Cuando uno va a Mendoza la visita a algunas bodegas es una excursión casi obligada. Mis últimas vacaciones en la provincia occidental no fueron la excepción a la regla y así es como, buscando bodegas diferentes para que no fueran una repetición una de otra, descubrí el concepto de «bodega boutique»: aquella que no produce de forma industrial y en cantidades para abastecer el público masivo, sino que lo hace en lotes limitados, y especializándose generalmente en vinos de alta gama.
De esta forma apareció una excursión que ofrecía una atractiva propuesta de medio día, visitando diferentes establecimientos que incluían visita guiada y degustación de sus productos. Dudé por un momento ya que en el itinerario estaba incluida la Bodega López, que yo ya había visitado por mi cuenta como te conté en este post, pero en seguida la agencia me convenció cambiándola por otra bodega: así es que visité Domiciano de Barrancas.
Sin adentrarnos demasiado en el proceso de la producción del vino que ya te conté en el post de las Bodegas López, vale la pena remarcar las diferencias entre esa producción industrial y la selección casi de nicho que hacen en Domiciano, y que comienza en el principio mismo del proceso. Allí, en los viñedos donde crecen las uvas, Domiciano no utiliza el tradicional método del parral, sino uno traído de Francia llamado espalderos, posicionados de norte a sur para que toda la uva quede expuesta al sol durante las horas del día, cuestión fundamental si se tiene en cuenta la importancia de la amplitud térmica a la hora de determinar la calidad con la que saldrá un vino.
Otra particularidad que se da en los viñedos es que la cosecha y selección de las uvas se realiza durante la noche. Esto no solamente define el logotipo de la marca que se puede ver en las etiquetas de las botellas, sino que también determina las particularidades aromáticas de la uva que llega a la bodega con el frío de la noche.

El vino pasa de los tanques a los piletones subeterránes por efecto de la gravedad a través de mangueras.
Ya en la bodega propiamente dicha el proceso esencial es igual al que ya conocemos, pero también tiene algunas particularidades que lo distinguen. Una vez que se produjo la separación de la piel y la pulpa de la uva en los tanques de acero inoxidable, el futuro vino pasa a unos piletones subterráneos donde se le agregan unos trozos de roble que son los que le darán el dejo a madera requerido. Finalmente, y dependiendo de las propiedades que se busquen para un vino en particular, se lo añejará por un tiempo específico en barricas traídas de Estados Unidos o de Francia.
La excursión finaliza con la degustación, donde pudimos probar el vino estrella de la bodega: un excelente malbec dos años consecutivos medalla de oro en Alemania, cuyo precio de venta al público en Europa ronda los USD 150.- pero que en establecimiento mendocino se consigue promocionado a $130.- de los nuestros.
De esta forma conocimos una bodega boutique y una nueva manera de hacer vinos, y probamos uno premium que, salvo viaje al viejo continente mediante, no podríamos haber degustado ya que no se vende en el país. Una linda experiencia que te recomiendo para cuando pases por Mendoza.