Justo frente a la plaza Pedro del Castillo, del lado contrario al Museo del Área Fundacional, se levantan los restos de lo que alguna vez fuera una iglesia, ubicación muy lógica si se piensa en la organización urbana española donde frente a la plaza central se ubicaban el cabildo y la iglesia. El templo fue construído por la Compañía de Jesús durante la primera mitad del siglo XVIII, y entonces llama mucho la atención encontrarse con esta inscripción en la pared del complejo:
Lo primero que uno se pregunta es qué tiene que ver San Francisco con una iglesia construida por los jesuitas, y ahí es donde tenemos suerte de estar con la guía del museo que muy amablemente cruzó para ayudarnos en esta visita. Resulta ser que, si bien el templo fue originalmente jusuita, esta orden fue expulsada del país en 1767, motivo por el cual luego se les asignó la construcción a los franciscanos, quienes la administraron hasta que en 1861 un devastador terremoto la destruyó.
Apenas después del sismo la iglesia no quedó como hoy se la ve, sino que algunas partes se mantuvieron al principio pero luego con el tiempo (y las réplicas) se fueron desmoronando, hasta llegar a dejar la construcción más o menos como se la ve hoy. De hecho, en el Museo del Área Fundacional (cuyo post podés leer haciendo click acá) puede verse esta gráfica mostrando el efecto del terremoto sobre la iglesia instantes después de ocurrido:
Hoy en día hay mucho menos ladrillo que en la foto, y mucho más hierro, que por supuesto no es parte del edificio original. Lo que pasa es que las ruinas fueron declaradas Monumento Histórico Nacional en 1941 y por lo tanto no se las puede reformar. Algunos sectores de la comunidad mendocina estaban interesados en saber cómo se veía la iglesia en sus buenas épocas, y al no poder tocar la estructura original, los arqueólogos idearon esta serie de estructuras metálicas para que uno pueda imaginar las formas de la construcción colonial.
Algo que no se nota a simple vista es que este lugar también es un cementerio. Como en todo templo de aquella época, los muertos se enterraban en él, dependiendo el tipo de tumbas y su ubicación de quién hubiera sido el finado. Así, debajo de este suelo hay tumbas de 1 a 5 cuerpos cada una, estando las más ricas en las zonas claves del interior (como podría ser el mismo altar) y las más humildes en los alrededores, quedando los más relegados y los indigentes para el exterior de la construcción, ya que no eran dignos de descansar en el interior de un lugar tan puro.
Así es que dentro del complejo se levantó un laboratorio de investigación cuyos científicos son muy celosos del respeto por los muertos que allí descansan. Todo el cementerio ha sido mapeado, y si necesitan realizar alguna prueba científica con algo en particular utilizan el mapa para llegar hasta el lugar o cuerpo en cuestión, y para volver a dejarlo todo tal cual estaba una vez finalizado el proceso. Así entonces, a diferencia de otros lados, no vas a ver expuesto en ningún museo un cuerpo extraído de estas ruinas.
Algo particularmente llamativo es que las ruinas hayan sido cerradas y protegidas hace apenas unos diez años atrás, cuando el terremoto que las originó fue en 1861. Hasta hace poco este predio estaba totalmente abierto sin ninguna clase de protección, y hasta se llegó al extremo de colocar una plaza con fuente y juegos para niños de la cual aún queda un bebedero como vestigio, y que, para colmo, se colocó justo debajo de un enorme árbol cuyos frutos caen desde las alturas cual bomba atómica, y que si te cae en la cabeza te puede pasar al mundo de los que están enterrados varios metros más abajo de tus pies. Una verdadera locura, por la seguridad de los chicos y por el valor histórico que pudo haberse perdido con tanta desidia.
Y digo «pudo» porque afortunadamente el complejo se mantuvo en bastante buen estado, hasta que finalmente la dirección de turismo de la ciudad tomó el control y lo comenzó a explotar como atracción. Los errores cometidos por inexpertos en la materia al querer restaurar zonas de la construcción con materiales modernos no compatibles con los originales, y que pusieron en peligro la conservación del patrimonio, hizo que el complejo pasara a manos de la dirección de cultura, de quién dependen los arqueólogos y científicos que hoy regentean el lugar.

El material de restauración importado se utiliza sólo en los lugares donde es estrictamente necesario para preservar.
Hoy en día el turista interesado puede visitar las ruinas, pero el foco está puesto en la preservación del patrimonio histórico, llegando a un deseable equilibrio entre ambas partes. La visita se inicia en el Museo del Área Fundacional, y desde ahí el guía dirige a los interesados hasta las ruinas y los hace ingresar. Algo muy recomendable para poder entrar al complejo, sacar unas fotos y entender un poco lo que estás viendo.
Algo que no es tan recomendable es darte una vuelta por la calle Corrientes al 343 para visitar la casa que habitara San Martín cuando oficiaba de gobernador de Cuyo. En cuanto me enteré de la dirección pensé enseguida en su casa de Boulogne Sur Mer y en este post que escribió Sir Chandler cuando la visitó, y me llené de ilusiones. Pero claro, tendría que haberme dado cuenta que en Argentina las cosas son diferentes, y bueno, lo que me encontré cuando llegué hasta allí fue esto:
El sitio histórico es hoy un local de mecánica y lo único que la distingue es una placa en la vereda y un cartel que ni siquiera está bien conservado. Con esta tremenda desilusión di por finalizadas las actividades en el área fundacional de Mendoza y me puse a buscar alguna bodega para visitar. Pero eso es parte de otro post…