El vuelo de regreso desde Santiago de Chile comenzó a las corridas ya que salimos del hotel algo demorados y en la recepción no nos pudieron conseguir un taxi en el momento: la demora era de al menos 30 minutos así que la alternativa de salir a la calle y parar un auto allí se convirtió en la más adecuada. Así lo hicimos y tengo que decir que tuvimos mucha suerte, conseguimos un taxi casi al instante y prácticamente no había tráfico en la ruta por lo que la recorrimos muy rápidamente y llegamos al aeropuerto pasadas las 9.30 hs, para abordar un vuelo que despegaba a las 11:50. Podemos decir que bastante bien.
Lo que sí habíamos hecho era la tarea ya que el día anterior habíamos tramitado el check in on line, así que una vez en el aeropuerto lo único que tuvimos que hacer fue entregar el equipaje, para lo cual nos encontramos con una ENORME cola en el mostrador de baggage drop. Con los boarding pass que imprimimos en las máquinas de autoservicio del aeropuerto en la mano avanzábamos lentamente mientras de reojo controlábamos el numeroso grupo de adolescentes vestidos todos iguales que hacían check in a un costado.
Finalmente llegamos, pesamos las valijas (todo milagrosamente en orden luego del exhaustivo reparto de bienes que habíamos hecho en el hotel para no excedernos) y pudimos pasar al área de scanners antes que la delegación de adolescentes. El control de seguridad fue bastante rápido, lo que me dejó tiempo suficiente para recorrer el aeropuerto en busca de un kiosko donde gastar los últimos pesos chilenos que me habían quedado en el bolsillo. Compré una gaseosa y unos snacks que me sirvieron de desayuno que, por supuesto, con el apuro no había podido tomar en el hotel.
A la hora indicada para el comienzo del abordaje estábamos en el gate y luego de una breve espera ya estábamos abordando el B777 que, esta vez, sí era de los más modernos. Se trataba del PH-BVN bautizado «Tijuca National Park» que fuera entregado «0 horas» el 27 de marzo de 2015, es decir, un avión con apenas un poco más de un año. Y eso se notaba a simple vista por dentro, por lo que vale la pena hacer una breve recorrida por el avión para mostrarles los asientos de la clase turista con apoyacabezas regulable en altura.
Las mesitas que se pliegan en dos mitades y son muy cómodas, como por supuesto las pantallas amplias y de gran definición, que además son touch.
Y una foto sacada al pasar por Business Class cuando estábamos desembarcando.
Volviendo a la clase turista de la que casi todos los mortales somos usuarios, el sistema de entretenimiento del B777-300 de KLM se lleva un puntaje excelente. Muy buena oferta de películas, música y hasta de videojuegos, además de tener accesible un interesante sistema de navegación que te muestra datos del vuelo, con imágenes desde diferentes perspectivas del avión y hasta una simulación de la visión de los pilotos, en tiempo real con respecto al vuelo.
La pantalla cuenta además con conexión USB donde se puede por ejemplo cargar la batería del celular, y por supuesto con el espacio correspondiente a los auriculares que te entregan los TCP. También desde la pantalla se controlan las luces y las llamadas a los tripulantes. En mi caso conecté los auriculares y opté por Last Vegas, una peli que hacía rato quería ver. El sistema me advirtió que el tiempo de vuelo no era suficiente para terminarla, pero aún así la miré, calculando que como todavía estábamos en el gate, los minutos pendientes hasta el despegue estaban a mi favor.
Volviendo al vuelo en sí y al servicio de KLM hay que decir que en este vuelo se reinvindicaron con respecto a lo que les conté sobre el vuelo de ida que pueden leer haciendo click aquí. Las TCP fueron muy cordiales y amistosas, y hasta una de ellas al ver la portada del Libro Vulgar de @forbitchingonly nos lo pidió prestado para mostrárselo a sus colegas. «The story of my life» nos diría con una sonrisa otro tripulante que pasaba justo en ese momento. Anotaron la dirección del blog y todo, así que podemos decir que V ya tiene lectores holandeses. Y ya con todos estos trámites hechos, despagamos de esta manera:
Levantamos vuelo para meternos dentro de las nubes, y cuando volvimos a salir por sobre ese manto blanco, el comandante viró hacia la izquierda, con dirección hacia la coordillera, y de regreso a nuestro país.
En cuestión de instantes estuvimos sobre los Andes, con una vista realmente privilegiada de la cadena montañosa, que desde el aire hace que el suelo se te acerce de repente. Con las nubes, la imagen es increíble, porque parece el agua de un mar rompiendo contra las rocas de la costa.
Llegó el momento del servicio y esta vez opté por el chicken, que sí, vino completo. Vamos a ser sinceros y decir que un sandwich de pollo nunca será la gran cosa, pero que tuviera todo el relleno ya era todo un cambio con respecto al vuelo de ida. Por supuesto, no podía faltar tampoco la Stroopwafel, que esta vez, ya sabiendo de qué se trataba, no duró ni un minuto.
Casi sin que nos diéramos cuenta el piloto anunció que estábamos iniciando el descenso sobre Ezeiza. Obvio, todo en holandés, pero la jefa de servicio a bordo se encargaba de traducir todas las indicaciones (incluidas las intervenciones de los inquilinos del cockpit) al inglés y al español. Así iniciamos la aproximación a la pista 11 de Ezeiza y, estando sentado en la ventanilla izquierda, tuve una visión exclusiva del «spotter point» donde tantas veces me había apostado a gatillar mi Canon. Pero lamentablemente nadie nos esperaba cámara en manos para inmortalizar nuestra llegada…
El touchdown fue bastante suave, y por supuesto no se hicieron esperar los pagofacileros que se levantaron como si tuvieran un resorte instalado en sus aposentos. Por mi lado, con toda la tranquilidad que me había infundido Pink Floyd luego de que Last Vegas hubiera terminado, esperé y fui de los últimos en desembarcar, lo que me permitió hacer un par de tomas con el avión vacío para este reporte.
Al igual que en el vuelo de ida, en Ezeiza bajaron todos los pasajeros, incluidos los que seguían hasta Amsterdam con sus respectivos equipajes de mano. La cola en la Terminal C para ingresar al area de «pasajeros en tránsito» era enorme, mientras que migraciones estaba casi desierto. En aduana, la cuestión fue parecida, con muy poca gente, y aquí teníamos el tema de la cámara sin declarar que les conté en el post de ida, pero los guardas ni pidieron ver papeles ni equipaje, y pasé sin novedades.
Así finalizaba un muy buen vuelo, como cierre de un muy lindo viaje. Lo que no finaliza es este blog, que tiene mucho más para contar, así que te espero por aca el lunes que viene para compartir un nuevo post!
Me alegro que haya salido mejor este vuelo que el de ida 🙂
Realmente me asombraron los asientos de turista nuevitos nuevitos.
Un reporte genial,
Saludos!
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Sí, fue realmente otra cosa el servicio, y el avión nuevito es una joya, muy cómodo. Me alegro que te haya gustado el reporte y te espero en los próximos posts! Abrazo
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