a la ruta hasta alcanzar la camioneta con el resto del contingente. La misión: hacer el mismo camino que hubiéramos hecho en condiciones normales, aunque más rápido para alcanzar al resto, y por las 365 curvas de un camino que no es joda, con tramos donde sólo pasa un coche por vez.

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Los caracoles de Villavicencio, llamado también Camino de las 365 curvas. Aunque dicen que en realidad son menos.

La verdad es que no era lo mismo, pero Rubén se las arregló muy bien para suplantar a la guía, ya que por muchos años había sido chofer de las camionetas que hacían la excursión, por lo que no sólo conocía el terreno a la perfección, sino que además se sabía la mayor parte de las explicaciones de tanto escucharlas. Y además, estaba trabajando en su día libre, que para colmo era el cumpleaños de su hija, para arreglar la metida de pata que se habían mandado en un escritorio.

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Una onda tremenda la de Rubén entonces, que nos contó que fue Joseph Villavicencio quién se asentó en aquél paraje, descubrió la vertiente de agua y comenzó a comercializarla, dando comienzo así a la conocida empresa de bebidas que hoy todos conocemos. Ya con Danone como dueños del emprendimiento, se establece la reserva natural privada para cuidar la naturaleza, y así se le pone un freno a los cazadores de guanacos, que estaban en peligro de extinción.

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Cuando nos fuimos acercando a unas paredes blancas que flanqueaban la ruta a cada lado Rubén tiró uno de esos datos históricos que a mi me fascinan, y en este caso, uno muy poco conocido. En ese punto de la Ruta Provincial 54 fue donde el General San Martín separó las fuerzas del Ejército Libertador, dejando un grupo de 700 hombres al mando del General Las Heras, quien cruzaría la coordillera a la altura de Mendoza. Lejos de lo que normalmente se cree, San Martín, con un grupo de 2500 hombres hizo lo propio, pero no por Mendoza, sino por San Juan, en una movida estratégica que tomaría al enemigo por sorpresa. Fue en la actual localidad chilena de Los Andes donde ambas columnas se unieron y libraron batallas famosas por la independencia chilena, como ser la de Chacabuco, Maipú y Cancha Rayada. Las dos paredes, una por cada columna del ejército, están allí para recordarnos lo que muy pocos saben.

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La RP54 flanqueada por dos paredes blancas, en el punto donde San Martín separó el ejército para cruzar Los Andes.

También pasaríamos cerca del Hotel Villavicencio, que en la década del 40 fuera un centro turístico de renombre, con la característica particular de tener aguas termales. Hoy la construcción está abandonada y en tal estado que no se puede ingresar a su interior; sólo se puede entrar a conocer sus jardines, pero para eso hay que pagar entrada y según Rubén no vale la pena. Además, estábamos cortos de tiempo, así que sacamos foto del hotel a lo lejos y seguimos viaje.

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Atrás de la espesa vegetación el Hotel Termal Villavicencio. Hoy en día sólo se pueden visitar sus jardines.

La verdad es que íbamos a toda velocidad, tomando las curvas con precaución pero sin pausa, y en algún momento debo confesar que hasta tuve alguna sensación de mareo. Y pensar que antes de que se construyera la Ruta 7, ese era el camino obligado si uno quería cruzar a Chile, o viceversa. Inviable para los camiones de gran porte que tenemos hoy en día.

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No solo militares célebres hicieron su paso por estos parajes, sino que también hubo gran cantidad de naturistas que estudiaron esta zona del oeste argentino, entre ellos el mismísimo Charles Darwin, que hasta descubrió un bosque de araucarias fosilizadas.

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Hacia el final del recorrido los caracoles se terminan y el terreno se pone más llano.

Siguiendo con el recorrido se llega finalmente a la Cruz de los Paramillos, el punto más alto de la reserva, y cercano a ella está el mirador del Aconcagua, desde donde uno puede apreciar el imponente cerro, el más alto del continente, y la segunda montaña más alta del mundo luego del Monte Everest.

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Ya era el tramo final por la Reserva Villavicencio y en ese punto el terreno se vuelve más llano y plano. Algunos kilómetros más adelante está el hermoso pueblo de Uspallata, donde se suponía que la camioneta nos estaba esperando (aunque finalmente no fue así), y del que con el apuro por alcanzar al contingente no pude sacar fotos, pero estuve en otra oportunidad haciendo noche en el camping del lugar y puedo decirte que despertarte y salir de la carpa rodeado de montañas es una experiencia impagable. Si tenés la oportunidad, no la dejes pasar!

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Así finalizó nuestra rápida pasada por la Reserva Villavicencio, un lugar que hay que conocer, pero que es aconsejable recorrer con cierta calma, para disfrutar del paisaje, y no sufrir sus curvas pronunciadas!

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