Como ya les comenté, había demasiado material sobre este vuelo para incluirlo en un sólo post. Así que en el anterior pudieron enterarse de los detalles de lo que fue la espera en Ezeiza, la aparición repentina de los C-17 Globemaster que transportaban todo el equipamiento que trajo Obama en su primer visita a la Argentina, y lo que fue el vuelo en sí. Hoy nos toca revisar los detalles del avión, que además, se trataba del matriculado CC-BGH.
Al momento del vuelo, lunes 21 de marzo de 2016, el BGH era el avión más nuevo de la flota de Lan Airlines, con apenas dos meses de operaciones (o ni siquiera, ya que los dos meses los cumplió el 25 de marzo). Al momento de publicar este post esto ya no es así, ya que algunos días después Lan recibiría otros dos B787 «cero horas», los CC-BGI (el 24/3) y el CC-BGJ (el 31/3) y por el lado de los equipos de fuselaje angosto, el A321 matriculado CC-BEJ, entregado el pasado 4 de abril.
Todavía con olor a nuevo, abordé el BGH y me senté en uno de los 283 asientos que tiene disponibles en la clase turista. Aún sin gozar del enorme espacio de alguno de los 30 asientos de Business, el de Economy me resultó muy cómodo, aunque claro, mi escasa estatura ayuda en ese aspecto.
Como conté en el reporte de vuelo, la duración de la batería estaba siendo todo un tema, pero la gente de Boeing pensó en eso y lo resolvió. En la parte de abajo de los asientos, a la altura del apoyabrazos, hay toma corrientes aptos para múltiples enchufes, donde podés cargar la batería, ya sea de la laptop, el celular, etc. Un detalle es que sólo están activos durante el vuelo, y de eso te das cuenta porque están iluminados.
Otra alternativa es cargarla desde la conexión USB debajo de la pantalla, como hice yo pensando que los enchufes de abajo no funcionaban. Un detalle es que la carga desde el USB está activa en todo momento.
La mesa para la comida tiene un detalle que realmente agradecí: un soporte para «colgar» el vaso plástico. Un detalle tan ínfimo se torna muy útil en un contexto de espacio reducido, y si bien en el vuelo a Santiago el servicio fue únicamente un snack, en los viajes largos donde se sirve comida en bandeja el ahorro de espacio en esa superficie será importante. Además, la mesa plegada tiene otro soporte similar en su parte externa, lo que implica que cuando te quedás con la bebida después de que pasaron a retirar la basura, no tenés necesidad de dejar la mesa abierta sólo para apoyar el vaso, ni de ponerte a jugar nerviosamente con él pasándolo de una mano a otra, sin saber bien qué hacer. Lo colgás y listo. (Inentendible cómo no se le ocurrió a nadie antes en tantos años de aviación comercial, no?).
La iluminación del avión es todo un show, ya que varía de acuerdo a la fase del vuelo en la que se está, cambiando las tonalidades y tornando el vuelo más placentero. Va desde un blanco azulado al momento del embarque y desembarque, hasta un azul profundo para la fase nocturna, pasando por un azul con rosa utilizado cuando los TCP están en actividad por los pasillos. Con este sistema de iluminación, el avión no apaga las luces durante despegue y aterrizaje, sino que las atenúa con ciertas tonalidades, creando un clima especial. El problema se da cuando uno quiere sacar fotografías nocturnas a las luces de la ciudad y el aeropuerto, ya que el reflejo en la ventanilla hace que salga uno mismo.
El sistema de entretenimiento es algo a lo que le dediqué algún tiempo de investigación. Las pantallas individuales son táctiles, tienen muy buena reacción y una definición de alta calidad. El sistema es bien completo, e incluye películas, series y programas de TV, música y juegos. Como se trataba de un vuelo de corta duración no quice empezar ninguna película para dejarla por la mitad, así que opté por la música y me dispuse a leer, para lo cual me encontré con un problema: no había de dónde prender la luz individual. Enseguida noté que tampoco había botón para llamar a los tripulantes, así que volví a meterle mano a la pantalla, donde encontré las dos opciones en el menú de AJUSTES.
Los portaequipajes superiores son más amplios que los habituales, por ejemplo del B777, y seguramente no haya necesidad de llevar nada debajo del asiento de adelante. Yo no lo necesité, pero claro, viajaba con la gran ventaja de ser el único en mi fila de tres asientos, así que espacio es lo que me sobraba.
Las ventanillas, tal como en la clase Business, no cuentan con cortinas, sino que se oscurecen o aclaran digitalmente, como se puede observar en la foto de arriba.
Una vez más, volar en el B787-9 de Lan ha sido una experiencia satisfactoria. El vuelo fue sereno y los motores casi no se escuchaban. Y el aterrizaje en Santiago fue muy suave también, aunque esto seguro fue mérito del piloto. ¡Espero que vos también aterrices la semana que viene serenamente en el próximo post de Ahicito!