La Reserva Provincial La Payunia es sin dudas uno de los lugares más espectaculares que se pueden llegar a visitar en Mendoza, en Argentina, y hasta me animaría a decir que quizá en el mundo entero. Y para la comunidad científica, y especialmente para los vulcanólogos, de seguro que es así, ya que La Payunia tiene la mayor concentración de volcanes del mundo, con más de 890 aunque por la extensión de la que hablamos, aún no se han terminado de registrar en su totalidad. Es un lugar único en el mundo, comparable sólo con la zona volcánica de Hawai.
Visitarla será una tarea obligada si se visita Malargüe, pero no por eso será sencillo. La reserva está a unos 130 km al sur de la ciudad mendocina y una vez dentro de ella sólo se puede circular por los caminos habilitados, ya que la preservación es algo prioritario. El camino es realmente largo pero interesante, y sobre el mismo podrás leer en un próximo post, pero el verdadero riesgo es perderse dentro de la reserva o tener algún problema con el vehículo en una zona donde no hay servicio de celular, el único tránsito que existe es el de las camionetas de las excursiones, y donde por la noche la temperatura baja hasta niveles donde no la vas a pasar nada bien.
Sin embargo, repito, contratar una de las excursiones y visitar este lugar resulta obligatorio porque estando tan cerca no podés dejar de conocer estos paisajes impresionantes que, por tramos, parecen postales sacadas del Planeta Marte, con sus suelos de colores rojizos oscuros y donde los volcanes de distintas formas y alturas te tienen rodeado, literalmente. El suelo, mayormente recubierto por la pili, material volcánico salido a la superficie producto de las erupciones, tiene el color oscuro del basalto aunque también hay zonas de pili roja debido a la fuerte presencia de hierro, y entre ambos te dan la sensación de estar en otro planeta.
Una de las atracciones principales de la reserva es el Volcán Payún Liso, el más alto de la zona con 3715 msnm. Sin embargo cuando el guía, en nuestro caso Félix, te empieza a contar detalles de la reserva, enseguida te das cuenta de que lo más interesante está hacia un costado. Allí se encuentra el Volcán Payún Matru, el de la colada más larga del mundo con una extensión de 186 km de lava expulsada en una erupción de tal intensidad que hizo ceder las paredes de la montaña y terminó por sellar el cráter del volcán, hoy ocupado por una laguna a la que sólo los escaladores tienen el privilegio de llegar. Las siguientes erupciones entonces no encontrarían el hueco necesario para salir a la superficie por lo que harían tanta presión contra el suelo que provocaron las elevaciones en los terrenos de alrededor, formándose así los volcanes satélites que se ven por todo lados.
Allí, a tu alrededor, hay volcanes de todo tipo. Es más, todo es volcán. Cualquier elevación, por menor que se vea, por más deforme que parezca, es un volcán. Los trabajos científicos en la reserva siguen para poder investigar y datar cada uno de los volcanes y su actividad en las 450.000 hectáreas de superficie de la reserva, y aún cuando Félix nos dice que estas formaciones son de «retroarco» (es decir que están detrás del arco volcánico activo formado por la Coordillera de los Andes), y que se los considera extintos, enterarnos que la última erupción registrada no fue hace millones de años, sino hace apenas 300 te llena de incertidumbre.
La excursión tiene tres paradas principales dentro de la reserva. La primera de ella es la del Campo de Bombas, piedras basálticas de todos los tamaños que están diseminadas por el suelo y que llegaron allí producto de la furia de una de las erupciones. Se trata de rocas en general porosas, ya que en su interior estaban llenas de gases que con el tiempo va saliendo y formando esos huecos característicos. Las formas que toman depende de qué tan rápido se hayan enfriado ya en la superficie.
La segunda parada significativa es la del Museo de Cera donde se pueden apreciar rocas basálticas con las formas más locas, talladas por haber sido lava que salió a la superficie a través de una grieta abierta en el suelo y que ya afuera se endurecía convirtiénse en rocas con esas formas alargadas, derivadas de la grieta por la que surgieron, y en las cuales hoy los turistas buscan figuras conocidas.
La tercera parada es la más impresionante de todas y se trata del Volcán Morado, hasta cuyo cráter uno puede caminar. La vista desde ese punto elevado es una panorámica espectacular de la reserva, pero lo más intenso es la sensación que uno tiene de estar al borde de un cráter que, alguna vez, expulsó una cantidad de magma letal para cualquier ser viviente que estuviera ahí mismo donde vos ahora.
Esta excursión es la más cara que encontré en toda la travesía mendocina, en marzo de 2015 salía $750 per cápita si pagabas en efectivo y había un recargo si optabas por la tarjeta de crédito, pero como dije, es un imperdible de Malargüe. Además del traslado y el guía en sí, el precio incluye el almuerzo que consta de unos sandwiches a todo lujo y bebidas, y también de una merienda en el camino de regreso con café y tortas fritas caseras. Para donde mires, tenés la foto perfecta, así que las que tenía para ilustrar el post eran demasiadas para uno sólo, por lo que, además del post que haré sobre el «Camino a Payunia» y al igual que como pasó con el post de Caverna de las Brujas, el próximo jueves vas a poder visitar la galería de fotos completa de La Reserva Provincial La Payunia.
¡Si te gustó este, no podés dejar de pasar el jueves!