El mes pasado me tocó viajar a Estados Unidos por trabajo. Normalmente sólo tenemos autorizado el gasto en Economy, pero este viaje tuvo una particularidad: como la empresa tenía millas acumuladas que vencen ahora a fin de año, en caso de estar disponible podía hacer upgrade. Así es que, una vez que todo estuvo autorizado entré a la web de Lan para ver las opciones de vuelo y, sin dudaro, opté por el transbordo en Santiago de Chile, con el único objetivo de volar por primera vez en el flamante B787, y mostrártelo por acá.
El día del vuelo llegué casi 3 horas antes a Ezeiza. Por supuesto ya había chequeado on line mi asíento 5L por lo que sólo debía entregar mi valija. Al hacerlo, en el check-in desk me dieron dos Boarding Pass impresos. El correspondiente al primer tramo hasta Santiago me serviría para acceder al VIP, y el segundo correspondía a la conexión en Santiago y por razones obvias no tenía información del Gate que yo debería chequear en las pantallas del aeropuerto chileno.
Una vez liberado del equipaje mayor me dirigí al puesto de aduana con la intención de declarar los electrónicos que me estaba llevando, en especial la laptop del trabajo y la tablet. Para mi sorpresa no me quisieron tomar la declaración porque «con artículos de más de seis meses de comprados no hace falta». Seguí viaje con algunas dudas, pero como contaré luego en el post sobre la vuelta, no tuve ningún problema al regresar.
Los controles de migraciones y PSA estuvieron muy tranquilos. Con respecto a este último había leído varios tweets informando que ahora tenías que sacarte los zapatos como en otros lugares del mundo, por lo que me sorprendió que no fuera así. Luego de pasar airoso y con el calzado puesto por el detector de metales me acerqué a dos agentes de la PSA y les consulté. Allí me confirmaron que esa medida está vigente sólo en un horario determinado, y que había finalizado a las 15 hs. Eran pasadas las 16 así que me salvé por una hora.
Ahora sí, habiendo cumplido todas las formalidades ya estaba en condiciones de dirigirme a la Puerta 10 y subir por la escalera que accede al Vip Lounge de Lan, donde aproveché a cargar el celular mientras degustaba unos sandwichitos con jugo de naranja.
Había llegado muy temprano al aeropuerto y la demora que se suponía iba a tener en PSA no existió, así que tiempo sobraba. Hubo que ir a por el helado para hacer tiempo…
Media hora antes del embarque me acerqué al Gate y aproveché para hacer algunas fotos del Boeing 787 que me esperaba en plataforma mientras los operadores de Intercargo abarrotaban las bodegas de lo que, a juzgar por la fecha y las mantas térmicas, estoy seguro eran arándanos.
El que me haría cruzar la coordillera era el CC-BBC, un avión de 3 años de antigüedad que Lan recibió en leasing en diciembre de 2012, según la ficha de Airfleets. Una vez abordo, el servicio es muy cordial y personalizado. El TCP que te toca y el jefe de servicio abordo se presentan a cada uno de los pasajeros indicándoles su nombre y dándoles la bienvenida. Enseguida te ofrecen algo para tomar y te lo alcanzan con un platito de frutas secas.
El espacio de los asientos Business del B787 es enorme y de hecho a mi sentado me quedaba grande. Claro que esto se agradece a la hora de dormir donde podés reclinar el asiento hasta dejarlo horizontal, y aprovechar la almohada y el plumón que te entregan. Jugar con los botoncitos del asiento hasta encontrar la posición más cómoda es todo un pasatiempo en el aire.
La comida es otra diferenciación importante del servicio Business. La cena constaba de roast beef con ensalada y frutas de estación para el postre, además del detalle del chocolatito. Para condimentar hay un salero y pimentero muy simáticos, y el aceite es extra virgen, de primera calidad. Lo que sí me sorprendió es que no hubo opciones, si estabas con hambre ese era el menú.
Lo que sí podés elegir es la bebida. Yo opté por un tinto francés, el La Salle de Bordeaux, y la verdad es que no me arrepentí para nada.
El vuelo hasta Santiago es mas bien cortito así que exploré un poco las opciones del sistema de entretenimiento pero no empecé ninguna película ya que no la iba a poder terminar. Además estaba expectante del cruce de la coordillera, que debería ser un espectáculo en sí mismo, aunque cuando nos acercábamos el sol ya se escondía y lo único que se veía por la ventanilla era oscuridad. Espero el año que viene tener oportunidad de fotografiar el cruce. Opté por la música entonces, que me acompañó durante lo que quedaba del vuelo, hasta aterrizar.
Una particularidad del 787, además de ser extremadamente silencioso, es que, al menos en la cabina de Business la iluminación azul violácea se atenúa un poco en vuelo, pero sigue encendida incluso durante el rodaje, despegue y aterrizaje. Es por eso que no hay fotos nocturnas, ya que sólo se veía el reflejo del interior, pero a modo de compensación les dejo este video del despegue por pista 11 de EZE.
Así pasó la experiencia de volar en el moderno Boeing 787 de Lan. Este jueves se publica la segunda parte, donde les cuento cómo fue la conexión en Santiago, y el vuelo hasta el destino final del viaje: Miami. ¡Hasta entonces!