Hace varias semanas atrás nos escapamos hasta San Pedro para pasar un relajado fin de semana lejos del ruido de la ciudad. Es un excelente lugar con unos hermosos paisajes a la vera del Río Paraná, y que además, cuenta con un pedazo de historia argentina amarrado a su costa. Se trata del ARA Comandante General Irigoyen, que en el 2010 se convirtió en el tercer buque museo del país, luego de la Fragata Sarmiento y de la corbeta Uruguay.

Ya en el primer pasillo interior se puede ver algunas de las misiones del Irigoyen. En este caso en Ushuaia.
Este buque fue comprado por la Argentina a Estados Unidos en 1961 luego de que sirviera a la Armada de este último país desde que fue botado en 1944, habiendo cumplido tareas de entrenamiento en un principio y de combate después, cuando fué incorporada al Frente del Pacífico y le tocó luchar con los aviones japoneses, e incluso ser parte de las fuerzas de ocupación de Nagasaki.

La Sala de Comunicaciones está equipada como si el buque estuviera pronto a zarpar. ¡Favor no tocar!
Ya bajo pabellón nacional, estaba en reparaciones cuando estalló la Guerra de Malvinas pero lograron alistarlo a tiempo para que participara de varias misiones, entre las que se incluye el rescate de un helicóptero Westland Lynx HAS.23 perteneciente al destructor ARA Hércules, que el 22 de mayo de 1982 cayó al mar. En tiempos de paz también cumplió misiones en la Antártida.

Esquema de la Operación Rosario con la que las FFAA tomaron las Malvinas y nos llevaron a la guerra.
Todo esto puede verse en la recorrida por el museo que incluye una sala de audiovisuales donde se proyectan documentales constantemente, y durante la cual se puede acceder a diferentes áreas del buque, como ser la sala de oficiales, la de comunicaciones, el camarote del capitán, y por supuesto, el puente de mando.
Además hay diferentes camarotes que se han dispuesto como salas del museo, cada una con una temática diferente, como ser la Guerra de Malvinas y las campañas antárticas, por ejemplo.
Hasta aquí la parte histórica y cultural. Entonces llega el momento de salir a cubierta desde el puente de mandos, luego de haber pasado un rato obligado jugando con el timón, para caminar por el exterior del buque y contemplar el armamento con el que estaba equipado. Y este es EL MOMENTO de los chicos (de los que son realmente chicos y de los que nos convertimos de repente en niños de nuevo) al descubrir que uno puede subir a los cañones de defensa antiaérea y ubicarse cual soldado en puesto de combate. ¡Ni hablar cuando accionás la manija y el cañon se mueve! Todas las películas de guerra naval se te vienen a la mente.
Los barcos, así como los aviones, son algo que en general atrae a grandes y a chicos, así que esta es una excursión más que recomendada. Se puede recordar la historia, aprender cosas nuevas, imaginar cómo sería la vida en altamar, jugar al combate antiaéreo con cañones de verdad y, por supuesto, pasarte horas sacando fotos.
Y fue así literalmente. Como no había mucha gente pudimos recorrer el buque con toda tranquilidad y gatillar la cámara cuantas veces quisimos. Así que salieron demasiadas fotos como para un solo post, por lo que el jueves que viene te invito a recorrer el Buque Museo en fotos. ¡No te lo pierdas!